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domingo, 7 de abril de 2013

De Angelis y sus cantores

Le llamaban "la orquesta de la juventud triunfadora", cuando a partir del 1º de abril de 1946, el colorado Alfredo de Angelis debutó en el programa del Glostora tango club, que se emitía desde Radio El Mundo.
                                                                   
Duraba 15 minutos y, en una época en que no existía la televisión y la radio era parte de las familias, porque las acompañaba a lo largo del día en los hogares, consiguió tanto éxito que estuvo nada más y nada menos que 22 años en antena.

Además estrenó tangos que lograron un eco inmediato en la calle y acrecentaron la popularidad de la orquesta, como de sus cantores Carlos Dante y Julio Martel que se apuntaron unos golazos impresionantes con temas como Remolino, Pastora, Pregonera, Rosicler, Bajo Belgrano, La brisa, de igual a igual, Al pie de la Santa Cruz, Misa de once, Jirón porteño..., y una larga ristra de temas que engancharon muy fuerte con la gente.
                               
                                   
En las calesitas se pasaban esos temas porque atraían a madres y chicas que llevaban al tiovivo a sus hijos o hermanos menores. Y los muchachos acudían a ver si pescaban algo. De allí le vino el injusto mote de orquesta de calesita que algunos críticos le endilgaron, cuando el enorme mérito de esta orquesta fue revitalizar el tango y contribuir a la enorme difusión que tuvo en aquellos años, y que perdura en las grabaciones que suenan en las milongas y en radios.

Los dúos de Dante y Martel fueron largamente celebrados y ahí quedaron registros que hicieron historia: Adiós marinero, Soñar y nada más, A Magaldi, Pobre flor, Fruto dulce, Pastora, Flores del alma, Mi cariñito, Cien guitarras, Del Pasado, y suma y sigue...

Un tema curioso sucedió con el tango que grabó Julio Martel con De Angelis, en 1943. Se llama: Qué buena es y no había tenido  éxito en Argentina. Era la única orquesta que lo había grabado y estaba en el reverso de Marioneta (El primer tema que grabó Floreal con De Angelis y con Troilo luego): Marioneta pegó fuerte, pero el otro no entró en la gente. Sin embargo, en Centro América las ventas  de Qué buena es superaban las 1.000 placas mensuales, fue todo un suceso para el sello grabador y eso le permitió revertir su suerte en el pago propio.

Néstor Rodi, De Angelis, Julio Martel y Dante
Entre la pila de anécdotas que se pueden contar de aquellos años increíbles, podría citar el caso del tango de Donato: Por eso grito. Julio Martel era el indicado para cantarlo, pero éste, que tenía algunas reacciones graciosas y un tanto ingenuas, no quería hacerlo. De Angelis se lo hizo escuchar y no quería saber nada, no le gustaba. Entonces señaló a su compañero Carlos Dante, que casi lo doblaba en edad y era un señorazo, y le dijo al director: "¿Porqué no lo hace él? ¿Que soy, el hijo de la pavota?". Pero De Ángelis comprendía sus reacciones y rabietas juveniles y le espetó: "Lo hace usted y se acabó?"

Podríamos seguir contando historias de todo tipo, de esta orquesta que, con unos arreglos sencillos y bailables, logró ganarse el corazón de los tangueros. Y reviviendo un poco aquellas perlas, los invito a escuchar Qué buena es, de Armando Ferreiro e Hipólito Oneca que grabaron el 23 de julio de 1943, con la voz de Julio Martel.  Y el tema también citado: Por eso grito, que canta el mismo Julio Martel, de Edgardo Donato y César Córdoba, registrado el 10 de agosto de 1945.

001- Qué buena es - De Angelis-J. Martel

035- Por eso grito - De Angelis-J.Martel


sábado, 6 de abril de 2013

Un placer

Esta pieza está en en el rinconcito más querido de los valsecitos porteños,  de los que se colaron por las ventanas de las partituras y las orquestas tangueras, e hicieron florecer instrumentos y alegrar patios, cafetines de barrio, clubes y los pies y el alma de los bailarines.

¡Cuántas parejas de novios lo habrán bailado en su noche de bodas! ¡Cuántos guitarreros y fueyes anónimos le sacaron punta a estas estrofas llenas de sentimiento, con su poder dionisiaco para embriagar! Ese poder narcótico y ensoñador que está emparentado con el amor loco como sostenía Platón.

