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miércoles, 17 de septiembre de 2014

El Polaco

Lo veo en ajadas imágenes de televisión, lo escucho en grabaciones con Salgán, con Pichuco, con Garello y me sigo emocionando como en aquellas inolvidables noches de Caño 14, cuando lo acompañaba Atilio Stampone al piano, y en las cuales, como diría Manzi: "En cada verso pone su corazón". Fue único en su estilo, en su manera renovadora de decir las letras que los poetas habían pautado en tango. Entendió como nadie la fuerza tremenda de algunos versos.

                                                         

Cuando se fue transformando en diseur, por sus malas noches, por su ronca garganta, por el físico debilitado, nos llegaba de igual manera al cuore porque le salía del alma. Y todas sus interpretaciones eran maravillosas, no queríamos que terminara nunca la función. Nos tocábamos con los amigos en la mesa,  para subrayar un gesto suyo, una palabra deletreada con semejante emoción, que nos dejaba un buraco en el cuore.

Alguna vez conté que una noche, allá por el 72, en un night club de Olivos, me regaló un acetato donde, acompañado por guitarras, canta el tango de Mario Battistella y Ángel Maffia: Sueño querido.  Lamentablemente, con las mudanzas uno va perdiendo tantas cosas, que dan ganas de llorar, como dice el tango. Tenía un par de fotos con él, que también volaron como el disco dedicado cariñosamente.

                                     
Yunta de oro. El Polaco y Pichuco

Pero también aproveché aquella noche lunga para estirar el diálogo y fue entonces que me iría contando su admiración por cantores como Floreal Ruiz e incluso Tony Bennet. Le gustaba mucho en el Tata y en el norteamericano, su manera de frasear cantando. Justo el aspecto que Goyeneche  supo llevar al grado máximo. Y era justamente lo que más admirábamos de él: cómo podía retrasarse ex profeso en una palabra y de repente alcanzar a la orquesta con una clase admirable. Sus tempos rubatos en ese sentido fueron admirables y únicos, casi bandoneonísticos.

Y de Gardel, por supuesto, hablaba sin parar y me contaba cuando escuchaba la radio con su madre, y en los discos, él lo acompañaba a dúo, siendo apenas un adolescente. "Es inalcanzable -decía-, le sobraba gola pero Gardel usaba la media voz como nadie. Su  musicalidad venía en el envase con él. Podía cantar a capella, que daba igual, la música y la voz las ponía él. Las dos a la vez. Un genio. Además a cada verso le daba su entonación, la expresión,  su real sentido, captaba rápidamente la intención del poeta. Es irrepetible. I-rre-pe-tible..." -remarcaba-.

                                 
El Polaco Goyeneche cantando con Piazzolla, que lo ubicó entre los más grandes


Dejó unos 2.800 temas grabados.Y lo mismo acentuaba los versos dramáticos, los sarcásticos, melódicos, sentimentales, como los tangos bien reos. Respecto a su oído privilegiado que le permitía entrar en la partitura de la orquesta a tiempo, aunque no supiera música, aclaraba que en su etapa inicial con Horacio Salgán aprendió a distinguir uno por uno, los elementos de la armonía musical, sin errarle a una sola nota.

Hoy estoy copado con el Polaco y para reafirmarme en mi fanatismo por él, lo vuelvo a ver gracias a las viejas reproducciones de televisión,. Entre otros cantando el tango de Enrique Cadícamo y Aníbal Troilo. Garúa, ideal para esta matina de llovizna en Madrid.

Acá lo vemos en Montevideo, en el programa de Miguel Ángel Manzi, el conocido animador uruguayo, que le presenta a Donato Racciatti y a Tito Cabano, el autor de Un boliche.


                                          
Y para comprobar una vez más toda la polenta de su interpretación, lo vemos en Canal 9, en el famoso programa Grandes valores del tango, presentado por Silvio Soldán. Muchas noches, después de hacer mi intervención en el Noticiero del Canal, me quedaba a verlo a él y otros intérpretes, auunque tuviera ganas de irme a casa, después de un día de mucho ajetreo.

Lo acompaña el conjunto que dirige desde el piano Armando Cupo -la orquesta del Canal- y realiza una interpretación memorable del tango de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera: Volvió una noche.

Im-pre-sio-nan-te.

                                                 

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