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domingo, 14 de abril de 2013

Tango y bolero

Se han hermanado muchas veces estos ritmos nacidos en las fecundas tierras de América. Cuántos tangos han sido trasladados a partituras aboleradas y los han entonado grandes cantantes mexicanos, ecuatorianos, caribeños, e anche piú.

A la inversa, muchas orquestas típicas han incorporado algunas páginas del bolero, arregladas en tiempo de tango y han tenido mucho éxito. No hay más que recordar lo que fue la interpretación de Rodolfo Lesica con Varela, de ese bolero del panameño Carlos Eleta Almarán: Historia de un amor.

El tango también tuvo unos momentos de aboleramiento en sus letras y planteamientos, cuando la censura persiguió a aquellos temas que llevaban consigo términos lunfardos, a raíz del golpe militar de 1943, instigados por Monseñor Santiago Luis Copello, arzobispo de Buenos Aires. Y que llevó a la práctica el escritor ultranacionalista Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría), que fuera fugaz Ministro de Educación (¿?), del gobierno militar que presidió Pedro Pablo Ramírez, en 1944.

No quiero abundar en las payasadas a que se vieron compelidos los poetas tangueros, perseguidos por el censor que transformó las letras de forma absurda, controfactas, dejándolas como burdas caricaturas. La verdad es que causan sonrojo o te hacen sonreir al recordarlas.

Perón con Mons. Copello en 1946: "Qué me dice Don Santiago Luis..."
El tiempo siempre pone a cada uno su lugar y el lunfardo ha tomado tanto cuerpo en la sociedad que, hasta en estos momentos tremendamente difíciles que vive España, se ha puesto de moda la palabra escrache. Reíte de janeiro. Y así aparece todos los días en prensa gráfica, radio o televisión, cuando los perjudicados se plantan con pancartas en la puerta de casa de un político, o en el Congreso. ¡Que diría de este término exportado a la cuna de la lengua, el cordobés Hugo Wast!

En unos tiempos de creciente infantilización musical, vale la pena recordar de qué sueños y materiales emocionales estamos hechos.

                           


Y el bolero forma parte de nuestra cultura musical y sentimental. A mí me siguen emocionando Lucho Gatica, Mina o Daniel Riolobos. Esa cuota de almíbar-acíbar que tienen aquellos boleros históricos y esa manera de decirlos-cantarlos me envuelven en los momentos en que jaspean las superficies y siento despertar una pasión antigua.

Argentina tuvo grandes intérpretes del bolero, como Leo Marini, Hugo Romani, Daniel Riolobos,  Roberto Yanés, o el barítono bilbaíno Gregorio Barrios, que estaba radicado desde joven en Buenos Aires, entre otros.

Orquestas y cantores de tango de ambos sexos han incursionado en el bolero y lo han transformado en tangos o valsecitos, quizás recordando aquella frase de Gandhi: "Aquí y allá todos buscamos lo mismo, nuestra esencia está en todos lados".

Y entonces en este domingo luminoso de Madrid que me alegra a través de la ventana, me sumerjo en mi discoteca y rescato tres boleros trasplantados a nuestra órbita musical ciudadana.

                                                       

Por la orquesta de Francisco Canaro, cantando Enrique Lucero, el tema del cordobés Don Fabián (Domingo Fabiano): Dos almas (1946). Roberto Luque canta con Miguel Caló (1962): Vanidad, del mexicano Armando González. Y nuevamente Canaro (1945), cantando Guillermo Coral (Rico), en tiempo de vals, el conocido y festejado: Toda una vida, del cubano Osvaldo Farrés (Farré).

Y de paso cañazo, recordamos aquellas noches mágicas del cheek to cheek...

05- Dos almas - Canaro-Lucero

24- Vanidad - Caló-Luque

21- Toda una vida - Canaro-Coral




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