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martes, 27 de septiembre de 2016

D'Arienzo suma y sigue

Cuando el tango comenzó su re expansión en los años noventa del siglo pasado, varios organizadores de milongas en Madrid, generalmente provenientes de otros géneros, antes de dar su salto al tango, no entendían que me gustase bailar los temas de D'Arienzo. Digamos que los nuevos paladares tangueros  que habían conocido la renovación de Piazzolla, la sencillez comunicativa de Di Sarli, el sonido entrañable del fueye de Pichuco, y el sonido decareano de Pugliese orientado a la bailabilidad, desdeñaban la fogosidad sin tregua del Rey del compás.

Seguramente no habían escuchado lo que decía el legendario bailarín Tarila, inventor de los giros en el tango, sobre los secretos de esta danza: "El tango es elegancia y compás". Y precisamente la resurrección bailable del tango, ocurre con la formación de Juan D'Arienzo en 1935, cuando  Rodolfo Biagi estaba a cargo del piano. "Imprimiendo mayor acentuación aún a sus frecuentes adornos y contracantos pianísticos en los registros agudos del teclado", como decía Luis Adolfo Sierra.

                                 


Los que tenemos unos cuantos años remando en la pista, notamos rápidamente la agitación que se produce entre las filas y mesas de los bailarines/as, cuando comienza a sonar D'Arienzo. Y si el tango nació bailable, cómo podemos rechazar a esta maravilla que inventó el hombre de los gestos enérgicos y las muecas empujando a sus músicos. Qué importa en esos momentos que haya interrumpido la tendencia evolucionista del tango, cuando ochenta años más tarde vuelve  a provocar la misma sensación de ansiedad entre los concurrentes a la milonga.

Siempre se preocupó por el músico que se sentara en el sillete del piano. "Es quien marca el compás y arrastra al resto del la orquesta" -decía D'Arienzo-. Y lo cierto es que los que tuvo como titulares fueron excepcionales en su cometido: Rodolfo Biagi, Juan Polito y Fulvio Salamanca solventaron con gran pericia su cometido y con sus manos cadeneras, adornos y contracantos,  llevaron el ritmo y el compás. "Cuando me falta el titular del teclado me entro a preocupar -recordaba el director- y entonces recurro a Juancito Díaz, a Jorge Dragone..., porque necesito esa garra en las teclas de piano".

                                      
La orquesta de D'Arienzo en 1945 con los cantores Laborde y Echagüe

Claro que no podemos dejar de lado al violín sabio de Cayetano Puglisi con su sonido característico, o el arrastre impresionante de los fueyes que se mandaban los stacattos y esos  finales que nos siguen volviendo locos. Para eso tuvo a instrumentistas geniales como Héctor Varela, Ernesto Franco, Enrique Alessio, Carlos Lázzari y los que fueron desfilando en su conjunto a lo largo de tantos años. Como los cantores que escogió, entre los cuales Héctor Mauré, Alberto Echagüe, Armando Laborde o Jorge Valdez, descollaron con sus distintos estilos, adaptados al modus orquestal.    


El conjunto de D'Arienzo arrastró multitudes, vendió discos como ninguno, llenó clubes en aquellas inolvidables veladas bailables, desbordó el cabaret, actuaban en programas centrales de radio El Mundo, viajaban seguido a Montevideo, y había orquestas que lo imitaban en todo el país, incluyendo Buenos Aires. De hecho yo bailaba con las de Tito Martín en la Montecarlo o la de Víctor Di Capua en el Centro Lucense de Olivos. Haber podido vivir todo aquello deja huella y comprobando cómo hoy día hay orquestas rusas, alemanas o japonesas que siguen sonando a lo D'Arienzo, impresiona aún más.

                                   
Y nos sigue haciendo reflexionar. Mi hermano, los fines de mes, cuando cobraba su sueldo, compraba los nuevos éxitos de D'Arienzo. A veces se juntaban con otros muchachos mayores en la plaza vecina, traían una vitrola a manivela y se la pasaban esuchando esos temas nuevos que había grabado la orquesta. Y mi hermano, y otros del grupo no bailaban... Y es que lla electricidad que nos transmitían esos discos, el sonido brillante, las viejas páginas que volvían a descubrirse en estas grabaciones, nos sacudían a todos. El impacto emocional era muy grande. Y cuando me incorporé a la masa milonguera, adolescente aún, lo sentí mucho más. Me incitaba, me ponía nervioso buscando a alguna compañera para bailarlo. Era como un resplandor interior. ¡Qué sensación!


Y me sigue pasando, que vachaché, si cuando estoy seleccionando temas de D'arienzo para la milonga que llevo en Madrid, por debajo de la mesa los pies me repiquetean nerviosos en el piso. Y si no lo podés creer, te hago escuchar un par de temas grabados hace más de setenta años y después me la contás. Acá van.,

El primero es Por qué razón, del tano Salvador Grupillo, grabado el 22 de diciembre de 1939. Y a continuación No me lo digas, de Luis Visca y Luis Rubistein., llevado al disco el 18 de abril de 1939.

 Por qué razón - Juan D'Arienzo

No me lo digas - Juan D'Arienzo

Y menos mal que hoy tengo milonga...



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