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viernes, 17 de octubre de 2025

EL TANGO

 


El tango es una droga que acelera latidos,
Es esa pira donde crepitan  los sentimientos milongueros de la pareja de bailarines.
Es la intemperie de la vida.
El tango es ese silbido compadre y familiar.
Es el ladrido del alma,
la bocina de la angustia,
la rendija del dolor.
El tango es recogimiento. El tango es introspección, confidencias de un amigo, cicatrices mal curadas, naufragios, la soledad.
El tango es la palabra que te sostiene.
El tango es la música que permite reencontrarte.
El tango hay que contarlo, no cantarlo. 
El tango no se baila, se camina.
El tango es el espejo de la existencia.
El tango se siente dentro.
Es la voz del cantor que bebe vino barato y vomita raras palabras del suburbio: Paica amurar, junando, punta, percanta, gavión, rechiflao, atorrante, pelandruna;
masticándolas con rabia
como si alguien quisiera robárselas para mal usarlas.
Porque nació procaz y quilombero, bastardo, rufián, sin parentela legal, ni santo y seña
que reconociera la sociedad puritana y pacata. 
El tango es la umbría historia acústica
fermentada en la fragua de agónicas madrugadas,
entre músicos terrajeros y bailarines que armaron unos pasos simétricos
con grelas que alimentaron la concupiscencia de esos burdeles
y se bancaron la faca, el bochinche, las purgaciones y el alcohol. 
Franchutas, polacas, hetairas expuestas en la trastienda 
al impulso sexual de los varones.
El tango es metejón, encajetarse.
El tango es el tibio run run de los mercados
el silbido del tren en arrabales,
la ropa tendida en humildes patios, 
la mesa de obreros en la fonda,
el yirar de la veleta en la terraza,
la bohemia de poetas, esos grillos buscavidas,
las casas destituidas por el tiempo,
la ruda demolición de la utopía,
tomar mate con bizcochitos de grasa.
El tango es la humedad de Buenos Aires
la garúa de la ausencia, la mugre del bajo fondo, los baches de una calle maltratada,
el dolor del inmigrante
que lo habita, le inyecta su nostalgia y sus lágrimas.
El tango es acíbar, no es almíbar,
no nace en tierras tropicales, entre negros sandungueros.
El tango es la voz convulsa del bandoneón
entre la lluvia fina de los violines,
los relámpagos del piano
y el sordo trueno del contrabajo.
Es la súmula de poemas con intensidad y sincopación.
Es la pollera con tajos bien profundos y piernas que alborotan paraísos,
rojo carmín en las bocas convocantes, colibrís pespunteantes las pestañas,
promesas de panal en los escotes 
y zapatos con alas en los altos tacones.
Ella es la hiedra que a un torso se amanceba, se enraíza en el parqué en tres minutos infinitos, torrenciales,
bajo un sensorial rumiar de los fueyes y el flato conductor del contrabajo
que encolumna a las yuntas cadenciosas
girando en sentido inverso a las agujas del reloj.
Él responde al pasado. Al pulso del puñal en celo, a la pelvis ligera del moreno.
Al grávido semblante del compadre.
Al mordaz canfinflero,
a la sonrisa gardeliana del Morocho para cabecear en busca de su sombra
y trenzar un diálogo de cuerpos que buscan la emanación del compás musical
para expresar sus sentimiento y exhibir sus alardes.
Es una confesión íntima, un deschave entonado entre humos y olores agrios
con dos guitarras cinchando al costado
y el cigarrillo colgando del labio inferior de un curda veterano.
Es esa gola cargada de güisqui y tabaco que desvela el secreto de los tangos.
O un salón que encierra viejas leyendas
de bailarines que dibujaron figuras irrepetibles y milongueras que flotan como 
fantasmas en la penumbra que las exorciza cada noche sobre el memorial del suelo.
Es la sensual exploración de las superficies.
La guarida de la melancolía.
El poema que colonizó un espacio.
La energía que brota del piso.
El berretín de poder pensar: ¡Qué noche!
El tango, ese milagro
que se bailó en conventillos.
lo desovilló el organito, lo divulgó el compadrito,
y sus figuras son: la fantasía del porteño, su mufa, su soberbia, su esplín y su perfil
fanfarrón y ganador.
El tango duele.
Sólo cuando esto sucede, el músico inunda de duendes del recinto, el cantor se desangra en su homilía y la pareja se funde en un orgasmo místico.
Y se eterniza

