Hace aproximadamente un año que aprendí a bailar tango y fue así que tomé mi primera clase en la Academia de Susana Miller y Ana María Schapira. Grande fue mi sorpresa cuando lo primero que me enseñaron, además de la postura, fue abrazarme a un señor.
El tiempo trnscurrió y muchos de los compañeros con los que empezamos, nos encontramos hoy en el grupo de avanzados. Sin embargo no todo fue tan fácil, y en general todos tuvimos que vencer ciertas dificultades o inhibiciones.
Pero las idas y vueltas nos permitieron finalmente incorporar la técnica y actualmente este bailar "abrazados" se encuentra dentro del orden de lo placentero y, por qué no, mágico.
Mi actividad laboral se desarrolla dentro del campo de la psicología clínica y últimamente, a través del trabajo institucional, he tenido la posiblidad de coordinar talleres con pacientes incluyendo técnicas corporales.
La inclusión del cuerpo dentro de la psicoterapia fue abriendo puertas y muchos de los pacientes tuvieron logros con sólo aprender a escuchar "lo que el cuerpo dice". Sabemos que la historia de un individuo no sólo está escrita en su psiquis y fue en función de esta idea que me puse a pensar que este "abrazo milonguero" conlleva en sí mismo algo que nos permie también rescatarnos de una serie de cosas.
Y sin ponerlo en términos técnicos, ya que no hace el objetivo de estas líneas, cuando nos abrazamos a "alguien" para "bailar", se produce un intercamio corporal. Aprendemos a escuchar el cuerpo del otro y también a conectarnos con nuestras propias corazas.
Debemos decodificar el lenguaje del otro cuerpo y lograr así una armonía de comunicación a través de su acercamiento que, desexualizado en su fin, transmita una corriente de ternura.
En este momento en que la institución de pareja se encuentra algo alaterada, muchos de los que bailamos tango, pasamos por períodos de soledad. Quién sabe, nuestros hijos son grandes, o no hay hijos y el contacto corporal con otro no existe.
Es así que, a través de las clases, las milongas, en esos minutos de abrazo y movimiento, se despliega lo que tiene que ver con el "sostén", sostener y ser sostenido, otro nos devuelve la conciencia de nuestro cuerpo, el calor, la armonía.
Lo demás lo hace la música. Pugliese, D'Arienzo, Di Sarli ponen su magia y nuestro cuerpo se mueve más allá de un mecanisismo como si también en ese instante nos estuviéramos, una vez más, abrazando a la vida.
Y entonces nuestra cotidiana individualidad cobra vuelo, trascendiendo los propios límites y cada uno elige su lugar favorito de destino como en un sueño del que se despierta, pero al que siempre se puede volver.
Gloria Schlieper (Revista "El Tangauta" Abril del 2000)

.jpg)
No hay comentarios:
Publicar un comentario