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viernes, 1 de octubre de 2021

La violeta

    Un tango entrañable, sentido, descriptivo, lleno de sentimiento.  Era la época de la gran inmigración que llegaba en barcos atiborrados de italianos, españoles y otras nacionalidades que arribaban con sus escasas pertenencias al puerto porteño. La nostalgia, la morriña, las lejanías familiares, los amigos, todo ello provocaba sensaciones pesarosas en los habitantes de la nueva tierra donde echarían semillas y se radicarían para siempre.

   Nicolás Olivari, autor de los versos, fue periodista, escritor, poeta, guionista teatral, y también tanguero. Estuvo enrolado en los dos grupos literarios que se alinearon en aquella Buenos Aires de 1920 al 40: El de Boedo y el de Florida (Martín Fierro). Fue profesor de literatura y de castellano. Con su libro "La Musa de la mala pata" abrió un canal nuevo, revolucionario, por su concepción poética. Fue editado en 1926 y provocó todo tipo de comentarios.

                                      

Nicolás Olivari en su época joven y ya era periodista de fuste

   En la Dedicatoria del mismo dice: "Dedico este libro, grotesco, rabioso e inútil, a todos los empleados de Comercio de mi ciudad. Pobres seres canijos y dispépticos que nunca conocieron el amor y dividieron la vaguedad sentimental de sus vidas entre el cinematógrafo de barrio y la magnesia calcinada de Carlos Erba. Pobres seres que huelen los versos y mastican la 5ª edición de «Crítica» mientras limpian sus lapiceras en el lamentable relieve de sus traseros afilados por la inminencia de la patada patronal".

   Fue uno de los escritores que fundaron la Academia Porteña del Lunfardo. Otros libros suyos de poesía y cuento fueron, por ejemplo: Carne al sol, El gato escaldado, Los poemas rezagados, ,  Diez poemas sin poesía, La amada infiel, La mosca verde,  Pas de quatre, El hombre de la baraja y la puñalada, El almacén, La mala vida, La noche es nuestra, Los días tienen frío,  Un negro y un fósforo, Novela parroquial de Buenos Aires y su último trabajo, en el que saca a relucir su amor, el sentimiento por la ciudad en la que vivió sus 66 años: Mi Buenos aires querido. 

                                             


   Hoy me toca referirme a su nostálgico tango del título. Escribió los versos de La violeta en 1929, y en comunión con Cátulo Castillo -autor de la música- lo sacaron a la palestra rápidamente estrenándolo el cantor Roberto Maida por Radio Nacional (la que luego sería radio Belgrano), acompañado por sus guitarristas. Gardel lo grabaría un año más tarde. Luego entraría en el repertorio de orquestas y cantores.

   El propio Olivari (Firmaba a veces como Diego Arzeno) recordaba cómo se produjo la idea de este tango: 

-A pesar de mi intensa vida de periodista, nunca tuve la suerte de conocer personalmente a Carlos Gardel. La letra de "La Violeta" la escribí en un mesón antiguo de este Buenos Aires, comiendo con Cátulo Castillo, por una apuesta. Y nació al hilo, entre los spaghettis y el vino. Primeramente lo grabó Maida y luego Gardel; para mí es un motivo de orgullo personal esta distinción sin igual. Fue Cátulo quien se encargó de hacerlo grabar. 

                                   



   En la partitura original de este tango, Cátulo y Olivari dejan esta dedicatoria que cita precisamente al lugar donde se desarrolla el aguafuerte que pinta el drama del inmigrante: 

   -Al marqués Enrique González Tuñón, en agradecimiento a las tantas y tan sabrosas cazuelas de pescado con que nos habéis invitado a aquella cantina italiana de la Chacarita, musa macabra de este tango, os lo dedicamos. Conserva aún reminiscencias de pizza y queso provolone. Cantadlo, tocadlo, silbadlo; tuyo es. Los autores.

Con el codo en la mesa mugrienta
y la vista clavada en un sueño, 
piensa el tano Domingo Polenta
en el drama de su inmigración.
Y en la sucia cantina que canta
la nostalgia del viejo paese
desafina su ronca garganta
ya curtida de vino carlón.

Ë...! La Violeta, la va, la va, la va, la va...
La va sul campo che lei si sognaba
ch'era su gigin, que guardandola staba.
Él también busca su soñado bien
desde aquel día, tan lejano ya,
que con su carga de ilusión saliera
como La Violeta que la va... la va...

Canzoneta de pago lejano
que idealiza la sucia taberna
y que brilla en los ojos del tano
con la perla de algún lagrimón...
Lo aprendió cuando vino con otros
encerrado en la panza de un buque,
y es con ella, metiendo batuque,
que consuela su desilusión.

(Gigin: término genovés equivalente al italiano "gingilino": galanteador)


   Aníbal Troilo lo grabó en 1951, cantando Jorge Casal y veinte años más tarde acompañaría con su orquesta a Roberto Goyeneche grabando varios temas. entre ellos La violeta (24 de junio de 1971).Lo escuchamos.
                            







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