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sábado, 13 de marzo de 2021

Abel Aznar

   Es de justicia volver a aquellos años cincuenta, cuando el tango iba atravesando todavía un período de gran prosperidad. Con mucha repercusión en los bailes de los clubes, las confiterías céntricas, en la radio y en los discos que se vendían a puñados. Las orquestas estaban en su apogeo y había compositores y poetas uniéndose en su destino de crear obras para el presente y la posteridad.

   En esa feliz conjunción de fondo-forma, el arte de cincelar versos que logren expandirse con la música adecuada, el talento de los compositores y la interpretación de orquestas y voces tangueras, apareció allá  por fines del cuarenta este hombre nacido y criado en una localidad de Merlo, en el gran Buenos Aires. Un hijo de aragonés e irlandesa que enganchó de voleo un tema y prendió en la oreja de los tangueros con la ristra de todos los que vendrían detrás..

Abel Mariano Aznar
                                       

   Era un tema musical del bandoneonista, director y compositor Luciano Leocata, y Aznar , por intermedio de Reynaldo Yiso -que se lo acercó-,  le agregó los versos. Lo titularon: Y volvemos a querernos. Lo estrenaría Florindo Sassone con la voz de Jorge Casal en la Confitería La Armonía y fue todo un impacto. El 25 de enero de 1949 lo grabaron y ante el éxito del tema, también lo llevaría al disco, cuatro meses más tarde Pugliese con la voz de Morán redondeando el suceso del tango.

   Fue quizás el ingreso tardío de un poeta desconocido en el ambiente, aunque ya en 1936, Nelly Omar le había estrenado su primer tango por radio: Igual te quiero, que también llevaba música propia, ya que había estudiado violín durante cinco años, de niño. El padre, que trabajaba en el ferrocarril, acababa de fallecer y no llegó a captar esas virtudes poéticas del hijo, desdeñándolas y reclamándole un destino universitario, a la par que estaba en el ferrocarril con él. Lo cierto es que aprendió muy bien el idioma inglés de la madre. Tanto que daría clases del mismo.

    

    Tal vez no lo pensaron entre Leocata y Aznar, pero las cosas se dieron de tal manera que el éxito los encarriló en esa deriva tanguera que arrancaba con la y griega de un destino imparable. Y así fueron viniendo uno tras otro: Y mientes todavía, Y no te voy a llorar, Y todavía te quiero. Eran algo muy esperado, que iba entrando en el repertorio de artistas y orquestas consagradas.  Este último fue una pegada por Pugliese-Maciel, Varela-Lesica y Rotundo-Floreal.

Cada vez que te tengo en mis brazos
que miro tus ojos, que escucho tu voz,
y que pienso en mi vida en pedazos
en pago de todo lo que hago por vos.
Me pregunto: ¿por qué no termino
con tanta amargura, con tanto dolor?
si a tu lado no tengo destino
¿por qué no me arranco del pecho este amor?
 
   Recuerdo que una noche, en el café que estaba frente a radio El Mundo, se arrimó a la mesa donde yo estaba sentado con Julio Camilloni. Este lo invitó a sentarse, me lo presentó y lo descubrí como un tipo muy flaco, vivaz. Se tomó rapidito dos cafés y se fue a la radio para ver a a Alfredo Gobbi, que le había ya grabado un vals: Aunque sea mujer y un tango: Y algún día. El primero compuesto con Arturo Galluci y el segundo con el bandoneonista Héctor Lettera. 

                                

   Abel Aznar nació en 1913, su padre, tocaba la guitarra y algo de bandoneón y eso fue lo que le prendió de niño. No pasó de la escuela primaria y el tango le atrajo tempranamente. Recordaba una frase de Pugliese cuando le llevó unos versos a Roberto Chanel: "Con esto no vas a ningún lado", que lo hundió. Pero supo sacar partido de esas palabras y preparar mejor la poesía. Y la prueba está en el tema que grabaría el flaco Morán con Pugliese, su gran logro con Leocata: Y volvemos a querernos. 

La cruz de esta esquina nos pone otra vez
el alma en los ojos, el ansia en la voz,
con miedo nos miramos pensando que tal vez
aún está el rencor en uno de los dos.
No es cierto, mi vida, no es cierto, mi amor
que tanto martirio por fin terminó,
que ahora al encontrarnos de regreso
entre lágrimas y besos, volvemos del adiós.

   Parece mentira que se puedan tratar con todo su espesor sedimentario estas situaciones del amor: la ruptura, el reencuentro, por parte de quien no las vivió en persona. Pero lo cierto es que está muy bien enfocado, descripto y fue todo un impacto. Durante esos años, los tangos de Abel Mariano Aznar estaban en el podio de las emisoras radiales tangueras y se escuchaban a toda hora. Troilo grabó este tema con la voz de Aldo Calderón. También lo hicieron Biagi con Carlos Heredia y Sassone con Casal.

   Junto al cantor uruguayo Carlos Olmedo, que lo acompañó en la bohemia de la madrugada, metieron tres temas de gran pegada: Lo que vos te merecés, Y no le erré y De Puro curda. Tres tangos con los cuales Alfredo Belussi se aquerenció y rubricó con ellos su modelo de recia interpretación, cuando estaba en la orquesta de José Basso. Tres grandes interpretaciones, por cierto.

    La obra autoral de Aznar amerita el reconocimiento por la polenta que tienen sus temas, con distintos compositores. Con Héctor Varela y Tití Rossi, por ejemplo, lograron un impacto en esta milonga: Azúcar, pimienta y sal. Con Carlos Di Sarli, otra pegada: De que podemos hablar. Con Juan Carlos Howard: Y te parece todavía. Con Manolo sucher: Y no lo vas a saber, Te doy un beso y me voy, Nuestra última partida. Con Leo Lipesker: El último guapo, Sueño malevo, Que tenés que hablar de mi. Con Reynaldo Yiso: En el corsito del barrio. Con Cholo Hernández. Sonatina. Con Mario Canaro, el vals Anoche te soñe. Con Alfredo Calabró: Vos hacé lo que querés. 

 
   Son sólo una muestra del talento creador de este autor. Que sabía escarbar en el mundo de las cosas diarias, y porque no, en el de las ideas, los esguinces del pensamiento. Un contador de historias con labrado descaro. Esas situaciones existenciales por las que atraviesa el individuo. Aznar supo exprimirlas y sacarles todo el jugo para convertirlas en poesía tanguera que resulta indemne al paso del tiempo. Incluso, en algunos casos, hasta se animó a jugar con ellas.  
 
   Podemos comprobarlo recordando por ejemplo a Alfredo Belussi con su interpretación de Y no le erré. Lo grabó con la orquesta de José Basso, el 21 de julio de 1959.

 


                                   


    También por Osvaldo Pugliese, su orquesta y la voz de Alberto Morán: Y volvemos a querernos. Lo grabaron el 31 de mayo de 1949.

                                         

                    

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