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miércoles, 23 de abril de 2014

El Cachafaz

Sus mentas de bailarín trascendieron a su tiempo y siempre se lo recuerda, aunque no haya documentos fílmicos que lo muestren en plenitud. Apenas un par de apariciones brevísimas en las películas Tango (1933), y Carnavales de antaño (1940). En la primera baila con una jovencita Carmencita Calderón y en la otra dirigida por Manuel Romero, con Sofía Bozán, que no era bailarina.

Con esa costumbre tan porteña de poner apodos a la muchachada, a él lo simbolizaron con ese vocablo que allá se usa para definir al descarado o pícaro. Y su pinta lo ayudó para el mote. Como El Tigre Millán ("Picao de viruela, bastante morocho, / encrespao el pelo lo mismo que mota") que definiera Francisco Canaro, este hombre de Boedo, hijo de francés y cordobesa, criado en un conventillo de Independencia y Boedo, cargaba con esos rasgos.

                                           


Como todo personaje que ingresa en el marco de la leyenda, muchas de las cosas que se cuentan sobre sus hazañas, orillan el umbral de lo agrandado o deformado. Se dice que en el barrio solía armar líos y crearle problemas a sus padres. Pero quienes han vivido en el sur porteño, en aquellos infrahumanos falansterios, conocen las humoradas y picardías que las barras de muchachos urdían para mejorar las tristes vidas que sobrellevaban sus progenitores. 

Es fácil imaginar que Ovidio José Bianquet -su nombre- no tuvo profesores de tango más que la mescolanza con los más grandes para urdir pasos y seguir las melodías de aquellos tangos iniciáticos ya que en 1900, él tenía apenas 15 años. Y sacaba todo con gran facilidad. Época tumultuosa, que Francisco Canaro en sus Memorias, recuerda así:

                                           


-Al independizarme de Vicente Greco, formé un terceto con José Martínez como pianista y Pedro Polito en el bandoneón. Con este flamante conjunto debuté en el teatro Olimpo, situado en la calle Pueyrredón 1461. En 1915 la sala se transformó en Academia de Baile, donde se abonaba diez centavos por pieza para bailar y, al efecto, la Empresa, para dar mayor ambiente a su finalidad tenía contratadas varias bailarinas. (...)
Concurría con suma frecuencia a los bailes del Olimpo un personaje que ya gozaba de cierta popularidad: Benito Bianquet "El Cachafaz" (n. de la r: lo de Ovidio es otra muesca para su leyenda), a quien no se le cobraba la entrada, porque era una verdadera atracción; cuando él bailaba, la concurrencia entusiasmada le formaba rueda y él se floreaba a gusto haciendo derroche en las figuras del típico tango de arrabal. Puede decirse sin temor a hipérbole, que "El Cachafaz" fue indiscutiblemente el mejor y más completo bailarín de tango de su tiempo. No tuvo maestro de baile, su propia intuición fue la mejor escuela de su estilo. Era perfecto en su porte, elegante y justo en sus movimientos, el de mejor compás, en una palabra. El Cachafaz , en el tango, fue lo que Carlitos Gardel como cantor: un creador; y ambos no han tenido sucesores, sino imitadores.

                                           
El Cachafaz con Sofía Bozán

  Está claro que Pirincho no fue bailarín y que esta exégesis debemos tomarla como propio de alguien que admira algo que no domina, pero no olvidemos que con el tiempo, Canaro siempre tendría en su espectáculo a parejas de bailarines como Miguel Bucino y su compañera, Lalo y Julia Bello, etc.
Carmen Micaela Riso de Cancelieri, más conocida por Carmencita Calderón (apellido de su abuela materna) formó con El Cachafaz, el dúo más taquillero de su época. Debutaron con la orquesta de Pedro Maffia en el Teatro de San Fernando y con Francisco Canaro desfilaron en los escenarios de numerosas provincias y países.

