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domingo, 16 de enero de 2022

Hugo del Carril

    Hablar de Hugo del Carril es recordar a un grande de verdad. Como cantor de tango, galán de cine, director de infinidad de películas, hombre recto que tuvo que pagar su orientación política con la cárcel, el posterior destierro, para seguir triunfando en el cine y escenarios de México. Quizás el tango le debe un mayor reconocimiento por todo lo que aportó en este apartado, más allá de sus grandes logros en la pantalla cinematográfica.

   Es posible que la trágica desaparición de Carlos Gardel, en pleno éxito mundial, haya influido en el menor reconocimiento que Hugo ha merecido. Como cantor, hombre de tango, su voz, su estilo, la pinta, seguramente no haya calado tan hondo como debiera, porque todavía estaba fresco y doliente la pérdida de Gardel el inventor del canto cantado y el modelo que dejó para las futuras generaciones. Pero lo cierto es que la obra de Hugo del Carril en el tango nos muestra una huella digna de los mejores elogios. 

                                     


   Nació en el barrio de Flores, calle San Pedrito 256,  el 30 de noviembre de 1912. Se llamaría Piero Bruno Ugo Fontana. Los padres eran italianos: El arquitecto Ugo Fontana y Orsolina Bertani. Antes habían nacido sus tres hermanos. Debido a la separación de sus progenitores, Hugo sería criado por sus padrinos Alina y Francisco Maure, que eran franceses, radicados en Argentina, y a quienes siempre reconocería como si fueran sus padres.

   Gardel se introdujo tempranamente en sus oídos juveniles y hasta imitaba su estilo, aunque las voces eran distintas. Con un muchachito vecino del barrio solían salir a cantar en fiestas familiares, en alguna despedida de soltero y por las noches se entretenían con otros amigos interpretando cosas a dúo. Ambos llegarían a triunfar en el tango, pese a  que, a sus respectivas familias no les causaba ninguna gracia esa orientación. Floreal Ruiz era aquel muchachito que solía acompañar a Hugo.

   Gracias a su voz y a la pinta, ingresó en Radio del Pueblo como speaker, denominación que se les daba a los antiguos locutores. En esa época se improvisaba bastante en dichas emisoras. Había que llenar espacios, aparecían anuncios repentinos, y el muchacho mostraba sus dotes incluso, cantando con orquestas o conjuntos que presentaba. Allí lo conoce Edgardo Donato, en 1935, y le propone grabar algunos temas con su orquesta. Hugo acepta y llega al disco con 9 versiones haciendo de estribillista.

                                   


  

   Había ido adoptando algunos nombres artísticos, y como locutor usaba el de Pierrot, como le llamaba su madre adoptiva. Ella le sugirió que tomase clases con un profesor de canto y así llegó a ponerse bajo las sabias indicaciones de la cantante lírica Elvira Colonese, que influiría notablemente en el desarrollo de su carrera cantable. Rápidamente fue subiendo los escalones de la fama, especialmente cuando aparece en la película "Los muchachos de antes no usaban gomina", donde canta el tango Tiempos viejos, de Manuel Romero, director del filme, y Francisco Canaro. Esa escueta aparición le abrió el camino a la fama porque Romero lo eligió para futuras actuaciones.

   A partir de allí fueron todos éxitos. Tanto en la pantalla como en el tango, donde grabaría acompañado por las guitarras de los hermanos Puccio, por la orquesta de Tito Ribero, la de Atilio Bruni, Domingo Marafiotti, Joaquín Mora, con Armando Pontier,  con la Orquesta del teatro Colón, con Osvaldo Requena, Waldo de los Rios, con Mariano Mores. Incluso en sus triunfales giras por Cuba, México y otros países también deja temas grabados que tienen mucha aceptación popular. En 1948 era el artista mejor pago del país, sólo igualado por Luis Sandrini

   El cine lo consagró como cantor de tango y galán, y pronto lo aceptó también como actor y director. Su carrera en este ámbito fue sumamente exitosa, aunque su acercamiento al peronismo le traería consecuencias con el gobierno militar que dio el golpe contra el presidente argentino. La cárcel y el ostracismo inmediato por haber grabado La marcha peronista y otras canciones, supusieron un alto importante en su carrera. Estuvo detenido más de un mes y al salir de la cárcel decidió exiliarse en México. Sus películas fueron prohibidas.

                                     

Hugo con su esposa e hijos

    Compró una isla en el Tigre, con la ayuda de algunos amigos y se dedicó allí, a criar nutrias. Llegó a tener muchas que luego iría vendiendo, porque tenía una gran cantidad de ellas, hasta que llegó otra infame revolución "libertadora" y volvieron no sólo a perseguirlo y prohibirlo sino que fueron a su isla, abrieron las jaulas de todas sus nutrias y las dejaron huir al río, perdiendo muchísimo dinero.

   Es importante destacar la personalidad humana de Hugo del Carril. Todos aquellos que lo conocieron destacan esa cualidad. Luis Sandrini y Tita Merello decían que tenía un corazón de oro.Tuvo un largo y sufrido romance con  la actriz Ana María Lynch. Se habló de otro con la actriz Gilsa Lousek (Los vi filmando en el Pasaje Discépolo "Una cita con la vida"), aguantó, pero conoció a Violeta Courtois y encontró a la mujer de su vida. Con ella tuvieron cuatro hijos:  Hugo Miguel, Eva, Marcela Alejandra y Amorina.

   El fallecimiento de su esposa, le supuso un duro trago a Hugo que comenzó a sufrir problemas de salud.  En 1986, en el Teatro Presidente Alvear fue nombrado Ciudadano ilustre de la Ciudad de Buenos Aires. El 13 de agosto de 1989 nos dejó para siempre, pero nos queda su tendal de grabaciones de tangos, valsecitos y milongas. Además de 43 películas como actor, 15 como director y sus temporadas teatrales. A Hugo del Carril, considerando todo su trabajo en el tango, en el cine, la televisión y el teatro, hay que considerarlo como un grande de verdad. Como lo que fue. Dejó unos 180 temas grabados que siempre será bien apreciados por los amantes del tango.


   Podemos verlo en esta escena de la película La cumparsita (1949), cantando Vea vea vea.

                         


O interpretando Barrio reo en el filme: Vida nocturna. (1955)

                                          


Y en este tango discepoleano Yira yira, de la película Confesión (1940)-

                                          


 

  


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