Lenin iba más lejos y dicen que no podía escuchar música con frecuencia: "Afecta a mis nervios". Y confesaba, "Me dan ganas de decir tonterías y de acariciar la cabeza de los hombres, que, viviendo en un sórdido infierno, han sido capaces de crear tanta belleza".

El autor de este valsecito que marcó rumbos estéticos, Vicente Romeo, fue un eximio bandoneonista, discípulo nada menos que de Arturo Bernstein. Lo apodaban Melena y el Chula Clausi lo recordaba viviendo en un corralón de la Calle Independencia y Mármol, en Boedo, en un bulín que tenía allí y "con una compañera morocha que daba las doce antes de hora".

El Chula lo trató bastante, incluso cuando se mudó a la calle Guayaquil, donde lo visitaba y ensayaban juntos y afirmaba que "tocaba suave, con un sonido muy bueno y estilo muy parecido al de Pedro Maffia. Hasta en el carácter circunspecto y poco hablador, se parecía".

Vale la pena acotar que fue maestro del Toto Rodríguez, lo que merece como mínimo una mención especial. Tocó en las orquestas de Francisco Lomuto, Vicente Geroni Flores y Roberto Firpo, que fue el primero en grabarle su legendario valsecito. Y con el Gordo Bazán estuvo en la temporada veraniega de 1923. Además de formar su propia orquesta.

Hoy acudo con ganas a ese pasado color sepia, para rebobinar la historia de Un placer, según la cuenta el indispensable Oscar Zucchi en su libro "El tango, el bandoneón y sus intérpretes". Vale la pena recrearla.

-Su más celebrada composición: Un placer, fue precedida de un disgusto. En efecto, en años en que no existía una entidad defensora de los derechos autorales, los compositores y poetas editaban sus obras por sus casi siempre exiguos medios y luego con las partituras editadas, iban recorriendo las casas de música tratando de interesarlas.  Romeo, que en ese momento era bandonenista de Firpo (1921), salió a caminar las calles de la Boca, tratando de colocar infructuosamente su  reciente obra. Decepcionado, disgustado y extenuado por el esfuerzo y la alta temperatura reinante, en un arranque de ira, lanzó por los aires las partituras de "Un placer", que se dispersaron como los sueños puestos en ella. Grande sería la sorpresa , cuando cerca de un año más tarde, durante una gira a Rosario que hiciera  la orquesta de Firpo, con Romeo como bandoneonista, al concurrir a un bodegón de la zona céntrica, comprobaron que el conjunto que allí tocaba, lograba notable éxito con aquel vals que su autor había esparcido por las calles de la Boca... Al regresar a la Capital, Roberto Firpo grabó en forma inmediata la obra, convirtiéndose en el ponderable suceso que todos conocemos.

Vicente Romeo, al centro, con su propia orquesta
Inmarcesible desde entonces, a este valsecito sentimental -como lo definió su autor-, lo han tocado orquestas, cuartetos, guitarras, tríos, lo han cantado diversos intérpretes, sólos o en dúo, con la letra que le adosó el platense Juan Andrés Caruso. Lo hemos bailado los milongueros,  y ahí sigue incólume alegrando pistas, patios de conventillos y a parejas de enamorados.

Les propongo retornar a la vieja época para encontrarle aquel sabor que tenía la existencia, en el valor documental y nostalgioso del propio disco, con la interpretación de Enrique Mora y su cuarteto. Y a continuación Los provincianos, que dirigía Ciriaco Ortiz, con la voz de Carlos Lafuente, nos confirma  el aserto.

Un placer - Cuarteto Enrique Mora

18 - Un placer - Los provincianos




viernes, 5 de abril de 2013

Cacho Herrero

Fue un miembro destacado de la época de oro del tango, no sólo en carácter de integrante de la gran orquesta de Osvaldo Pugliese, sino como compositor, ya que aportó páginas brillantes e inoxidables al vademécum de la música ciudadana rioplatense.

Además fué el único que compitió con el Flaco Morán en el arrastre, con la enorme cantidad de milongueras que seguían a Don Osvaldo y adoraban al cantor de sus sueños. Cacho siempre se apuntaba a placé pero lo cierto es que también suspiraban por su pinta.

