Translate

domingo, 21 de abril de 2013

Edmundo Rivero y sus historias

Los que tuvimos la suerte de alcanzar a conocer la Corrientes tanguera, el centro porteño donde se cocinaba la música popular de Buenos Aires, bailar en las confiterías céntricas con aquellas orquestas o verlas actuar, sentir aquella ansiedad romántica que jugaba su desvelo a la aventura, nos sentimos reconfortados e identificados con lecturas que reflejan ese rumor de época. Por eso hoy lo traigo al gran Edmundo Rivero que en su libro autobiográfico reseña viejas anécdotas. Como ésta por ejemplo:

                                                         
Horacio Salgán y Edmundo Rivero. Ernesto Baffa en el fueye


Toda esa increíble fiesta

Parecía que ninguna fuerza del mundo fuera capaz de parar la música en la calle Corrientes de aquellos años. Era la fiesta de las fiestas: la noche tenía toda una corte de arlequines y polichinelas, de colombinas y marquesas, de príncipes engañosos y de payasos sinceros. Eran los últimos años del cabaret al viejo estilo, de la milonga. Buenos Aires los despedía con todos los honores.
       Mi debut con Troilo fue en el Tibidabo, en plena avenida; uno de los tres mayores cabarotes de la época. Los otros dos fueron el Chantecler y el Marabú, que estaban pegados a Corrientes pero en transversales: el primero en Paraná y el otro en Maipú, como marcando fronteras al norte y al sur.
      En todos lados el rey era el tango. Aun cuando compartiera los escenarios ocasionalmente con orquestas de otros géneros, ni por asomo le podían restar público ni aplausos. Había tango hasta de día, casi en cada puerta de Corrientes. Además del viejo Nacional, florecían Tango Bar, Marzotto, La Armonía, boliches exclusivamente tangueros. Cada uno tenía su propio público, cada orquesta sus propios y seguidores hinchas y lo mismo sucedía a veces con los cantores o con algunos instrumentistas.
      Entre tanto prócer que vieron aquellos años, figuras que hasta hoy siguen brillando, había también casos pintorescos, personajes que buscaban la atención del enorme público tanguero, pero por medios extraños. entre ellos recuerdo tres cantores: el de la voz de acero, el cantor sin piernas y el cantor gorila.
      El de la voz siderúrgica era, según él, quien tenía el record de permanencia en el canto. Decía poder atormentar a la gente un día seguido, pero creo que nunca encontró interesados. Una vez le siguieron el tren en el Tango Bar y le dijeron que pidiera el tipo de acompañamiento. se despachó con poco: 40 guitarristas, eso sí, 20 vestidos de smoking negro y 20 de blanco. Se lo prometieron y le aseguraron que la prueba se iba a transmitir por onda larga, corta y "cortita".
      Allí mismo, en el Tango Bar, en una noche medio de "entre casa", lo dejaron subir al palco y cantar. Durante toda la pieza tenía la mano derecha escondida detrás de la espalda y, al terminar, hacía aparecer un globo. Inmediatamente, para sorpresa de todos, lo pinchaba. Según él era una manera de hacer saber que había concluido, una especie de "Fin", pero audiovisual. El cantor de la voz de acero era un precursor.
      Lo malo fue que esa vez, no hubo modo de hacerle entender la broma y quería cobrar. Le habían hecho un contrato de grupo y pretendió hacerlo valer en la comisaría. Después le explicaba a Troilo: "Yo sé que usted me anda buscando, pero no quiero sacarle el pan a ese muchacho Rivero, tiene tres hijos..."
      El cantor sin piernas era más sencillito, auténtico. Lo único malo es que le gustaba entrar en escena haciendo bandera. El gran efecto lo daba al aparecer a toda velocidad en uno de esos carritos hechos con madera y rulemanes, una especie de patineta que hacía avanzar como remando con dos tacos. Tomaba envión entre cajas, giraba, y en cierto momento parecía que se iba a caer del escenario, pero no. Había un tope de goma que el público no veía, en el que el carrito topaba siempre. Mejor dicho, casi siempre, porque una noche le hicieron el mal chiste de retirarle el taco de goma. Mejor no contar más...
      Otro famoso fue el gorila, también un semiinválido por parálisis de piernas, que había descubierto su yeite. Entraba vestido con un casi perfecto disfraz de gran mono, descolgándose desde lo alto de La Armonía por medio de una soga que habían disfrazado también, pero de liana. Muchos lo deben recordar; incluso no cantaba mal el "gorila", pero lo memorable era aquella aparición que, no hace falta decirlo, no tenía un pito que ver con lo que el hombre venía a decir después: la historia de Estercita o de Ladrillo.
      Qué importaba. Creánme que de veras, por esos años, Corrientes daba para todo.

                                                                                                 Edmundo Rivero

                                         


Y después de esta genial pintura de la Corrientes noctámbula por parte de uno de los más grandes intérpretes que ha dado el tango, nada mejor que escucharlo cantar a él. En primer término, con el Trío de Ernesto Baffa, el tango de Homero Manzi y Hugo Gutiérrez: Torrente, que grabaron en 1980. Y a continuación, el vals de Enrique Maciel y Enrique Pedro Maroni: Por una mujer. Lo grabó acompañado por guitarras, el 5 de agosto de 1953.


Torrente - Rivero-Trío Baffa.

Por una mujer - E. Rivero con guitarras
     

4 comentarios:

  1. Edmundo Rivero tenía una hija de nombre Susana? Leí por ahi que la chica se había suicidado cuando murió su padre. Fué al Colegio Ward de Ramos Mejía y estudiaba turismo

    ResponderEliminar
  2. Hola Jose! Quisiera consultarte sobre Edmundo Rivero. Sabe si el vivió en Ramos Mejía? Y si es así cuándo y cuál es la fuente? Te lo consulto porque sé que hace unos años entraron a una casa de Ramos a robar sus pertenencias, salió en las noticias pero él realmente llegó a vivir en esa casa? Me encantaría saberlo.
    Gracias. Saludos :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sinceramente no puedo responderte con certeza. Pero, en principio te diría que no. Al menos por lo que yo sé.

      Eliminar