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miércoles, 13 de febrero de 2013

Las musas de Arolas

Fue grande entre los grandes, creador de melodías maravillosas cuando no sabía música y debía encargárselas a otros compañeros para que se las escribieran en el pentagrama. Murió muy joven, pero dejó una herencia impresionante en forma de partituras que siguen asombrando a los músicos profesionales, y constituyen toda una delicia para ellos. Como para los milongueros.

Todos  sabemos, más o menos, que no fue feliz en lo que concierne a sus relaciones amorosas. Pero, si buceamos en el fondo de sus relaciones, encontraremos que algunas de las muchachas que llegaron a convivir con él, las arrancaba de los prostíbulos en los que estaban confinadas.

Ello no quiere decir que esas mujeres no pudieran rehacer sus vidas, lejos del infierno de la prostitución, pero la propia vida bohemia y desordenada de Arolas impedía que junto a él cristalizaran una nueva relación normal.

Todos aquellos que lo conocieron, coinciden en que se trataba de un personaje especial, pero muy humano, amigo de sus compañeros de profesión y de aquella gente con la que trataba.

Quizás valdría repasar la confesión de un bandola a mi compañero Pepe Barcia, sobre aquellas correrías por los lupanarios de la época. Habla de un conchabo en uno de ellos en Huinca Renancó, pueblo bonaerense.
-En Huinca trabajaban diez monitas, a una de las cuales la apodaban Chupacirios, porque se la pasaba rezando. Le doy este dato: todas o casi todas las bagashas de quilombo eran creyentes, depositaban una efe ilimitada en Dios y en el santo que las protegía. Andaban siempre con estampitas, medallas, cruces y rosarios. No suponga que diez minas laburando bajo el mismo techo fueran muchas, porque en otras partes se contaban 14, 15 y aun 18, según pintase el asunto en cada ocasión. Y, a veces con ocho era suficiente. No, no permanecían demasiado tiempo en un quibebe determinado porque la rotación la exigían los puntos, siempre a la espera de caras nuevas. La ilusión, mi amigo, siempre la ilusión, hasta en los burdeles, que los más finos llamaban casas finas o casas de tolerancia. El yiro, por consiguiente no cesaba, puesto que las terrajonas iban y venían de Chivilcoy, Mercedes, Chacabuco, Junín, Venado Tuerto, Rufino, Río Cuarto y, en algún caso del Rosario de Santa Fe, traídas por las panzones que les tiraban el carro. En Rosario nunca estuve, pero sí en las demás poblaciones que acabo de nombrarle, siempre firme con mi bandola, mi viejo fueye querido, que descansaba únicamente por falta de conchabo.

Arolas, primero (der.) en la pensión uruguaya de Juana Ramírez. El Negro Quevedo es el 7º

Eran épocas duras, de mucha miseria y estos músicos se largaban a recorrer pueblos buscando encontrar trabajo y en estos falansterios lo encontraban para poder comer seguido. Así lo contaba:

-Llegamos como pudimos, galgueando tupido, a Huinca Renancó para ver a un caudillo político del pueblo. El hombre nos escribió unas líneas para el dueño del prostíbulo: "Ya mismo vayan p'allá y le entregan esto. Le dicen además, que espero que no me recule el pedido". Créame, viejo, en ese momento me olvidé del hambre y de las ganas de fumar, tanta era mi alegría. Fuimos y hablamos con el tipo que tenía la pinta propiamente de un rufo. Leyó la carta y sobre el pucho nos propuso ciento veinte pesos mensuales para repartir entre los dos musicantes, yerba, azúcar, querosene p'al Primus y un cotorrito. No le besamos la mano porque no es de machos. Trascartón nos indicó el modo de trabajar. La casa -así decía el furbo, la casa...- permanecía abierta desde las 9 de la noche hasta la una de la madrugada y en esas 4 horas había que meterle música sin parar, porque el negocio, además del que se hacía en cada catrera, imponía el baile continuado para que se pudiese cobrar a los clientes los diez guitas de rigor por cada vuelta, si tocábamos un tango, y veinte si arremetíamos con un vals. También nos previno que las interpretaciones tenían que ser cortitas, de un minuto y medio, a lo más. Al principio no caíamos en el secreto del yeite, pero luego nos avivamos: cuanto más breves las tocadas, más vueltas de baile y cuantas más vueltas de baile, más guitarra p'al trompa del tambo. A ellas les correspondía la mitad de lo que le costaba la lata a los clientes: dos pesos, si se trataba de un ratito, y seis, si la cosa duraba la noche entera, la dormida, como le decían. ¿Que cuantos viajes hacía cada una? Dependía del lugar en que estuviese el firulo, porque unas zonas eran más ricas que otras o con más gente. Dependía también de la época, porque si se había dado la contra en la cosecha, por la seca o por la helada, salute, pues en estos casos no se encontraba un mango ni a cañón. Los sábados y domingos, las niñas no daban abasto p'atender a tantos pretendientes como venían de los pagos cercanos y lejanos, ansiosos de la fiesta que les pedía el cuerpo...