Oscar Luis Herrero era porteño del barrio de Palemo y en su casa se mamó siempre música, por su padre y sus dos hermanos que tocaban el violín y el bandoneón respectivamente. El progenitor lo introdujo en el descifre de la teoría y el solfeo y el resto de la ruta vino señalada por el destino inexorable que indica la música, atravesando los distintos mojones que conducen a la maestría.

La orquesta de Pugliese. Herrero es el primero a la izq. arriba
Entre su hermano Fernando y sobre todo el maestro Enrique Cantore, lo pulieron en el estudio y secretos del violín. y el pollo salió bueno de verdad. A sus jovencitos 19 años ya estaba enrolado nada menos que en la orquesta de Pedro Maffia, que era como entrar por la puerta grande del tango.

Antes atravesó la ruta de los novatos. Con 16 años tocaba con sus hermanos en fiestas y boliches del barrio, armó un Quinteto y también caminó con Armando Cupo por las radios y cafés de Palermo.

Estuvo incluso en la orquesta por donde pasaron tantas figuras: la de Emilio Orlando. Y tocando en uno de los conjuntos de Juan Canaro, le habló el inolvidable violinista Enrique Camerano para llevarlo a la formación de Osvaldo Pugliese como segundo violín, junto al propio Camerano, el uruguayo Julio Carrasco y el chino Jaime Tursky, que hacía de organizador, tesorero y músico. Tenía 22 años y su estancia en esa histórica formación duraría nada menos que 25 años.

Herrero en primer plano, con Pugliese, haciendo un solo de voilín
Si lo habré disfrutado junto a sus compañeros en las milongas, cuando pasaba al frente para realizar un solo de violín y los hinchas del maestro y las minas pegaban gritos de entusiasmo. Al principio andaba con bigotitos pero luego se los afeitó y registró pinta de langa. Además ese yeite tan emotivo que le daba al sonido del instrumento, te enganchaba y te emocionaba.
Delante Morán y Pugliese. Detrás - izq.- Ruggiero y Herrero

 En 1958 Camerano dejó la orquesta y pasó al primer violín hasta su alejamiento del conjunto para fundar el Sexteto tango con otros 5 integrantes de la formación de Pugliese.

Pero ahí quedaron sus hermosas creaciones con los correspondientes arreglos: Nochero Soy, Quejumbroso y los temas que compuso con el poeta Eizardo Martínez Vilas para gloria de Alberto Morán: Descorazonado, El mate Amargo y Porque no te tengo más.

En 1968, en la creación del Sexteto Tango junto a Osvaldo Ruggiero, Víctor Lavallén, Julián Plaza, Emilio Balcarce y Aniceto Rossi, los disfruté a pleno en el Caño 14, donde debutaron con arreglos distintos y acento propio y renovador. Y en 1974 estuvieron en aquella maravillosa velada del Teatro Colón que tuve la suerte de presenciar en directo. Hace poco lo recordaba en Los 36 billares con Víctor Lavallén.
                                                
Oscar Herrero es el primero arriba, izq. con el Sexteto Tango
Hoy a tantos años de toda aquella increíble fiesta diaria, su nombre cobra mayor relieve y se ubica entre los grandes violinistas que tuvo el tango, a lo largo de su historia.

Lo recordamos en dos temas instrumentales de su autoría, con la orquesta de Osvaldo Pugliese: Nochero soy y Quejumbroso. Geniales.

 15 - Nochero soy - Osvaldo Pugliese

Osvaldo Pugliese - Quejumbroso








jueves, 4 de abril de 2013

Víctor Braña

Es uno de esos nombres que están escondidos en un segundo plano dentro de las enciclopedias tangueras, pero que realizó aportes muy interesantes en este campo y merece ser recordado en el blog, que pretende hacer justicia con los olvidados.

Porque este violinista, nacido en Villa Domínico (Avellaneda) en el año 2011, se alineó en orquestas como las de Luis Brighenti (el autor de ese hermoso tango: Ensueño), Juan Carlos Cobián, Alfredo De Ángelis, Ángel D'Agostino o Domingo Federico.

                              
La orquesta de Alfredo De Ángelis
Y en 1958 integró una increíble fila de cuerdas en la de Fulvio Salamanca, entre otros junto a Vardaro, Baralis, Nieso, Domínguez, Schiaffino, Di Nápoli y Guisbert.

