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sábado, 9 de junio de 2012

Alfredo Gobbi

Fue una especie de padrino mío en el ambiente tanguero. A su lado aprendí muchas cosas. Incluso las malas en que no debía caer, gracias a sus sanos consejos, aunque a Alfredo no le gustaba mucho, dar consejos.

Yo era muy jovencito, el tango ya bullía en mis venas y me presentó mucha gente y me permitió estar en los grupos que frecuentaba.

Aceptado unánimamente el tango como la manifestación musical de mayor atracción popular, en los años cincuenta era impresionante la cantidad de locales donde se podía escuchar o bailar música. Además de la radio, los clubes, las confiterías céntricas. Lo seguí en la Richmond de Esmeralda y los etcétera que se presentaran al final de su actuación. Con Gobbi bailamos las siete grandes noches de carnaval en Huracán, en 1953, con sus cantores Jorge Maciel y Ángel Díaz, y esa marcación lenta y acentuada que caracterizó a su orquesta.

Los jueves caía a una fonda de mi barrio, adonde lo acercó un muchacho de la barra, y pasamos noches hermosas de bohemia y canto a su lado.

Nos alejamos, por las tareas profesionales y otro modo de vida, como nos pasa con tanta gente, y supe que él fue cayendo en un pozo, lejos de su época de esplendor y de sus amigos.

 Murió sólo, pobre, con 53 años y la noticia me retrotrajo a sus grandes jornadas, cuando era ovacionado como "El violín romántico del tango", la mejor definición que se pudo hacer sobre el hombre y el músico.

Hace unos años, le dediqué un poema. Un poema lunfa, aunque él lo usaba muy poco el lunfa en su parla, pero es cómo a mi me gusta sobre todo expresarme en poesía. En el lenguaje del barrio.








ALFREDO GOBBI
                                                                         “Tantos colados para enarbolarme los ocasos. /
                                                                           De todos modos yo he sido lo que dejé”
                                                                                                              Alfredo Carlino
                                      


Poblaste noches de música y neblina,
cantinas con sus voces y sus guisos,
de esa urbe que fue tu marquesina
y fragua de bohemios insumisos.

Un enjambre de fusas y corcheas
alumbró tu beguén a hora temprana,
fermentando tu pasión con la polea
de la heráldica tanguera decareana.

Tu amistad fue morada hospitalaria,
tu línvio, ganzúa que me  afana
el paradero del alma perdularia
y al bobo la emoción le da la cana. .

Jugaste tu pinta bacana a la marchanta
echándote barracas en la vida,
trampeado por la aurora; te dio chanta
y la caduta fondeó en tu despedida.

Atrapo en varadero peregrino
un desfile de duendes familiares
y en lungo reculié, fayo y empino
tu romántico tanguear en los altares.


Y como hoy me agarró un ataque de romanticismo al recordar al querido Alfredito, nada mejor que tomar unos mates escuchando esa maravillosa orquesta que él, no sólo la conducía, sino que hacía unos arreglos preciosos con los toques tan suyos que reflejan claramente la "Marca Gobbi"De Mario Demarco escuchamos: Entrador. De Emilio Balcarce: Si sos brujo, y de Agustín Bardi y Juan Andrés Caruso: Tierrita, cantado por Héctor Maciel (Nada que ver con Jorge Maciel, que en realidad se llamaba Carlos Pellegrini)





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