Y acá dejamos el extenso, pintoresco y realista relato del bandoneonista y su compañero por esos pagos. La Argentina se estaba poblando constantemente de inmigrantes que venían sólos a buscarse el futuro para traer a su gente, y en las provincias de Buenos Aires y Santa Fe se montaron infinidad de estos burdeles para atender las necesidades sexuales de tantos varones. Los músicos de entonces conocieron estos trabajos y Ricardo Luis Brignolo, bandoneonista, compañero y amigo de Arolas, contó que cuando los contrataban por una semana, Arolas se dedicaba a componer permanentemente en estos sitios.

En un lupanar de Bragado, Arolas  conoció a Delia López, intimaron, la sacó del burdel y se la llevó a a su casa de Barracas que compartía con su hermano Enrique. El resultado final fue que Eduardo viajaba con la música, Enrique y Delia intimaron y tuvieron un hijo. Arolas nunca volvió a ser el mismo y comenzó a frecuentar la bebida, por la traición del hermano. Luego reincidiría con una pupila francesa llamada Alice Lesage, con quien viajó a Francia en 1920. Ella había sido traída a Buenos Aires por maquereaux marselleses, que volvieron a llevársela. Arolas volvería vencido, destruído física y anímicamente pero recaló en una pensión de Montevideo y no quiso pisar Buenos Aires, tan dolido con su hermano y con la chiquita Delia, a quien le dedicó dos tangos: Delia y Nariz (porque acostumbraba a tocarse la nariz permanentemente).

Tuvo otros romances parecidos y, como era de esperar, le fue mal en todos los casos. A Alice también le dedicó un hermoso tango. El talento creador lo mantuvo hasta el último día, cuando su mente viajaba entre la niebla, estragado por el alcochol. Y moriría tuberculoso en París, a sus 32 años.

Les propongo escuchar precisamente su tango Alice por la orquesta de Manuel Buzón, grabado el 12 de mayo de 1942.  
05 - Alice - Manuel Buzón

Y Nariz, que prácticamente no ha sido tocado, por el uruguayo Trío La Yunta, con arreglo del Potrillo César Zagnoli. Integran el Trío: Mayra Hernández al piano, Sergio Astengo en bandoneón y Gabriel Rodríguez en contrabajo.

                                           




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4 comentarios:

  1. Hola Estimado Jose Maria. Soy de Bragado y estoy escribiendo sobre la Historia del tango en nuestra Ciudad. He visto y leido un relato de Eduardo Arolas, sobre sus correrias por la provincia de Buenos Aires y su llegada a Bragado. (Año 1912) Donde puedo conseguir ese relato? Es muy importante para mi trabajo. Vivo a 8 cuadras del llamado "Prostibulo Viejo" de donde Arolas se llevo a Delia Lopez. Le envio un gran abrazo y mis mejores deseos. Nestor Savalio - Bragado. mi correo es: savalio.remates@gmail.com

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  2. Buen dia estimado Jose Maria. Mis mejores deseos para usted. Quiero solicitarle autorizacion para transcribir parte de esta nota en un trabajo que estoy realizando sobre la Historia del tango en Bragado, Por supuesto citando la fuente. Le dejo un gran abrazo y quedo a espera de su resuesta. Nestor Savalio - Bragado - buenos aires

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    1. Por supuesto, podés usarlo tranquilamente, haciendo como yo, mención del sitio de donde lo has sacado. Sin problemas. Saludos.

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    2. Muchas gracias! Gran abrazo!

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