En 1929, con apenas 18 años, ya estaba tocando en Radio Splendid, acompañando a cantantes de ambos sexos y acompañándolos en giras por el interior del país. Es autor de numerosos temas, algunos de los cuales en colaboración con Reinaldo Yiso, Mario Batistella, Enrique Gaudino, Roberto Lambertucci, Carlos Malerba, Graciano Gómez, José Dames, Ricardo Malerba, Oscar Rubistein, Rodolfo Toscano, Miguel Caló, León Lipesker, Víctor Lamanna, José Colángelo entre muchos otros, además de los que compuso en soledad. 

                           
La orquesta de Freddy Scorticatti

Todo esto da una idea de su hoja de servicios, a la cual hay que sumar una de las más valiosas, en su faz de arreglador. Lo hizo especialmente para las orquestas de Alfredo De Ángelis y Ángel D'Agostino. Entre sus más celebrados trabajos está la variación de violines que realiza De Ängelis en La cumparsita y que ha pasado a la historia grande de este tango universal. O su colaboración en Pavadita, el tango de Aieta que De Ángelis grabó por única vez el 25 de junio de 1958, y que tuvo una resurrección milagrosa en las milongas de los años noventa.

El colorado De Ángelis confiaba ciegamente en los arreglos y armonizaciones de Braña, que incluso cuando actuaba en otras orquestas era llamado por el pianista de Bánfield para consultarlo y proponerle algunos trabajos. En una época que estuvo enfermo le encargó la preparación de algunos temas para incorporar a su repertorio. 
                                                                                
Lo mismo hizo Ángel D'Agostino. Y cuando le grabó su milonga Tiento crudo (en colaboración con Enrique Gaudino), que grabó con las voces de Tino García y Rubén Cané, el 26 de enero de 1954, Braña interviene en la misma como músico y diciendo una glosa.

Además dirigió algunos conjuntos en los que se nota su buen hacer. Como ejemplo, les traigo dos temas con su orquesta. El vals: Nubes que pasan que compuso con José Froján y el tango Otra vez percal. También se trata de un tema suyo realizado en colaboración con Reinaldo Yiso y Ángel Baya.
Lo canta con su señorío habitual, el interminable Carlos Dante.

Nubes que pasan - Víctor Braña

Otra vez percal - V. Braña- C. Dante




miércoles, 3 de abril de 2013

Carlos Lafuente, un señor cantor

Creo que los méritos que atesoró este intérprete no han sido debidamente aquilatados y reflejados en crónicas y comentarios en su momento y a posteriori, que mereció largamente.

Sus grabaciones con la Típica Víctor, con Carabelli, con Antonio Sureda, con Carlos Marcucci (un magnífico Tinieblas, de Vardaro y Velich), con Los provincianos, Fredy Scorticatti y acompañado al fueye por Ciriaco Ortiz, o con guitarras,  nos muestran a un cantor de melódica voz, muy bien manejada en fraseos e intenciones. O estribillista, como se les conocía en aquella época, dado que no cantaban el tema en su totalidad, sino primera parte y estribillo, o solamente este último.

                                                       
Es cierto que, como sucedía con otros cantantes y con las propias orquestas típicas del treinta, que su repertorio también está nutrido por canciones nativas y otros ritmos foráneos, pero le sucedió incluso a Charlo, con quien tiene una ligera similitud vocal. Su intrerpretación de Flores negras, el tema de Francisco De Caro y Mario Gomila. Flores negras, secundado por violín, piano y bajo es todo un modelo de virtuosismo y ductilidad.

Carlos Lafuente (Hugo Wáshington Fredes) a los 21 años de edad debutó en Radio Nacional. En 1930 ingresó al sello RCA Víctor para grabar con las orquestas Típica Víctor y la que dirigía Adolfo Carabelli. Con la Típica Víctor registró su mayor producción: 33 grabaciones.

Se retiró de la actividad artística en 1945, con 37 años apenas, porque decidió privilegiar  su trabajo en la Contaduría General de la Nación, justo cuando el tango estaba en plena efervescencia y atraía a infinidad de seguidores de ambos sexos. Lo que nunca disminuyó fue su admiración por Carlos Gardel, a quien consideró lo máximo en el canto popular ciudadano.