J.M.O

jueves, 16 de octubre de 2025

EL HOMBRE DEL TANGO

  De pronto, caminando por cualquier calle, le llega nítido el sonido de un tango propalado desde el parlante de de una disquería. "Pará... pará". se dice a sí mismo. Y se detiene. Entrecierra los ojos, se aísla en su mundo interior y ya nada existe para él, como no sea la melodía que baña dulcemente su alma.                                                                                        -Ésta es la jaula del japonés Pichuco -monologa para sus adentros- . Fraseo limpito, como si la bandola, en lugar de tocar, estuviese hablando...                                                                                                                                                                                                                  Moviendo apenas  los labios, canturrea el poema al compás de la música: "La esquina del herrero, barro y pampa...". Cuando concluye el disco, reemprende la marcha. Pero ya es otro tipo, algo así como la reencarnación del muchacho que fue en el 40.

                                     Arte de la Argentina - El portal de artistas argentinos, museos, salones y  principales galerías

  Ahora va cargado de nostalgias y no advierte lo que a su lado pasa...  "¿Vos sabés que muchas veces no le puedo dar la cana si es un pibe o una piba con la melena larga, la blusa de colores, los lompas de lona y los mocasines? Porque el uniforme es el mismo en un caso o en el otro...".

   Ëste es el hombre del tango, aferrado a muerte a su berretín y enemigo furibundo de los nuevos ritmos. Vive para el recuerdo, se retrotrae al pasado, evoca sin pausas y tiene dioses propios: Gardel, Angelito Vargas, Fiorentino, Cobián, De Caro, Di Sarli, Troilo, Pugliese, D'Arienzo, Fresedo.

   Incluso ha aceptado en el cielo de sus adoraciones a Pirincho Canaro. "Sí, la orquesta parecía un poco la banda de un pueblito, pero, ¿qué querés?, tocaba tango y, además tenía a Minotto. Ése sí que era un fueye que obligaba a descapelarse...".

   Es, por otra parte, la historia viva del tango. Conoce de pe a pa todas las peripecias y vicisitudes de sus héroes musicales. "¡Qué me vas a decir a mí!... El negro Frontera era violinista de Vicente Flores en un café que estaba frente a la Plaza Flores, precisamente. Y pa' que lo sepás: Nicolás Vaccaro fue pianista de Arolas en un cabaret de la calle Corrientes, donde hasta hace poco tiempo "La Emiliana" ofrecía morfi tupido a los que andaba con ganas de lastrar". 

Y sigue acopiando datos y nombres hasta nunca acabar. El hombre del tango provoca la impresión de que se hubiese abroquelado contra las cosas del presente y siguiese firme en la época de sus amores y admiraciones juveniles.

-"¡Ah, que tiempos aquellos - suspira con añoranza- cuando con quince guitas que valía un café, lo escuchabas toda la noche a Anselmo Aieta en el Nacional...!".


JOSÉ BARCIA ("Tango, Tangueros y Tangocosas".)


martes, 14 de octubre de 2025

LA MUSA POPULAR

  
  La Musa Popular tenía sus poetas
que con arte afinaban sus versos con la lima,
joyeros forjadores de impecables cuartetas
que se perdían la noche por pulir una rima.

Así fue Celedonio -Rubén Darío del tango-
cuando escribió "Margot" enre un rumor de fueyes,
así fue de la Púa cuando buscó en el fango
aquel genial poema que tituló "Los bueyes".

