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domingo, 6 de octubre de 2019

Discos de Gardel

En este tango de Horacio Sanguinetti y Eduardo Del Piano, pretendo, especialmente recordar al poeta popular. Uno de los más prolíficos de aquella añorada década del cuarenta, que dejó una enormidad de títulos y que desapareció de la vida pública como un fantasma, debido a una tragedia familiar que protagonizó en primera persona. Motivo por el cual, debió escaparse a Uruguay, ayudado por gente importante del ambiente, esfumándose su rastro para siempre. No hay ni siquiera una foto suya.

Fabricó éxitos plasmados en sociedad con diversos compositores y lo cierto es que sus creaciones estuvieron presentes en las interpretaciones de las más diversas orquestas típicas y cantantes de ambos sexos. Entre sus muchos sucesos, así a vuelapluma podría citar: Tristeza marina, Nada, Por unos ojos negros, El hijo triste, Bailarina de tango,  Flor de lis, Princesa del fango, Bohardilla, Novia provinciana, Arlette, Era en otro Buenos Aires, Ivon, Palomita mía, El embrujo de tus ojos, Flor de tango, Barro... y la lista continúa pese a que sólo escribió su obra a lo largo de trece años..

                             


En este tango Sanguinetti utiliza aquella antigua costumbre de escuchar los discos de Gardel en el tocadiscos como una vuelta de tuerca a historias que dejaron huellas y cicatrices al protagonista, en el devenir del tiempo. A la vez Gardel pasa a ser una especie de antídoto al inexorable olvido. La dialéctica acción-reacción.  Cómo ahogar su melancolía, disfrutando a la vez y sintiéndose vívido en sus recuerdos por la gran interpretación del cantor, en el alto voltaje de su imaginación.

No siento tanto que mi vida es triste y sola
cuando escucho en la victrola
viejos discos de Gardel.
Los tangos del ayer
reviven sin querer
amores marchitados por el tiempo.
Y casi olvido que mis sienes están grises
escuchando Cicatrices,
Nunca más o Un tropezón.
Y trae la emoción
amarga del dolor
el tango No te engañes corazón.

Evidentemente cita temas  que reverberan las peripecias emocionales del personaje. Como un conjuro de la afirmación de la vida cuando algunos sueños se han roto y queda el poso. Reflexiona sobre la vida, sus ilusiones y sus fracasos. La victrola y Gardel martillan su corazón y sus recuerdos. La impotencia de contemplar la tribulación de la mujer, como una deriva natural del fracaso del amor.

Dice la voz
sentimental:
Mi Buenos Aires querido...
Y regresan los recuerdos
de mis vueltas por la vida
y de aquella vieja herida
de un amor.
En cada tango su huella...
En cada tango mi estrella...
Y por eso mi alma llora
cuando escuho en la victrola
discos de Carlos Gardel.

                                 


La materia dócil de la memoria, regresa por  la magia artítisca del gran cantor. Es un doble cauce, un doble efecto. La emoción de escucharlo y lo que, además, influye en su ánimo y su nostalgia. La representación de la vida y sus evanescentes retornos. Y no le pasaba solamente a este poeta popular que sabía embocar frases y formas... Muchos nos sentimos retornando al pasado con ciertas canciones. Ese mosaico de realidades e imágenes que enfocan tiempos diversos, surgen del sentimiento y al vestirse con el ropaje musical, borronean, convocan olvidadas ilusiones y amarguras.

¡Los discos viejos me recuerdan tantas cosas!
Calles viejas y barrosas
que ha olvidado el corazón...
La pálida canción
con cálida emoción
me lleva por la sombra de otro tiempo.
Es un puñado de recuerdos desteñidos
que del fondo del olvido
vuelven hoy a revivir.
Nostalgias de un querer,
el barrio del ayer
y rostros que ya nunca han de volver.

Hay varias versiones de este tango y a mí me gusta mucho la interpretación de Ricardo Tanturi, su orquesta y la voz de Enrique Campos que le da vuelo a los versos de Sanguinetti (Horacio Basterra). Lo grabaron el 3 de mayo de 1945. ¿Lo escuchamos?

                                 

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