Con su voz y su estilo hubiera logrado un lugar importante en alguna de las orquestas que se repartían los fervores del público, como le sucedió a Carlos Dante, por ejemplo. Barítono, de buena tesitura permanente, creció junto a sus 4 hermanos (dos de ellas, mujeres), en una casa de la calle Nazca al 300, en el porteño barrio de Flores, como Hugo del Carril o Floreal Ruiz.

Un lamentable accidente de tránsito y su posterior internación en el Hospital Español, fueron culpable de su desaparición física en 1989.

Lo traigo desde el recuerdo en dos temas: Fue su destino, de Domingo Pelle y V. Planells del Campo, grabado el 3 de Marzo de 1934, con la Típica Víctor. Y Noviecita, de Sebastián Lombardo y Luis Bates, con la orquesta Los provincianos, dirigida por Ciriaco Ortiz; grabado el 11 de abril de 1933. Este tema fue creado para Libertad Lamarque, que lo estrenó ese año en la Película Tango.

01- Fue su destino

17- Noviecita

martes, 2 de abril de 2013

Julio Rodolfo

Parque Patricios -mi barrio-, ha dado un manojo de cantores profesionales que dejaron huella en el tango y la siguen dejando. El más grande sin duda fue Ángel Vargas, nacido y criado en la calle Pepirí. Pero además hubo otros que destacaron, como Alfredo Del Río, Néstor Soler, Roberto Videla, Rodolfo Lemos -que sigue en la brecha- o Julio Rodolfo (Rodolfo Di Piazza), el caso más singular de todos.

Porque este polifacético artista tanguero arrancó su carrera como músico, dado que su familia estaba poblada por seguidores de la musa Euterpe. Su padre era contrabajista, lo mismo que dos tíos. Un hermano de su madre era bandoneonista y guitarrista. Otro intervenía en el conjunto cómico-musical que acompañaba al dúo Giovanetti-Catalano, que mi madre escuchaba siempre por Radio del Pueblo.
                                                            
Ese poder suasorio que lo rodeaba, lo llevó a tocar la armónica y luego  la batería con 5 años apenas, en el conjunto familiar Los errantes. Al principio, de oreja, luego estudiando en el Conservatorio Municipal, aprendiendo los secretos del contrabajo junto a Hamlet Greco, su gran maestro. Y así seguía recorriendo la senda que había trazado su padre, que actuó en conjuntos importantes como Mancione, Emilio Orlando y aquellos cuartetos que pululaban en las radios porteñas.
                                                                                                              Parque Patricios era un barrio de grandes milongueros y también le inoculó el germen del baile. Lo cierto es que son escasos los músicos o cantores que desarrollaron esa cualidad, por lo cual aparecen muchas veces  en viejas películas algunas figuras, simulando bailar el tango con poca gracia y mucho desconocimiento del tema.

Y entonces, luego de cinco años de duro aprendizaje, Julio entró por la puerta grande del tango, enrolandose sucesivamente en las orquestas de Mancione, Miguel Caló, Pedro Laurenz, la temporada de verano en el Re Fa Si marplatense junto a Piazzolla y Troilo, más otras figuras del elenco.

Su hoja de servicios lo muestra en Japón con José Basso, o militando en la orquesta de Florindo Sassone, Fulvio Salamanca, Trípodi, Pansera, Fresedo, Osvaldo Requena. Con este último despunta incluso su pasión: el baile, junto a su esposa, que también devengará en resultados artísticos importantes. Viajó por medio mundo, media América, Europa, Nueva Zelanda, Estados Unidos.

El otro metejón lo tuvo con el canto. Hincha de Gardel, de Floreal, de Fiore, de Marino, Ricardo Ruiz, Enrique Campos, Jorge Durán, la oportunidad le llegó de manera impensada. Salamanca necesitaba cubrir la baja muy importante de Armando Guerrico y llegó al local donde actuaban varios vocalistas. Luis Correa lo recomendó a él, que ignoraba la jugada. Por ello no le extrañó que este último le pidió que lo reemplazara en una vuelta porque se sentía mal. Lo hizo, con Fulvio Salamanca de espectador.  Al terminar, Luis  le preguntó: ¿Porqué no te vas de cantor con Salamanca? Pensó que era una broma hasta que lo llevaron a la mesa del ex pianista de D'Arienzo y éste se lo propuso formalmente. Incluso le dio la partitura de "El último café" y le pidió que la estudiara para grabar.
Fulvio Salamanca y Julio

El susto no le cabía en el cuerpo y Correa lo ayudó invitándole a tomar una ginebra. El 19 de diciembre de 1963 como regalo pre navideño debutó con la orquesta en condición de cantor y contrabajista. "No sé que imagen daría a los demás pero a mí me temblaban las piernas, estaba nerviosísimo", confiesa hoy día.

