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sábado, 10 de mayo de 2025

Un momento

 Estoy escuchando este valsecito romántico del Chupita Stamponi y no sólo me despunta antiguos recuerdos, sino que me introduce en esos fogonazos de vida con el contraste emocional y sus tribulaciones. En la encrucijada de remembranzas, la pintura de los protagonistas se va desdibujando, por más que los versos esperanzados, ingrávidos, esgrimen un duelo entre la vida empírica y la real.

 Adiós, qué raro fue tu adiós
de espina y de jazmín
como una cruz y una caricia.
Tal vez, no comprendí ni presentí
que las estrellas tienen que morir
con los rayos del sol.

                                 

  

El comienzo de las divergencias demuestran una sensibilidad que no se inhibe. La esquirlas del miedo al final del amor, se deslizan desde la efusión emocional a las conmovedoras notas melancólicas. Punteadas por agudas observaciones, el poeta acude al espejismo de la espontaneidad y sus palabras  muestran con  resignada melancolía el daño colateral y la dimensión cognitiva de la realidad

Yo fui un pájaro cantor
y tú una mariposa
que buscó quemar sus alas...
Después, la soledad, la realidad,
la noche cruel
que pronto me envolvió...
fatal...

Chupita decía que "el vals es un género que me gusta mucho porque es cordial, tiene perfume, colorido, romanticismo. Lo que yo he hecho con el vals, es aplicarle nuevas armonías y agilizarlo un poco, adosado con letras valiosas de gente que me acompañó, como Homero Expósito. Traté de hacerlo un poco más ciudadano, porque aquel valsecito de antes tenía reminiscencias de las cosas del campo, aunque también algunos eran realmente preciosos.

Y otra vez junto al río, muy juntos 
tu boca, mi boca, tu pelo y mi pelo,
tus manos no tiemblan, no sabes reír.
Yo no quiero la historia de siempre
vivir un momento y luego morir.
y la luna, tu luna, mi luna          
que ayer nos vestía, hoy tiende su velo
Yo no quiero el engaño de un día                     
vivir un momento y luego morir.

                                     

                                                  
Siempre llamó la atención de los tangueros, el hecho de que un  eximio pianista, compositor, director, que estudió y se perfeccionó con maestros como Alberto Ginastera en armonía, y con Julián Bautista en composición, fuese capaz en su creatividad infinita, de transitar la relación entre la inspiración poética y la incrustación musical. Como apreciamos en estos versos, con el lenguaje que florea el pentagrama.

Yo sé... que un día encontraré
en la aventura eterna
de mis pasos por la vida.
Tu voz que llamará, que gritará,
que pedirá por mi regreso en vano
y tal vez llorarás...
Verás... qué triste es el papel
de mendigar amor
donde no queda nada, nada...
Después... la soledad, la realidad,
la noche cruel
que ya te envolverá...
fatal…                                                                                                              

De las versiones que grabaron este valsecito podemos destacar la de Carlos Di Sarli con Oscar Serpa, llevado al disco el 3 de febrero de 1952.

                             


 Y también la de Aníbal Troilo con su orquesta y el cantor Raúl Berón. Fue grabado en 1951. Incluso Goyeneche lo grabó con Salgán y con Pontier.  

                                           




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