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jueves, 16 de octubre de 2025

EL HOMBRE DEL TANGO

  De pronto, caminando por cualquier calle, le llega nítido el sonido de un tango propalado desde el parlante de de una disquería. "Pará... pará". se dice a sí mismo. Y se detiene. Entrecierra los ojos, se aísla en su mundo interior y ya nada existe para él, como no sea la melodía que baña dulcemente su alma.                                                                                        -Ésta es la jaula del japonés Pichuco -monologa para sus adentros- . Fraseo limpito, como si la bandola, en lugar de tocar, estuviese hablando...                                                                                                                                                                                                                  Moviendo apenas  los labios, canturrea el poema al compás de la música: "La esquina del herrero, barro y pampa...". Cuando concluye el disco, reemprende la marcha. Pero ya es otro tipo, algo así como la reencarnación del muchacho que fue en el 40.

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  Ahora va cargado de nostalgias y no advierte lo que a su lado pasa...  "¿Vos sabés que muchas veces no le puedo dar la cana si es un pibe o una piba con la melena larga, la blusa de colores, los lompas de lona y los mocasines? Porque el uniforme es el mismo en un caso o en el otro...".

   Ëste es el hombre del tango, aferrado a muerte a su berretín y enemigo furibundo de los nuevos ritmos. Vive para el recuerdo, se retrotrae al pasado, evoca sin pausas y tiene dioses propios: Gardel, Angelito Vargas, Fiorentino, Cobián, De Caro, Di Sarli, Troilo, Pugliese, D'Arienzo, Fresedo.

   Incluso ha aceptado en el cielo de sus adoraciones a Pirincho Canaro. "Sí, la orquesta parecía un poco la banda de un pueblito, pero, ¿qué querés?, tocaba tango y, además tenía a Minotto. Ése sí que era un fueye que obligaba a descapelarse...".

   Es, por otra parte, la historia viva del tango. Conoce de pe a pa todas las peripecias y vicisitudes de sus héroes musicales. "¡Qué me vas a decir a mí!... El negro Frontera era violinista de Vicente Flores en un café que estaba frente a la Plaza Flores, precisamente. Y pa' que lo sepás: Nicolás Vaccaro fue pianista de Arolas en un cabaret de la calle Corrientes, donde hasta hace poco tiempo "La Emiliana" ofrecía morfi tupido a los que andaba con ganas de lastrar". 

Y sigue acopiando datos y nombres hasta nunca acabar. El hombre del tango provoca la impresión de que se hubiese abroquelado contra las cosas del presente y siguiese firme en la época de sus amores y admiraciones juveniles.

-"¡Ah, que tiempos aquellos - suspira con añoranza- cuando con quince guitas que valía un café, lo escuchabas toda la noche a Anselmo Aieta en el Nacional...!".


JOSÉ BARCIA ("Tango, Tangueros y Tangocosas".)


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