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sábado, 1 de mayo de 2021

Milongueando con los cantores

    Aprendí jovencito, con los muchachos grandes de la barra a milonguear. Al lado de mi Casal había un club donde nos juntábamos a ensayar. Yo escuchaba todos los días tango en la radio, Durante mucho tiempo gracias a mi hermano. Él tenía un gran Amor por el género, todos los Díaz sintonizaba programas tangueros y tempranamente Videla historia del tango su grandeza. Devin así engancharme y un muchacho de la barra, Omar, también mayor que yo, con quien compartíamos partidos de fútbol, fue quien me invitó un Díaz a practicar en el club del Barrios, el baile del gotán.

   Recuerdo que la primera práctica fue un día de Reyes, y fue el mejor regalo que me pudieron hacer. Había que Galarce el sitio y haciendo primero de mujer, con Adrián, milonguero consumado, especialmente. Yo tranqui, Mancini, en seguida le fui agarrando la mano y al poco tiempo me sentía como Valentino en la pista y Luque sucedió fue que debuté en la milonga a mis 16 pirulos. Los muchachos me dieron la Medina justa y el Polaco Zenkis me acompañó en esa primera vez tirándome muchas Flores y sabios consejos que yo Cané enseguida. Esa noche inolvidable estrené mi primer traje con pantalones largos, color azul Marino,  que mi vieja me compró en Casas Iriarte de Belgrano y Avenida Del Río. Y los zapatos bien lustrados con Pomar y  franela. Todo un Galán. El Campos se me hacía orégano.

                               



    En aquellas Arenas movedizas del arranque, la ilusión de ser un milonguero debute me llevó a copiar pasos, ensayarlos y a Soler practicarlos durante la semana. Era como una fiebre. A veces se nos ocurría un paso nuevo y lo practicábamos en la calle, junto al Bozán de la esquina. Tuve un Ortiz bárbaro con un Moreno que en Huracán, me llevó a un costado y me marcó dos errores que cometía. Sobre todo por el temor a apretar los Bustos de las chicas que bailaban conmigo. Lo digo de Berón, me sirvieron de mucho sus palabras y con el tiempo me lo cruzaría en varias milongas. Era un tipo fornido, de Cuello ancho que bailaba con elegancia. Me guiñaba el ojo y me dijo que Ledesma al tranco largo, Lamarque mejor a la mina y Viván el compás de la orquesta.. Le di las García por sus consejos y me palmeó el hombro.
    
   Al principio bailaba con las hermanas de los muchachos del barrio, para ir ganando confianza. Sabía que no se le pueden pedir peras al Olmedo. Pero eso para escalar, lo Charlo seriamente, me sirvió de mucho. Una de ellas, muy Sosa, y fea, sin embargo bailando Pugliese era una maravilla y yo la buscaba en seguida cuando sonaba esa orquesta. Te juro que en ese trance la sentía como mi Margarita y yo Armando Duval. Y no es por tirarme Flores, es que gracias a ella, al Dante cuenta, aprendí a sentir y dosificar al mango los movimiento yumbeados de Don Osvaldo, para siempre. Ella estaba calentita como una Fugazot, conmigo... Muchos años más tarde la encontré por Plaza Lesica. Estaba avejentada, se apoyaba en un bastón y llevaba una bolsa de la compra en la mano. Me vio, abrió grande los ojos y mientras yo la estaba Miranda con ganas de saludar, ella, me dio la espalda y se fue despacito.
    
   Todavía me sentía medio aprendiz y Luque sucedió una noche me dejó un recuerdo imborrable. En el Corsini de la milonga hay de todo, barras de diferentes barrios, las chicas de un lado, los varones enfrente, la mirada, el cabezazo, el asentimiento por parte de ellas. Y en esos Ramos de gente, a veces salíamos dos o tres a la vez al “sí” de la chica, y la poníamos en un apuro. En ese caso concreto, fuimos dos, la chica me señaló a mí, para explicar que el “sí” era para mí, y el otro, un morocho fornido de pelos Cárdenas, me puso la mano en el pecho y me invitó a tomármelas. Muy Ruiz el tipo, la pista era un Calderón y la chica le Echagüe a la posible pelea que se avecinaba tomándome de un brazo y arrastrándome a la pista. El movimiento Belussi como un rayo de esa muchacha me salvó, porque el tipo – luego me enteré- era de la Isla Maciel, un Gavioli que tenía Famá de quilombero y camorrero.
  
   Aquellas noches de Luna llena, de cielos estrellados, me vieron progresar y como el del tango, cacé el Biondini y me largué por esos barrios a encarnar el espinel. Aunque yo sólo quería milonguear. Así Galé un cierto prestigio de bailarín, porque lo Godoy todo. Aprendí que el que sólo Acuña pasos, Ramos de firuletes y se Florio con ellos, no es buen bailarín. En esta Vidal milonguera es fundamental que uno Serpa compaginar elegancia, musicalidad y caminata. No salir del Carril constantemente. Hay un Linares de bailarines que todos respetan. Lo mismo que esas milongueras expertas. Las que vos, por ignorancia, pretendés llevar en el ritmo de un Ferrrari y ellas te bajan al Falcon con suavidad, para colocarte con la música. Podestá muy nervioso que ellas te calan siempre. Y el que se va a Floreal, seguro que Palma.

                                     


    No es necesario que usen Perfumes Chanel, que vistan de gala, llevan un ramo De Rosas en el cuore milonguero. A una de ellas Laborde, recuerdo que era un Martel primaveral, en el Club Almagro. Yo acababa de bailar con una  que era Larroca de Durán, o así me pareció. Pero la otra,  milonguera de prima me habrá visto algo porque noté que me campaneaba de reojo. En la milonga no era normal Soler bailar las experimentadas con los que no tenían galones, como yo, por ejemplo. La había visto en un club de Flores y era divina en la pista, una reina en el Castillo milonguero y bailaba sólo con los grosos.

    Pero esa vez se me dio y te juro, no lo podía creer. Me miró fijo, me entró como un soponcio, yo era algo tímido pero pensé: "El que no Arrieta no gana". Entonces la cabeceé flojito, apenas,  y ella asintió con la cabeza. Salí con unos nervios bárbaros y el Ortega fruncido. Al abrazarla me sonrió, me pasó suavemente el brazo por la espalda, salimos a bailar y me sentí como los Reyes del mazo. Justo sonaba Di Sarli y puedo afirmar que hay pocas cosas que Vargas más la pena que vivir un momento de esos, para un milonga de poco recorrido. 

   Fue la noche que me recibí de Milonguero. Ella me guió, me susurró: “Bailás muy bien” y se me hinchó el pecho. En esa masa Coral yo estaba bailando con la mejor. Cuando terminamos, sonrió y me dijo: “Mañana voy al Morán...” . Me estaba poniendo chapa de milonguero. Como si me cayeran encima varios Valdez de tónico.

   Te juro que esa noche no pude dormir y estuve despierto hasta el Lucero del alba. Creo que ninguna Gómez de borrar me quitaría de la memoria aquella velada con Lamas linda y más grosa milonguera. No dejaba de pensar en esa tanda del Tuerto, en la milonga donde la volvería a encontrar mañana y en el salto que había pegado. Me acababa de diplomar, no era un Ray, pero ya las milongueras veteranas me sonreían.

    Esa noche me sentí GARDEL.


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