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domingo, 17 de junio de 2018

José María Rizzuti

Escrutando esa parte de la historia del tango menos conocida, da gusto recordar a personajes que fueron muy importantes en el evolución del mismo y, en este caso concreto, junto a otros como Delfino, Francisco de Caro, o Cobián,  en la jerarquización musical del piano dentro del marco colectivo de la Orquesta Típica. El piano es el instrumento que más se asemeja a una orquesta, de todos cuantos existen y Rizzuti supo explotar la escuela que traía de casa.

Porteño del barrio de San Cristóbal, su padre, músico, lo animó a anclarse al dientudo, y rápidamente el niño constató su querencia por la música y el piano, que estudió en una Academia, sumado a las enseñanzas paternas. Y el tango lo contaría pronto en sus filas porque con 20 abriles carnavaleros debuta en la orquesta de Juan Bautista Guido, El lecherito, en un bar del barrio de Barracas.

José María Rizzuti
                                 
Mostró sus credenciales en ese territorio sonoro, lo que le serviría de correa de transmisión para que sus aptitudes fueran apreciadas por Ricardo Brignolo que lo lleva a su formación, y Eduardo Arolas, con quien actuaría en Buenos Aires y Montevideo. Lo descubre Osvaldo Fresedo, cuando Rizzuti estaba actuando con Pedro Maffia, Julio De Caro y José Rosito. A Fresedo le gusta mucho la atmósfera creativa que destila Rizzuti y lo contrata para su orquesta junto con De Caro.

Vale la pena anotar que el pianista de San Ccristóbal fue de los primeros en su especialidad en cultivar  los solos de  ocho y de dieciseis compases dentro de la masa orquestal. Su pulsación redundó decisivamente en el resultado final de la orquesta y Fresedo lo comprobó en las tres oportunidades que lo tuvo en su conjunto, durante un total de ocho años.

Además de sus innegables méritos como músico, Rizzuti destacaría como compositor canónico, de los de sabia y vieja escuela. Su primer tema fue Carpincho, que llevaría al disco la orquesta de Roberto Firpo en 1921. Crearía algunas páginas realmente bellas y a mí me encanta especialmente su tango Cenizas, que grabara Fresedo con su orquesta en 1923, pero especialmente en la bella interpretación de Aníbal Troilo y su formación, que lo llevó al disco el 24 de noviembre de 1950.

También destaca su tango El cisne, que en una versión impecablemente milonguera registrara Juan D'Arienzo al frente de su conjunto en 1938.  Curiosamente, uno de sus éxitos más sonados fue El tarta, tango que realizara con versos de Emilio Fresedo. Lo grabó D'Arienzo con Alberto Echagüe y fue un gran suceso, vendiendo discos a montones.

Vale la pena destacar que Carlos Gardel, que lo apreció mucho, grabó  cinco tangos suyos: Bésame en la boca -versos de Eduardo Calvo-, Canción de cuna y Volvé mi negra con José Díaz Gómez, Desilusión -letra de Julio Bonet-, y Hollín, con Amadeo Canale. Y entre sus variadas composiciones también resaltan temas como Pasión, Queja melodiosa, Adiós para siempre, Como un sueño, Linda francesita, Se van a armar,  o El último beso.

En su exitosa y muy apreciada carrera también pasó por orquestas como las de Luis Petrucelli, Carlos Marcucci, Julio De Caro. Incluso tuvo orquesta propia que concitó aplausos en el Café Nacional,  formó dupla con Roberto Ray, también con Daniel Álvarez,  y en todos los casos dejó patente su alma de artista. Esa elegancia tan natural y su estilo tan apreciado que hoy se mantiene en una radiante sombra, cuando aparecen sus solos de piano en la orquesta de Fresedo o lo exhuman los  historiadores de tango. Se retiró temprano para dedicarse a la enseñanza.

En 1933 interviene n la película "Los tres berretines, protagonizada por Luis Sandrini. En la misma, Rizzuti integra un trío con el dieciochoañero Aníbal Troilo en fueye y Aníbal Tagliaccozo en violín. Interpretan el tango "Araca la cana", de Mario Rada y Enrique Delfino, que canta Luis Díaz. Es la escena que les invito a ver.

                                      

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