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martes, 11 de julio de 2023

    

Yo sé que aunque tu boca me enloquece                                                                                            besarla está prohibida sin perdón. 

   Soy una víctima quizás de las cosas demoradas, no vividas en plenitud. Quizás por eso te resulte un tanto nefelibata. Y te conmueva mi presunta exotiquez, porque me enamoro de tus ojos negros, maliciosos y sabios. O me encandile tu rubescente vestido enflorecido.

   La pintura ahonda en las geometrías del dibujo y también en las de alma. Entre el alboroto de formas, somos morosos observadores de las cosas pequeñas. Tus cejas gatescas invitan al gaudeamus tanguero, por eso se busca mi sombra en tu sombra. Como persigue mi parte hombre a tu parte mujer y tu parte hombre a mi parte mujer. Y aunque tengamos destinos divergentes no quiero cauterizar el deseo. Al fin, en una especie de vaudeville, integramos el escuálido lote de hombres y mujeres que contemplan la vida más allá de la estrecha celda de su calamidad. Los tecnosexuales teatralizamos el sentimiento. La negación emocional de la sexualidad impide el cosquilleo inquietante que nos atrapa en este juego virtual-real de la conquista.

De otro brazo andarás por la vida,                                                                                                        pero tu alma estará donde estoy...



   La larga vigilia hurga reiteradamente en las oscuridades de nuestra naturaleza. Persigue los paraísos perdidos intentando trasmutar sentimientos. El transformismo va mucho más allá de interrogaciones teóricas. Al abrazarte en el baile vuelvo a sentir las pulsaciones de la esencia de la vida. Como Parménides, me siento una eleata que entiende que el mundo visible es solo una apariencia. Yo vengo de Tecnochtilán y si los vencidos le entregaron a Malinche al conquistador, me niego a ser rehén de ningún hombre y estos momentos contigo obran a modo de lenitivo a mi largo cautiverio. Me identifico con la frase barojiana: “Todo menos convertirse en un animal doméstico”. El tango destapa el pudor de mi melancolía y no me siento en absoluto atornillada por las constricciones formales. Sin la frontera física se impone la imaginación.

El deseo nos junta                                                                                                                                         y el honor nos separa...

   ¿Recuerdas cuando un misántropo Beethoven estaba a punto de suicidarse por su sordera y su soledad? Una joven vecina ciega le gritó: “¡Daría cualquier cosa por ver la luz de la luna!”. Ese hecho cambió radicalmente su vida y le llevó entre otras cosas a componer el famoso Claro de luna. Yo también sueño con ese prometido cielo platónico que pregonaba Netzahualcójolt, nuestro rey de Texcoco, que impulsó la ciencia, las artes y cultivó la poesía. Pero las operaciones que dilaceran a mansalva mi cuerpo, son menos cruentas que las cicatrices del amor. Porque éstas se instalan en el alma, quitan el hambre y dilatan las pupilas. Y mientras floto en la nada, imagino que me transformo en un eunuco y la melodía y tus labios me despiertan el deseo insatisfecho.

Ni es culpa si este amor que está prohibido                                                                                              a ha entrado en nuestras almas sin llamar.


   Debes saber que el baile desnuda el espíritu, tanto como el cuerpo. Se baila de acuerdo a la índole personal. A la manera de Rilke puedo decirte con el pensamiento mientras danzamos: “Que florezca al llanto que no aparece a simple vista”. Estas pulsiones indescifrables responden a adherencias y olvidos. A destinos convertidos en fulgentes pavesas de ilusiones. La oscuridad, refugio natural de la tristeza, está muy bien reflejada en las letanías oracionales de ciertas letras de tango, sin el escolio agregado; y en el rezongo amargo del bandoneón, que no han desperfilado el tiempo. Esos poemas envueltos en melodías clavan una flecha en el centro de nuestra realidad.

tu destino es quererme                                                                                                                                  mi destino es quererte.


 De jóvenes amamos el misterio, las conspiraciones, los mensajes codificados, el enigma que sólo nosotros podemos resolver. Nos sentimos como Zeuxis, el pintor griego de la eternidad. Luego viene la larga vigilia, las efímeras felicidades y la vida entre sofocones te descubre instalada en un orden inalterable, como el de las estrellas. Destajos de rutinas, pesadillas, el amor a toda costa, promiscuos innómines yuxtaponen pasado y presente. Imposturas de la belleza y el olvido, periplos de superviviente.

La vida es un tango.                                                                                                                                    El destino es más fuerte                                                                                                                              que el prejuicio, el deber y el honor...   


(De mi libro ArTango, con pinturas de Isabel Carafi)  


       

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