Cuando hablé con ella y la pinché a propósito  diciéndole que había bailarines mejores que El Cacha, saltó como leche hervida.
-¡Por favor, no diga eso! El cacha fue el más grande de todos. Nadie puso inventar tantos pasos como él. Y ninguno igualó su elegancia.
El Cacha le llevaba 16 años de diferencia,  la trataba de usted y le presentaría en "su oficina" -una mesa del Café de Corrientes y Talcahuano-, a Carlos Gardel, Enrique Muiño, Elías Alippi, Tito Lusiardo y otras figuras de la época. Fue su última pareja. Bailaron juntos casi 10 años y Bianquet entraría definitvamente en la leyenda el 7 de febrero de 1942, cuando cayó víctica de un síncope cardíaco, en su camarín del Rancho Grande de Mar del Plata, apenas momentos después de haber bailado en el escenario el tango Don Juan, con ella. Tenía 57 años.

El Cacha con Carmencita Calderón
En su curriculum estiban numerosas anécdotas de todo calibre. Incluso viajes a Estados Unidos y Europa para dar clases, todo un adelantado en ese sentido. Alguna vez conté que el autor de tantos tangos famosos, Santiago Adamini, era también milonguero y en una oportunidad, estando ambos en una sala de baile, el Cachafaz le dijo que andaba "mal de fondos". Adamini que llegaría a ser presidente de SADAIC, fue a ver a Anselmo Aieta y le pidió que lo incluyera al Cacha como compositor de Tras cartón, un tango que acaban de componer entre ambos, para que se ganara unos pesos. Aieta accedió de inmediato y enseguida lo grabarían Francisco Canaro en forma instrumental y Carlos Gardel, para ayudarlo.

Y para terminar esta semblanza del Cachafaz, voy con otro recuerdo de Canaro de los años 15/16.

                                     


-Los sábados y domingos pasábamos a tocar en un salón de baile de la calle Granada (Hoy Boulogne Sur Mer), entre Viamonte y Tucumán y donde ganábamos cinco pesos cada uno. Luego se puso difícil y pasamos a ganar cuatro pesos por noche; pero nosotros seguimos tocando a pesar de que, además de trabajar arriesgábamos  la vida, porque en esos locales de baile era frecuente que se armaran broncas descomunales.  Precisamente, recuerdo  que una noche hallándose en una mesa El Cachafaz con "El Paisanito" y otros amigos, apareció otro bailarín de tango, "El Rengo Cotongo, guapo el hombre y según decían de averías y de mal vivir; lo acompañaban otros sujetos de pinta no muy recomendable, quienes se se ubicaron en una mesa próxima a la de El Cachafaz. El Rengo Cotongo traía también a su compañera de baile. 

-Empezaron a beber en ambas mesas, y entre baile y baile lanzaban indirectas alusivas a El Cachafaz, y se originó un desafío. Querían dilucidar y dejar sentado cuál de los los dos era mejor bailarín. Se concretó la apuesta y el primero en salir a bailar fue El Rengo, quien pidió que tocasen El entrerriano. El apodo le venía porque rengueaba de una pierna, pero en realidad bailando no se notaba la renguera (...) Salió el famoso Rengo haciendo filigranas, aclamado por la barra que lo acompañaba y por los contertulios que simpatizaban con él y terminó la pieza entre grandes aplausos.

...Y le tocó a Cachafaz, quien pidió que tocasen "El  choclo". Salió con su garbo varonil y con su postura elegante haciendo con los pies tan maravillosas "fiorituras" que sólo faltaba que pusiera su nombre, pero dibujó sus iniciales entre atronadores aplausos y "vivas". Al verse El Rengo y sus compinches desairados en su desafío, ahí nomás empezaron a menudear los tiros y se armó la de San Quintín. En medio del barullo nosotros no sentíamos más que el ¡Pim, paf..pum!... y las balas pegaban en las chapas de hierro que cubrían la baranda del palco donde nosotros tocábamos, viéndonos obligados a echar cuerpo a tierra hata que amainó el escándalo con la presencia de la policía que arreó con todo el mundo a la comisaría...

Y podemos ver esta escasa secuencia donde baila El Cachafaz con Carmencita en la película Tango, entre otros parejas, con el estilo de entonces.

                                    


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