Era el clima propicio que la noche tendía
sobre aquel Buenos Aires de hace cincuenta años
cuando en cada boliche del Centro se bebía
de pie y recostado en ilustres estaños.

Daban vida a los versos, el botón, el Mateo,
la mina que salía del cabaret borracha,
la reventa de diarios, el Lacroze, el fondeo
en aquella "Pasteur" de la calle Suipacha.

El ambiente finspiraba al vate callejero
haciéndole escuchar su diapasón mistongo,
el centro, con su dandy, fajando a un patotero,
la Orilla, con su taura, rompiendo algún bailongo.

La piba fabriquera a quien dejó amurada
un pardo verseador famoso en Puente Alsina,
que al no tener consuelo, de amor desesperada,
si tiró bajo el tren como Ana Karenina.

Todos estos motivos tomaban los poetas
para sus versos rantes plagiados de la vida.
La lira milonguera les ofreció sus tetas
para nutrir la Musa popular y sentida.

Y Buenos Aires tuvo su canción ciudadana,
el gran álbum porteño de melodiosas crónicas
 al que no podrán nunca enmendarle la plana
com arreglos pedantes ni con dodecafónicas.

Querer hacer vanguardia con el tango es artero,
es cambiarle el ropaje y profanar su esencia.
Se llaman de vanguardia porque son los primeros
en caer bajo de gesto de nuestra indiferencia.

ENRIQUE CADÍCAMO







miércoles, 8 de octubre de 2025

¿Donde estás corazón?

Este tema que está considerado como Patrimonio de la humanidad, nació como canción y así recuerdo que lo cantaba mi madre cuando yo era chico. Su autor es un catalán que vivió muchos años en Argentina, Chile y México. Se llamaba Luis Martínez Serrano y estudió música en el Conservatorio de La Prensa, en Buenos Aires, con los destacados maestros Ernesto Drangosch y Alberto Williams. Tenía siete años de edad cuando sus padres se trasladaron a vivir en Argentina y el chico ya seguía las influencias de su padre músico, que lo mandó a estudiar.

El artista polifacético, sería luego locutor en Chile, actor de radioteatros, y director de orquesta. Regresaría siempre a Buenos Aires, pero le agarró el gusto a los viajes y vivió en México largas temporadas. También se enrolaría en compañías itinerantes de zarzuelas, operetas y revistas. La ciudad de su infancia lo esperaba siempre y sería pianista de la cancionista Teresita Zazá (Teresa Marval Torres), que le estrenaba los tangos que iba componiendo. Teresita Zazá era natural de la ciudad de Plasencia en Extremadura, España, pero le había tomado el gusto al  tango y tenía gran éxito.

                                                  

Luis Martínez Serrano

El tema que tanto despliegue causó, fue parido como canción por Luis Martínez Serrano y tuvo gran repercusión en México, donde lo creó, y España. Lo estrenó precisamente el barítono Daniel Arroyo en el Teatro Regis de la ciudad de México, en la revista "México a la vista", acompañado por la orquesta dirigida por Martínez Serrano en el año 1924.

Dos años más tarde el bandoneonista Augusto Pedro Berto recala en México en una larguísima gira con la compañía teatral de Camila Quiroga, y al frente de su trío típico (Berto; Roberto Tachi, Bolognini), que actuaba en los intervalos. Habían pasado por varios países antes de llegar allí, estuvieron en las Antillas y llegarían a Estados Unidos. Remo Bolognini, el famoso violinista que integraba el conjunto, se quedó en Nueva York donde se dedicaría con notable éxito a  la música sinfónica.

En México, Berto, autor del célebre tango La Payanca, escuchó la canción de Martínez Serrano, conversó con éste, a quien conocía de Buenos Aires, y le dijo que le gustaría trasladarla a ritmo de tango, cosa que éste aceptó con mucho gusto. El acuerdo fue que Berto percibiría el 50% de los beneficios, cada vez que se ejecutase como tango. Al llegar a Buenos Aires ya tenía armada la melodía y desde el arranque fue un éxito absoluto, cuando lo estrenó en los carnavales.

