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domingo, 13 de marzo de 2022

Improvisación

                                                           Tú conoces el secreto de los tangos
                                                      y es por eso que los bailas como nadie
”.
                                                                             Horacio Sanguinetti


   Es la decisiva mecánica de la danza del tango que la diferencia de las otras danzas populares del mundo. Porque, mientras éstas se basan en planteamientos rígidos, el tango lo hace en la libertad absoluta para crear movimientos de pareja impredecibles, aún cuando sus pilares sigan siendo los mismos: la salida, el ocho, la caminata. 

   Para poder improvisar es fundamental el estado emocional contagiante entre los integrantes de la dupla, pero también el dominio de la técnica. Porque hay que hacerlo sobre la base de sustentación idónea, manejando los ejes en armonía y dándole alas a la inspiración. Decía Molière que “la improvisación es la verdadera piedra de toque del ingenio”, y aunque no se refiera expresamente al baile, podemos usar su frase con toda naturalidad porque concuerda con la realidad que afrontamos en la pista. 

                                    


    El coreógrafo venezolano Rommel Nieves, aunque tampoco incursione en el tango expresa su búsqueda sobre la base de la misma herramienta que sustenta nuestro baile. “Han sido 10 años de arduo trabajo alrededor de la improvisación como técnica, herramienta, alfa y omega de una búsqueda ética y estética. Desde que descubrí la improvisación es mi foco, me siento cómodo, me identifico como persona, es mi identidad. Es un camino abierto para descubrir mi fisicalidad". 

   Y entrando de lleno en los meandros del baile de tango, la frase de los Dinzel (Gloria y Rodolfo) es definitiva al respecto: “Podemos decir entonces que el tango es la disciplina de concretar los diseños necesarios para que esta insospechada danza aparezca soberbia desde la nada y hacia la nada”. 

   Obviamente, esta reflexión está muy lejos de poder interpretarse como una forma anárquica de los modos y reglas naturales que lo han formateado. Simplemente nos dice que podemos hacer imprevisible lo previsible si estamos anímica y técnicamente preparados para realizar la improvisación coreográfica en la pista, respetando el entorno y exhortados por la música. O sea, actuando en consonancia con ella. 

   Podemos entrar en trance extático o desplegar un repertorio sin fin de fantasías, alumbrados por fugaces chispas de inspiración. Extenuada o extinguida la inspiración, queda el amaneramiento y el exhibicionismo de la técnica. La improvisación obedece a la precisa digestión de la experiencia y a saber modular la intensidad de los detalles. 

   Y es muy cierto que, en esta faceta se aprecia especialmente la visibilidad del talento femenino, como coadjutora en la creación de las diferentes figuras, pausas y eje de equilibrio para la propulsión. Porque se adapta como un guante de seda al espíritu creativo del masculino, manteniendo entrambos el pulso de la actuación. 

                                             


   Entonces podríamos decir que la improvisación de la pareja en el tango, es como un vehículo movido por el deseo, cuyo motor son los sueños. Y el espacio se comba. La diferencia con una coreografía predeterminada, es que ésta se arma para componer bailes. Cada paso está marcado en la misma y si lo bailan durante cien días, saldrá siempre lo mismo. Son secuencias preestablecidas, mientras que en el Tango de pista, la mujer “escucha” las sugerencias del hombre y las interpreta y expresa. 

   Y del diálogo en común surgen el placer, la libertad y la belleza del resultado espontáneo. Siempre debería recordarse que, si a la técnica no se le suma cierta sensibilidad, el resultado final no será satisfactorio. La riqueza expresiva se revela incluso en las cadencias. La espera metafísica. En esos momentos intensos y seminales, ahondándonos en seguros laberintos. Cuando encontramos algo que vibra en esa música y permea el alma. Aníbal Troilo decía que cuando le ponía música a unos versos, “me gusta masticar la letra, ir envolviéndola en música”.

   Y eso, metafóricamente es lo que manda la improvisación del bailarín, ir envolviendo la música en su cuerpo y así desarrollar su danza, abrazado a su pareja, que debe sentir ese soplo del espíritu creador, para, a su vez volar con la imaginación hacia el paraíso de la libertad. Como muy bien sostenía Juan Carlos Copes, el tango es una danza libre donde manda la improvisación.

   Y los integrantes de la pareja, inmovilizados en esas dos notas finales: Chán chán

(De mi libro "Perfiles milongueros")

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