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lunes, 30 de junio de 2025

Adiós arrabal

Este tango cuyos versos se sumergen en el suburbio, sigue goteando en nuestros cuores, bailándolo en las milongas o escuchándolo en el ordenador y el reproductor. Porque tiene todos esos  matices que hemos conocido en nuestros barrios porteños, en el suburbio y en aquel sustrato bohemio, aniquilado por la globalización materialista y el adoquinado bacheado por el tiempo.

He contado que Ángel D'Agostino venía muchas veces a buscar a su sobrino Coco D'Agostino, compañero mío en el Diario "La Razón". Y Coco me avisaba: "Viene mi tío, dale bajá conmigo así nos acompañás y chamuyás con él...". Tomábamos un café en la esquina del diario y luego caminábamos por Florida. Él, de traje, corbata y sombrero, con las manos  unidas en su espalda.

                                          

 

Una de aquellas tarde-noches le tiré mi halago por "Adiós arrabal", exitazo suyo con Angelito Vargas. Y D'Agostino me fue contando que el tango se lo trajo un amigo uruguayo, dado que era de los orientales Carlos César Lenzi (el de "A media luz") y el pianista Juan Baüer -nacido en España-. Lenzi decía que Gardel estaba enamorado de este tango compuesto en 1930, lo cantó varias veces y no lo grabó porque lo reservaba para una película suya.

D'Agostino me explicaba: "Hay una grabación de Julio De Caro, realizada en 1930 con el cantor Pedro Lauga, que fue la que más me me inspiró.... Conseguí la partitura y lo estuve tocando en el piano para ver si le encontraba la vuelta y me salió lindo. Le dí unas vueltas, le hice el arreglo y luego lo fuimos ensayando con Vargas para incorporarla al repertorio. Con él todo salía fácil, la ubicación de esa voz módica en la piel de cada tango... la caída en la justa cuadratura".

                                   


 

Y se convirtió en uno de los tangos que más éxito tuvo en la orquesta. "Yo soy milonguero - decía D'Agostino-, siempre lo fui en el mejor sentido del término...". Y ello explica la marcación que nos conduce en la pista, especialmente en tangos como éste que fue uno de sus mayores éxitos.  Los versos de Lenzi nos van llevando de la mano... 

Mañanita arrabalera,
Sin taitas por las veredas
Ni pibas en el balcón.
Tus faroles apagados
Y los guapos retobados
En tu viejo callejón.
Yo te canto envenenao,
Engrupido y amargao
Hoy me separo de vos.
Adiós, arrabal porteño,
Yo fui tu esclavo y tu dueño
Y te doy mi último adiós.

El baile "Rodríguez Peña"
El Mocho y el Cachafaz,
De la milonga porteña
Que nunca más volverá.
Carnavales de mi vida
Noches bravas y al final,
Los espiantes de las pibas
En aquel viejo arrabal.

 Madrecita, yo fui un reo,
Y en tus brazos hoy me veo
Lleno de felicidad.
Dime, mi buena viejita,
Dónde está mi noviecita
Que no la puedo olvidar.
Hoy yo vuelvo arrepentido,
Hecho más hombre y más bueno
A la vida del hogar.
Perdoname, que tu hijo,
Tiene un pensamiento fijo
Y nadie lo hará cambiar. 

Esa grabación del 9 de septiembre de 1941, o sea 84 años más tarde, nos produce una especie de emoción como si el cuerpo buscara acompañar a la música y los versos... Y nos llevar a pensar como aquellos que batían . "Todo tiempo pasado fue mejor...", aunque  no sea real.

                                   


 

 

 


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