                                    

Ignacio Corsini con sus guitarras le dio el empujón definitivo grabándolo en 1930. Pero la lista de quienes hicieron lo mismo es larguísima. Charlo lo registró con las orquestas de Francisco Canaro y Francisco Lomuto. Tito Schipa, Juan Arvizu, Ada Falcón con la orquesta de Francisco Canaro, Mercedes Simone con orquesta, Julio De Caro cantando Pedro y Juan Lauga ¡en francés!; Teófilo Ibáñez con la orquesta de Roberto Firpo; Miguel Caló con Raúl Del Mar y versos de Héctor Gagliardi; Armando Pontier con Oscar Ferrari, Leo Marini, Irusta-Fugazot-Demare, Blanca Mooney con Luis Stazo, Azucena Maizani, o Alberto Castillo, entre muchos otros, que le dió un nuevo impuso en 1949, grabándolo con su orquesta dirigida por el bandoneonista Ángel Condercuri.

En México se filmó una película con el nombre de este tema, y el leit motiv del filme es la canción. Rosita Quintana y Miguel Aceves Mejía tienen papel relevante en el mismo. Luis Martínez Serrano en uno de sus retornos a Buenos Aires, coincidió algunos meses con Carlos Gardel, actuando ambos en el Teatro Florida. Pero Gardel no accedió a grabar el tema pues ya lo habían hecho otros artistas y él prefería estrenarlos o que tuviesen poca difusión.

 Hoy traigo la versión de Alberto Castillo acompañado por la orquesta de Eduardo Rovira. Lo grabó el 28 de abril de 1949.

                                 


    



martes, 7 de octubre de 2025

El tiempo pasa de largo...

 ... cuando te abrazo en un tango..

                                         

Compás floreado de tango
que al apretarme en tus brazos,
me está encendiendo en los labios
una palabra de amor.

Otro tango si no es tarde
para bailarlo los dos,
si son de un ritmo que late
lo mismo que un corazón.

El tiempo pasa de largo
cuando te abrazo en un tango.
Y estoy muriendo de antojos
por besarte en esos ojos
que al mirar me están quemando.
El tiempo pasa de largo
cuando te abrazo en un tango.
Mientras se quiebra
la voz de la orquesta
que dice de tango y amor.

Compás floreado de tango
me está endulzando el acento
para decirte "te quiero"
con mi mejor expresión.

Por tu amor y donde cuadre
se hace tango mi emoción,
al son de un ritmo que late
lo mismo que un corazón.

Letra de Carlos Bahr                                                                                                                    Música de José Basso 


                                       

 

 

lunes, 6 de octubre de 2025

Bajo el cono azul

 Un tango grabado por la orquesta de Alfredo De Angelis, cantando Floreal Ruiz, en 1944, pero que sigue destilando el espíritu placentero del recuerdo en las pistas de baile. Aunque la orquesta no sea de las más predilectas para milonguear, este tema tiene un gancho que nos impulsa. Y Floreal con la orquesta de De Angelis ya mostraba su potencial interpretativo.

                                       

   Carmelo Volpe
 

Carmelo Volpe (5/7/1909-18/3/1967) fue un poeta, escritor y dramaturgo que no destacó precisamente como letrista de tango, pero con este tema logró un impacto. En 1940 fue premiado por Radio Belgrano por su obra “El intruso” que fue representada en el Teatro Moderno de la Capital por la compañía de Iris Marga bajo la dirección de Alberto Ballerini. Conoció a Alfredo De Angelis que le fue presentado por Néstor Rodi y ahí surgió la alianza para componer este tango.