Osvaldo Pichuquito Rizzo, fue su compañero de aventuras en una gira por media Europa en 1973, y quien le aconsejó a Osvaldo Requena que lo llevase a Japón como cantor y bailarín. No estaba preparado para danzar en un espectáculo, sólo era un milonguero, pero entre el Negro Raúl y los Dinzel le dieron el baño lustral, y así completó la trilogía -junto a su esposa milonguera-, que es única en el catastro tanguero: Músico, cantor y bailarín. 

En este último rol siempre destacará a Juan Carlos Copes y Miguel Ángel Zotto como grandes maestros que arrancaron en la milonga, antes de dar el salto artístico.

Con La flaca Lucía alternando en una milonga actual
Y como broche de oro artístico vale la pena destacar que la última actuación de Pedro Laurenz tuvo lugar en 1970, en el Carnegie Hall de Nueva York, al frente de un cuarteto integrado también por Fernando Suárez Paz en violín, Osvaldo Potenza en piano y Julio Rodolfo en contrabajo.

Vamos a escucharlo cantando con Fulvio Salamanca en dos temas: Una canción para mi pueblo, que grabó en 1964 y Mariposita, de Aieta y García Jiménez. Curiosamente, en este caso se trata de la primera letra que escribió Francisco García Jiménez, la menos conocida.

20- Una canción para mi pueblo

20- Mariposita 



















La última actuación de Laurenz

lunes, 1 de abril de 2013

Gabriela Laddaga (Gaby, la musicalizadora)

Es realmente agradable comprobar cómo, en esta etapa de la total liberación de la mujer, uno puede encontrarse con verdaderas sorpresas en las milongas cuya música está manejada por una de ellas.

Es cierto que las hay que no captan el concepto musical, la fragua que alimenta los pies y los corazones de la gente milonguera, el legado de los viejos creadores y su codiceo. Pero ello también ocurre con muchos varones, por lo cual me place destacar a esta disc jockey que me encontré en La Ideal y me provocó gratísimas sensaciones en la pista, con la música que seleccionaba.

Gabriela Laddaga nació en Rosario, pero desde los 3 años se radicó con su familia en el porteño barrio de Flores y ella puede decir como Morán: "Rincón de mis juegos de pibe andarín". Y después de idas y venidas, matrimonio, hijos, cambios de barrio, ha vuelto al rincón de sus sueños.
Pero, dale, contalo vos,Gaby.

Gabriela en La Ideal con el organizador y profe Diego Alvaro
-Sí, en mi infancia estudié música y tomé clases de baile, por lo cual me defiendo amablemente con la guitarra y el piano. En la adolescencia, rodeada de amigos, "proyectos de músicos", muchos de los cuales son hoy profesionales, estuve metida en cuanto recital de rock o sesión de jazz me enterara. Y el teatro, otra pasión bien profunda. Por consecuencia, primer marido músico.
Dejé la carrera de psicología universitaria, para dedicarme de lleno a estudiar y trabajar como coordinadora de grupos de psicodrama durante 12 años. Ya con hijos y divorciada, en mis noches de distracción comencé a bailar salsa, otro ritmo que amo profundamente y que considero muy emparentado en la poética y el sentimiento con el tango, Aunque el despliegue físico es totalmente diferente.

A estas alturas tengo ganas de decirle que ese parentesco es trucho y más propio de alguien que no conoce a fondo el tango y que la primera obligación del tanguero es conectar emocionalmente. Pero, me interesa conocer, cómo, con un corazón en números rojos, buscando un ajuste de cuentas con la vida, se topa con el tango y se enchufa. Ya sé que Pichuco sostenía que el tango te espera...

