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viernes, 17 de mayo de 2019

Pedacito de cielo

Esta belleza de valsecito me trae tantos recuerdos, tanta nostalgia de mi infancia. Vivíamos en una de aquellas casas abiertas, con vistas al cielo y el toldo para mitigar el sol del estío. La vecina de al lado cantaba cuando estaba en la pileta lavando ropa o cubertería y tenía una voz hermosa, para mi oreja de chiquilín. Los tangos  estaban flotando en el aire a través de la radio, pero ella me acariciaba el cuore cuando cantaba Yuyo verde o este valsecito..


Homero Expósito con su paleta mágica y la música de dos fenómenos como Enrique Francini y Chupita Stamponi lograron este impacto en 1942. Que se hizo viral en las interpretaciones de Troilo-Fiore o Caló-Podestá. Y revivió en  la remake del Polaco Goyeneche acompañado por la orquesta de Atilio Stampone  O de Salgán-Rivero.. Los tres amigos que llegaron de Zárate y Campana, con sus alforjas llenas de sentimiento, pasión y sentido poético y musical, a la Capital,  firmaron una página que se eterniza en las emisoras radiales y en el bagaje discográficos de los disc jockeys que seleccionan los temas milongueros en las pistas del mundo.

Ese gran escritor y filósofo que fue Ernesto Sábato desmenuzando los méritos poéticos de Expósito, dice, después de desbrozar algunos de sus temas que tocan distintas temáticas:

-No significa que Expósito no haya tocado la tesitura del lamento amoroso, el olvido ante el fracaso, el tiempo que se va, los reproches y quejas de amor, tan típicos de la época.  Pero todo dicho en un lenguaje novedoso y personal, y esto es lo que no siguieron los letristas y los caducos convencionalismos, o a una falsa vanguardia, enferma de literatura, pretenciosa y con vergüenza de su propia barroca cursilería...

Homro Expósito, el poeta que renovoó el lenguaje en los versos de tango
                                         
Porque también en esta hermosa pieza, Homero Expósito recrea y se adensa en aquel romance  juvenil que sigue con su ronda de voces y emociones en el itinerario poético que se instaló en su espíritu y en su pluma, al ritmo de las obsesiones, con sus cargas de desamor y angustia, con su desesperación y sus fracasos. La memoria es una facultad de la inteligencia, pero al mismo tiempo algo movedizo, fluctuante y para nada constante. Pero el caso del poeta de Zárate, confirma que los recuerdos más lejanos viven más claros. Y los va cincelando en una red discursiva que atrapa y emociona.

La casa tenía una reja
pintada con quejas y cantos de amor.
la noche llenaba de ojeras
la reja, la hiedra y el viejo balcón.

Recuerdo que entonces reías
si yo te leía mi verso mejor.
Y ahora, capricho del tiempo,
leyendo esos versos lloramos los dos.

El vate tiene esa magia para retener los momentos y el clima temporal y emocional. y los revive con fluencia lírica inspirado por el fundamento melancólico de nuestra existencia. La elegía de los sueños rotos, el desasosiego ante el poso de lo cotidiano y el implacable rebobinaje de aquellos momentos que dejaron una herida profunda en su alma, reviven en los versos de Pedacito de cielo. Un título que ya, de por sí, encierra toda una historia profunda, desasosegante. Un paraíso íntimo, desvanecido...

Los años de la infancia pasaron, pasaron                         
Enrique Mario Francini y Héctor Luciano Stamponi
la reja está dormida de tanto silencio.
Y en aquel pedacito de cielo
se quedó tu alegría y mi amor.
Los años han pasado, terribles, malvados,
dejando una esperanza que no ha de llegar.
Y recuerdo tu gesto travieso
después de aquel beso robado al azar.

Los domados sentimientos afloran en la memoria y se hacen historia a través de unos versos y una música. Conocemos el espesor y la profundidad del recuerdo juvenil agrietado, pero de ella nunca tuvimos noticia. Se convirtió en un fantasma que retorna en versos, en mensajes cifrados. La rememoración no es igual, apenas si sustituye al dato y el recuerdo cambia con los días, se transforma. Es como una obsesión y el quiste del desamor se convierte en una llaga. Porque el poeta que escribe estos versos padece el agravio del olvido. Pero la describe y ubica a ella con metáforas propias de su manantial literario. La elocuencia hecha música por Stamponi y Francini hace el resto.

Tal vez se enfrió con la brisa
tu cálida risa, tu límpida voz.
Tal vez, se escapó a tus ojeras
la reja, la hiedra y el viejo balcón.

Tus ojos de azúcar quemada
tenían distancias  doradas al sol,
y hoy quieres hallar como entonces
la reja de bronce temblando de amor.

Podemos revivirlo en la interpretación grabada de Aníbal troilo, su orquesta y Fiorentino, que fue llevada al disco el 1 de septiembre de 1942.

                                            




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