Entre sus letras de tango destacan el vals "A una mujer", que lleva música de Horacio Salgán, igual que la milonga "Cortada de San Ignacio", en las que luce su pluma y  la música también compuesta por Salgán. "Moreno de los morenos" con música de Enrique Maciel, es otra milonga suya. En 1940 fue premiado por Radio Belgrano por su obra “El intruso” que fue representada en el Teatro Moderno de esta capital por la compañía de Iris Marga bajo la dirección de Alberto Ballerini.

                                                 


 

Los versos de "Bajo el cono azul" reflejan el baile de la Susú que lo inspira, en el reducto noctámbulo donde es la atracción de los feligreses trasnochados. Y él suspira y sufre ante los movimientos pélvicos de la dama que lo dejó... imaginariamente...

Bajo el cono azul de luz
bailando está Susú
su danza nocturnal...
Sola, en medio del salón
se oprime el corazón
cansada de su mal...
Veinte años y un amor,
y luego la traición
de aquel que amó en París...
¡Mariposa que al querer llegar al sol
sólo encontró
la luz azul de un reflector!...

La luz azulina de que la envuelve a ella se convierte en en el espiral de su imaginación, al verla de nuevo, tras el alejamiento amoroso y el retorno que se convierte en un sinfín de recuerdos y sensación de fracaso. Han pasado veinte años y su imaginación vuela con el baile de ella y ese azulado que encierra una atmósfera oscura. El tiempo pasa y nos muestra su descomposición hacia la nada.

 Bajo el cono azul
envuelta en el tul
gira tu silueta en el salón.
Y yo, desde aquí
como allá, en París,
Sueño igual que ayer, otra ilusión...
No sé si te amé...
Acaso lloré
cuando te alejaste con tu amor...
¡Triste recordar!
¡Sigue tu danzar!...
Yo era sólo un pobre soñador...

Bajo el cono azul de luz
no baila ya Susú
su danza nocturnal...
En las sombras del salón
solloza un corazón
su mal sentimental...
Veinte años y un amor,
que en alas de ilusión
la trajo de París...
¡Mariposa que al querer llegar al sol
sólo encontró
la luz de un reflector!... 

Alfredo De Angelis-Floreal Ruiz, lo grabaron el 29 de febrero de 1944 y es un placer escucharlo. Catorce años más tarde, De Angelis lo llevó al disco con Roberto Florio. Escuchamos la primera versión.

                                   


 

 




martes, 30 de septiembre de 2025

Sexo, drogas & tango: Amelita Baltar recuerda a Astor Piazzolla (2)

                                                     Texto: Julio De Bonis con la colaboración de Martín Robbio

-¿Y cuándo se enfermó cómo te enteraste?

-Estaba en París y de repente me empezaron a llamar del diario El País de España. Entonces llamé a Elio, del Maipo, para ver qué pasaba. Ahí me contó que a Astor le había agarrado una trombosis cerebral. Claro, por eso me estaban llamando del diario El País. Yo les expliqué que estaba viviendo allí -en París, al igual que Astor- pero que no vivía más con él ni era más su pareja. En ese momento debo haber dicho algo así como que era un grande y los grandes uno espera que no se vayan nunca. Me contaron que los médicos franceses dijeron: Esto hay que dejarlo como está porque en un mes se va. Hacer otra cosa era torturarlo… Y la bruja (por Laurita, su última mujer) se hizo preparar un avión para traerlo y lo tuvo dos años acá. Lo llevaban al Alpi para tratar de hacer gimnasia y él no quería– cuenta acongojada-. Dicen que un día pasó cerca del ascensor y se tiró de la silla. ¡¡¡Se quería ir!!!

                                    

Piazzolla, Amelita y Ferrer en Montevideo

La charla continúa por senderos borrosos, Amelita pide apagar el grabador para una anécdota personal y cuando la luz roja marca el encendido, su voz reaparece con un axioma: “El odio envenena al recipiente que lo contiene”.

-¿Y nunca te envenenaste en tus relaciones?

