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lunes, 29 de agosto de 2022

Cafetín de Buenos Aires

    Para nosotros, el Café de barrio fue siempre el punto de reunión de la barra. En esa mesas aprendimos a jugar al truco, al mus, el tresiete y todos aquellos entretenimientos de naipes que trajeron los inmigrantes gallegos y tanos. Pero además sirvió para preparar el partido de fútbol que tendríamos el sábado o el domingo, el encuentro antes de partir en grupo a la milonga, la cancha, o para recordar las anécdotas del fin de semana.

   En todos los barrios porteños estaba ese rincón tradicional, en algunos casos en su doble vertiente de "Almacén y despacho de bebidas", separados por unos cortinados en forma de lianas, y la campanilla que avisaba de la entrada de clientes en el almacén. Y el buzón rojo de la esquina, que también servía de introito antes de mandarnos a la mesa del café para la charleta sobre el fútbol, las carreras de caballos, el noviazgo de alguno que llegaba de ver a su muchacha y los chistes que jaraneaban la reunión.

                                    


   Claro que también estaban los otros, los fecas del centro, esos que servían para matizar las noches de cine, de bailes en confiterías, a la salida de la oficina o en el regreso a Buenos Aires. Cuando vas caminando por Lavalle, la Avenida de Mayo, Esmeralda... y de pronto te encontrás con un amigo.

-¡Holaaaaa! ¿Que hacés? ¿Cuando llegaste? ¡Vamos a tomar un café y hablamos...! 

   El Café sigue siendo nuestro refugio, el lugar para expiar los pecados en la confesión íntima, los detalles de tu vida familiar, laboral, social... Y el recuerdo de los que ya no están y que compartieron momentos especiales de nuestra vida. La institución definitva de  de Buenos Aires son los cafés. Y el tango, nuestro tango, lo recuerda en muchas páginas tal cual lo sentimos, en su relación intrínseca y sentimental: 

 Entre otros: Café de los angelitos, Café Domínguez,  Café La Humedad,  Cafetín, Café de Barracas, Café, bar, billares,  Café para dos, Café Nacional, Cafecito de mi barrio, El último café...

                                  


   Enrique Santos Discépolo no podía dejar de pensar en su Cafetín de Buenos Aires. Ése que lo acogió cuando quedó tempramente huérfano, y entró en un cafetín del barrio Once, con ojos de asombro, ante la filosofía casera que descubriría allí. Era el el café Oberdam que nunca olvidaría, pero también el que le abriría sus cálidas puertas para que observase y pergeñase allí párrafos de su nuevo tango en 1948.

De chiquilín te miraba de afuera
como a esas cosas que nunca se alcanzan...
la ñata contra el vidrio
en un azul de frío,
que sólo fue después, viviendo,
igual al mío...
Como una escuela de todas las cosas
ya de muchacho me diste entre asombros,
el cigarrillo,
la fe en mis sueños
y una esperanza de amor...

   En su relato confesionario, nos describe como llena su espíritu de profundas emociones en el halo fantasmal y perenne de la vida. La singularidad exclusiva de cada ser humano.... El café, ese lugar donde se le dan sentidas vueltas a la edad y la existencia. La biblioteca portátil de nuestras emociones atrapadas en las palabras de otros. El Café es la vía ideal para sus sentimientos porque la incertidumbre no cesa nunca de minarlo por dentro. Y con su perceptiva sensibilidad, reflexiona:

                                                


¿Cómo olvidarte en esta queja
Cafetín de Buenos Aires,
si sos lo único en la vida
que se pareció a mi vieja?
En tu mezcla milagrosa
de sabihondos y suicidas
yo aprendí filosofía, dados, timba...
y la poesía cruel,
de no pensar más en mí...
 
Me diste en oro un puñado de amigos,
que son los mismos que alientan mis horas:
José, el de la quimera...
Marcial, que aún cree y espera...
y el flaco Abel que se nos fue
pero aún me guía...
Sobre tus mesas que nunca preguntan
lloré una tarde el primer desengaño,
nací a las penas,
bebí mis años...
y me entregué sin luchar...

   Mariano Mores creó primero la música. Se la pasó a Discépolo para que éste le pusiera versos. Y Mores lo toca al piano y canta en la película "Corrientes calle de ensueños" . Tania lo estrenaría y grabaría luego con la orquesta de Héctor Stamponi. La versión de Troilo con Rivero lo consagraría definitivamente. Y lo llevarían al disco numerosos intérpretes. entre otros Mores-Lucero, Pîazzolla-Fontán Luna. Astor con su Quinteto, cantando Héctor De Rosas. Fresedo-Cordó, Caló-Marino, Nelly Omar, Argentino Ledesma, Hugo del Carril, Goyeneche y otros.

   Podemos escuchar la inolvidable versión de Aníbal Troilo con Edmundo Rivero, registrada el 8 de junio de 1948. 

                                     


        Y la de Roberto Goyeneche en la película "El canto cuenta su historia", dirigida por Fernando Ayala y Héctor Olivera, de 1976.

                                         


                

                      

2 comentarios:

  1. Felicitaciones me gustan mucho sus notas. Gracias saludos

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  2. Que buen recorrido por la historia de muchos de nosotros, historia que pronto se olvidará.

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