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miércoles, 8 de marzo de 2017

La capilla blanca

Carlos Di Sarli no fue muy prolífico en cuanto a su tarea de compositor, pese a que, si analizamos su obra, encontramos páginas realmente hermosas y que han superado el agotamiento del calendario. Le daba muchas vueltas al tema que tuviera entre manos, y a su maravilloso Bahía Blanca, por ejemplo, tardó unos veinte años en darle el toque definitivo, en 1957,  que encandiló a todo el mundo.

Analizando su escasa obra, en relación a su calidad de músico y creador, llama la atención que con su poeta elegido para componer juntos Héctor Marcó (Marcolongo), hayan pergeñado 13 temas, que tuvieron gran recorrido: Corazón, Tangueando te quiero, En un beso la vida, Rosamel, Cuatro vidas, Así era mi novia, Juan Porteño, Por que le llaman amor, Bien frappé, Con alma y vida, Nido gaucho, Porteño y bailarín y el que  traigo hoy al blog: La capilla blanca.

                                     



Es conocida la historia del encuentro entre el maestro bahiense y Marcó (cantor y poeta), en Radio el Mundo, donde actuaba la orquesta de Di Sarli, y donde serían presentados por Cayetano Puglisi. Di Sarli lo invitaría a Marcó a tomar un café en la esquina de Tucumán y Maipú y ahí le propuso componer juntos sobre la música que él le trasladaría. Marcó ni se lo pensó y le dió el vistobueno. Fue entonces cuando Di Sarli le tarareó los compases de un tango que tenía terminado,  y sobre el pucho, el cantor y poeta, le espetó: Corazón...

Ése sería el título del primer tema que escribirían juntos y que lo grabó la orquesta de Di Sarli con un jovencito Roberto Rufino, que apenas contaba 17 años de edad y que llegó al disco el 11 de diciembre de 1939. Justo un año más tarde volverán al ruedo con otro exitazo, el vals Rosamel que aún sigue prodigando sus efluvios por las pistas milongueras de todo el mundo, también cantado por Rufino.

                                   
Héctor Marcó junto  Di Sarli y otras figuras del tango
         

La capilla blanca llegaría en 1944 y fue el resultado de una experiencia profunda de Marcó, que a su vez contagiaría al pianista de las gafas quevedianas. Di Sarli lo señaló como uno de sus temas de más calado y lo grabaría con el cantor Alberto Podestá el 11 de julio de 1944, en RCA Victor, para repetirlo años más tarde, el 26 de febrero de 1953, esta vez con la voz de Mario Pomar, en Music Hall.  También fue interpretado con la orquesta por el cantor Roberto Florio, con éxito, aunque no llegó al disco.

En la partitura del tema, Di Sarli se lo dedica a los periodistas, con estas palabras: "....existe un gremio que siempre pidió para los demás y nunca para él mismo. ...Ese gremio, es el de los periodistas. Muy justo entonces que yo lo recuerde con cariño y le dedique a todos los periodistas de la Argentina este tango". Carlos Di Sarli.



Tuve una buena amistad con quien fuera su representante varios años, Ángel Vázquez, porque luego de dejar su trabajo con Di Sarli, pasó a ser gerente comercial del Diario La Razón, donde trabajé durante 13 años con mucha fortuna, ya que viajé por medio mundo escribiendo mis notas, creé una sección que tuvo mucho éxito, y con Vázquez y sus dos hijos varones incluso coincidimos un verano en un balneario de Punta Mogotes, al cual concurría mucha gente del fútbol.

Vázquez me contaría muchas cosas de Di Sarli y, entre ellas, la devoción que tenía por La capilla blanca. El maestro de Bahía Blanca era religioso y contribuía silenciosamente con patronatos y obras sociales, especialmente las dedicadas a los niños. Y la historia de Marcó con este tema influyó mucho en su composición, que con la salida a la calle de la placa impresa, tuvo un gran merecido éxito.

En la capilla blanca
de un pueblo provinciano,
muy junto a un arroyuelo de cristal,
me hincaban a rezar tus manos.
Tus manos que encendían
mi corazón de niño
y al pie de un Santo Cristo
la aguas del cariño
me daban a beber.


                                   

La poesía descriptiva y amorosa de Marcó (que también era compositor y gran turfman), se adentra en el terreno místico y es el motivo por el cual Di Sarli, se encariñó con el tango y le dedicó el tiempo suficiente para que la música estuviese a la altura de los versos.

Feliz nos vió la luna
bajar por la montaña,
siguiendo a las estrellas,
bebiendo entre tus cabras
un ánfora de amor.
Y hoy son aves oscuras
estas tímidas campanas
que doblan a lo lejos
el toque de oración.
Tu voz murió en el río
y en la capilla blanca
quedó un lugar vacío
vacío como el alma
de los dos.
                                                                        

...y cuando con sus duendes
la noche se despierta,
al pie del Santo Cristo
 habrá una rosa muerta
que ruega por los dos...

Podemos recrear la versión que realizara Alberto Podestá con la orquesta del Señor del tango (En 1973 lo volvería a grabar, acompañado por el conjunto de Leopoldo Federico).

La capilla blanca - Carlos Di Sarli-Alberto Podestá






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