-¡¿Odiar?!… Me llevé mal con alguien… pero odiar, no recuerdo odiar. ¿Odiar a quién?

-En una entrevista (A manera de memorias, de Natalio Gorín) Astor asegura que pensó en matarte varias veces porque él no admitía el engaño, dando a entender que lo engañaste.

El clima se tensa por primera vez, la mirada de Amelita refleja a Piazzolla revolviendo sus entrañas al ritmo de su fueye. El cronista siente en ese momento una metáfora de Ferrer: en un fósforo ve la tormenta crecida. Nervioso, trata de edulcorar la pregunta.

-¿El odio es la contracara del amor?

-Un hombre que me hace abortar un hijo –la emoción la interrumpe- ¡¿Eso qué es?! ¡¿Amor?! ¡Ahí se fue todo a la mierda! ¡¿Eso es amor?!

Salimos del mal trago y pasamos revista tanguera: Susana Rinaldi, Horacio Salgán, Ubaldo De Lío, Edmundo Rivero y el cabrón de mierda de Ferrer; hay definiciones para todos. Amelita es un boxeador que noquea con anécdotas, cuando uno se recupera de la última, ya está en marcha el siguiente golpe: “Es que soy la única que puede contar estas cosas… la única con la Rinaldi, pero a la Rinaldi le importa un carajo nada”. En su recuerdo aparecen los próceres de la vieja guardia: “Los tangueros creo que nunca leyeron ni un diario, ni una revista, ni un nada… Y un día abrieron la puerta de su casa y se encontraron con que Buenos Aires era otra y ellos no tenían música para escribir ese nuevo Buenos Aires. Tocaban todos los días hasta las seis de la mañana, después la patrona les preparaba la comida y a las nueve de la noche volvían al boliche. El único tipo culto, que hacía gimnasia, era Edmundo Rivero. Salgán era el tipo más limpio del mundo, su guitarrista, Ubaldo De Lío, siempre tenía la mano acá- señala la cintura-, para poder tocarle el culo a las minas cuando pasaban a su lado. Era calentón y jeropa, a mí me perseguía. Astor amaba a todos los tangueros esos y los tangueros lo amaban a él.”

La dupla Baltar-Piazzolla contaba con un tercer elemento: el maestro Horacio Ferrer, recientemente fallecido. Amelita lo evoca: “después de estrenar María de Buenos Aires- la opereta compuesta por Ferrer y Piazzolla- nunca la pude cantar, y la cantaron todas. Recién después de 45 años la hice en Japón. Pensé que era la Laurita- la última mujer de Piazzolla- la que me prohibía hacerla, pero no. Había alguien que en la obra quería ser la primera figura, era el poeta, él quería que terminara la obra y ser el más de los tres. Así que Horacio Ferrer fue un hijo de mil putas conmigo. ¡Un cabrón de mierda! Eso sí, sé que me admiraba y él sabía que me había jugado la vida cuando estrené María de Buenos Aires.”

Amelita pide un entretelón: “Voy a desbeber el malbec y retornamos”.

Tercer y último vino

El cronista no pidió bis, pero la artista quiere seguir ese intercambio de a tres. Está cómoda y nos ofrece bajar a cenar en el piso donde vive. Vamos a comprar unas fainás con jamón crudo, tomate y albahaca, y sacamos a pasear sus perros. Un gato se escapó y hay que llevarlo nuevamente al piso de arriba, diligencia que resuelve el cronista. Al volver, otra botella ha sido abierta, cortesía Baltar.

