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miércoles, 9 de junio de 2021

Gardel y Jacinto Benavente

   -Cuando estábamos en París éramos noctámbulos que nos levantábamos al mediodía. En una oportunidad, a eso de las 10 de la mañana, se me aparece Gardel y me despierta.
   -Levantáte -me dice- tenés que venir a almorzar.
    Me extrañó porque estaba a dieta.
   -Es que nos espera don Jacinto Benavente.
    
                                      
Gardel y Barbieri con Benavente en la quinta  de Roberto Casaux


    Y allí fuimos a almorzar con el dramaturgo español. Cuando se inició la conversación, Benavente dijo que nos había invitado porque le interesaba muy especialmente el lenguaje del tango. Y empezó a recordar aquello de «como con bronca y junando» y otras frases por el estilo. Le explicamos el significado y así entramos en confianza, se le soltó la lengua a don Jacinto, que era más bien reservado.
   
   Nos contó casi una historia de la semántica española asociada con ese lenguaje lunfardo nuestro, que tenía para él, raíces en Lope de Vega y en Góngora. Señaló que el "hablar al vesre" nuestro es lo que ellos llaman jerigonza. Parece que Benavente había estudiado realmente a fondo el lenguaje de los pícaros españoles, especialmente los detenidos en la cárcel de Saladero, en Madrid. Es cierto que hay una serie de palabras comunes particularmente las andaluzas. Por ejemplo guita, chamuyar o gayola que es el lugar donde se encierra al toro antes de largarlo al ruedo.
 
   -Pero lo que yo siempre supe, aún antes de escuchar sus tangos -le dijo a Gardel- es que ‘descangayar’ es un viejo arcaísmo español que significa asaltar por la calle. Y fíjese usted que a mí en Buenos Aires -agregó Benavente riéndose- me asaltaron justamente en la calle Cangallo. De manera que ese término nunca me sorprendió.
   
   Cuando nos despedíamos, Benavente le reiteró, muy efusivamente, a Gardel la importancia idiomática que encerraban sus canciones. Se imaginará la satisfacción que eso le causó a Carlos. No desperdiciaba oportunidad para decirme, muy ufano:
-Mirá, y yo que creía que era sólo un cantor y ahora resulta que también soy lingüista.
 
Edmundo Guibourg - La Opinión, 24 de junio de 1975

 

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