-Y de pronto...¡llegó el tango!, en el año 2003, con la fuerza que se impone desde el cuerpo que quiere bailarlo. Mis primeros pasos fueron en clases del Viejo Correo, tan mentado en aquellos buenos años.
Y de allí salté a La Viruta, como otros salseros que buscaban ampliar su rumbo, por sentimiento porteño... o porque la edad te acerca a esta música. Y ya no paré. Concurrí a cuanta clase me recomendaron, conocí infinidad de milongas en la capital, buscando mi lugar en el tango. Y a muchas personas, hombres y mujeres con quienes compartir esta pasión tanguera y sentirlo en cada fibra de mi ser. Un día me proponen trabajar como relacionista pública en un baile, idea que me encantó y me lancé. Me gané un sitio rápidamente por mi manera de ser, sin pensar en  hacerlo profesionalmente, pero conocí a otros organizadores que también me llevaron y así me fuí dando a conocer, recorriendo siempre milongas.

Uno piensa que con eso no alcanza para manyar el estofado, y saber cual es el tema que provoca determinadas reacciones en los bailarines. O cómo calibrar la temperatura de la milonga y mantener  bien orientada la latitud espritual de la misma. Es que los viejos de la tribu somos desconfiados...

-Ya te cuento. Un gran amigo, musicalizador de milongas que llevaba tiempo trabajando, estimuló mis conocimientos musicales, me llevó a estudiar la evolución del tango y las orquestas, a escuchar más música de la que hay en una milonga, a analizar la dinámica de un baile, a ir entrando en las cuestiones técnicas del sonido... y me tentó. Una noche, él trabajando y yo contándole mis cuitas amorosas..., se le ocurre bailar con una rubia y me deja al pie de la consola, con algunas indicaciones para que la maneje. ¡Y me gustó! Demasiado, diría, porque a partir de ese día me propuse capacitarme a fondo para trabajar de musicalizadora. Al principio con reemplazos de conocidos que confiaban en mí. Y en poco tiempo me convocaron como residente de una milonga donde estuve muchos años, en el Salón Dandy: Shusheta, de mi adorada Gloria García, en el 2007.

Todavía uno dudaría, si no fuera porque estuve bailando en La Ideal con su selección de temas y orquestas y me sorprendió por su capacidad para tenerme enchufado en la música y con ganas de bailar. Cosa que no siempre pasa, ojo...

                                                       
 -Es importante destacar mis ganas de aprender y comprender. Y numerosos amigos me ayudaron a muerte. El primero y mi amigo más querido: Pablo Romano. Es el mentor de mi trayectoria hasta hoy. Sin su estímulo y acompañamiento  no hubiera llegado a ser lo que soy profesionalmente. Ricardo Salusky, Carlos Rey, Marcelo Salusky, Mario Orlando, Pablo Nieto, me dieron aliento y oportunidades. Y más acá en el tiempo, me vinculo con tantos otros que me enriquecen. La lista se amplía y es larguísima. Temo olvidarme de alguno. Nicolás Ferreira, Charly El príncipe, Jorge Tango Negro González, Javier Guiraldi, Daniel Borelli, Pier Aldo Vignazia, Hernán Álvarez Prieto, Norma Silva, Carlos Moreira, César Fernández... y la lista sigue.

Acá, uno ya empieza a entender el fato. Acostumbrado a ver tanto diletante en la consola, alegra saber que un profesional se ha preparado a full, con todo, de cuore. Trabaja en diferentes milongas y ya la imagino musicalizando Festivales en Europa, Estados Unidos, o Japón.

                                                                                                 
Hablamos de orquestas, de cantores ("voy del arrabal al alma en un tris"), y reconoce que "el tango es tan vasto musical y poéticamente que no puedo entender cuando lo remiten a una mera expresión melancólica y lamentosa...".


Claro, Gaby ama lo que hace y musicaliza con pasión, sintiendo en sus carnes lo que va poniendo en la pista. Además es muy exigente. Yo iba a bailar en ese momento con la profe Zoraida ("Esperá que me pongo los zapatos"), me acerqué a su mesa y le pedí si podía poner una tandita de D'Arienzo (hice un gesto con el pulgar y el índice para minimizar la solicitud). Ella con un mohín de disgusto (claro, es profesional), respondió: "¡Otra vez D'Arienzo! acabo de ponerlo..". Pero con gesto resignado, buscó la tandita y lo largó.

El primer tema que bailé entonces con Zoraida, fue este tango del fueye Carlos Marchisio y Carmelo Santiago: Amarras, que canta Héctor Mauré y fue grabado el 21 de julio de 1944. ¡Gracias Gaby!


228- Amarras - D'Arienzo-Mauré