«Los tangueros creo que nunca leyeron ni un diario, ni una revista, ni un nada… Y un día abrieron la puerta de su casa y se encontraron con que Buenos Aires era otra y ellos no tenían música para escribir ese nuevo Buenos Aires»

La pared de su cocina tiene la misma receta que la de los salones de las pizzerías de la calle Corrientes: está llena de fotos con famosos. Antonio Seguí, Milton Nascimiento, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Hermeto Pascoal, Tito Lectoure, por citar algunos de sus compañeros de instantáneas. También figura su tocaya Fortabat: “Ella moría por mí, después de un show me ha dicho: Te digo, Amelita, si solamente pudiera cantar una canción como vos sería la mujer más feliz del mundo. Le respondí: amor mío, te quiero tanto que si pudiera tener un dos por ciento de la guita que vos tenés, yo también sería la mujer más feliz del mundo.”

La comida incluye un menú de proyectos futuros, le propone a Martín Robbio que la acompañe con temas de folclore en un show veraniego y cuenta que está iniciando un libro, su historia se sigue escribiendo. Parafraseando por última vez a Ferrer, vale decir que los enigmas del vino acarician nuestros ojos. Momento de abrir el micrófono para el final del repertorio.

-Hay una anécdota tuya que me parece muy simpática, qué es cuando con Astor probaron marihuana. ¿Quisieras hacerla pública?

-¡Ajaja! ¡Qué gracioso! Ninguno de los dos teníamos la experiencia. Vino un amigo nuestro, un tipo que era grande como él y su mujer que era más chica que yo, una manequén. Y bue, trajeron un porro. Yo sabía lo que era un porro, aunque lo único que se conocía en el tango era la cocaína y chau, punto. Nos habían dicho que no debíamos fumar en un lugar ancho, sino en un lugar chico para que el humo de las pitadas quede ahí. Estábamos en una casa con dos baños, los dos estupendos, pero una más chico, con ducha y todo pero más chico. Entonces nos fuimos a ese baño los cuatro. Empezamos a fumarlo… Qué sé yo, debemos haber estado media hora fumando y Astor decía a mí no me pasa mucho, eh, y yo decía mirá, a mí mucho tampoco, pero bueno. Tengo otro, bueno encendé el otro. Finalmente salimos del baño un poquito, eh… Gustositos, relajados, pero nada más.

-¿Y esa fue la única experiencia con las drogas?

-Un día me dieron una pastilla de LSD, la guardé 4 años. Un día separándome de Astor la tiré en el inodoro, porque no quería que nada me cambiara la vida. LSD e irse a la mierda y no sabés a donde te va a llevar… No, eso no es para mí. Y Astor se olvidó porque no era drogadicto. Astor sí probó la cocaína y me la hizo probar a mí, pero no era… Me decía probala, probala, no te va a hacer nada. Después estaba más excitada, qué sé yo, tomé un whisky y me cayó mucho mejor, pero no éramos de tomar. Fue 3 o 4 veces, onda juego. Astor no era drogadicto y yo era feliz con lo que era. La falopa es cuando vos necesitás que te levante esto o lo otro. Yo no tengo que levantar nada, era feliz y él también, así que no necesitábamos para nada la falopa.

                                         


El cronista se olvidó de describir una foto: está Amelita al lado de un farolito, vestida para tumbar mandíbulas, se la ve joven, en una plenitud manejada a la perfección. En otra, está totalmente desnuda, tapándose una lola con una mano en pose tanguera y con una pierna cruzada. Una musa despampanante que puso de rodillas a varios y escuchó impávida sus plegarias de retorno, incluso las de Alfredo y Ronnie, los padres de sus hijos, pero… Siempre hay un pero.

-Nombraste al pasar al amor de tu vida, no te pido que lo escrachemos, pero necesito saber: ¿Qué hizo ese hombre para ser el amor de tu vida?

-Porque cuando lo conocí y me pasó, lo amé para siempre. Y no me duele no tenerlo. No, no, no, pero lo amo. No quiero que su mujer registre porque no queda bien, que le escriba una mina que a lo mejor… No queda bien… Cuando está solo lo llamo, hablamos de nuestros perros. Me acuerdo de su cumpleaños, él se acuerda el mío, hay veces que nos llamamos y sólo eso, y otros días nos quedamos media hora hablando, jodiendo, nos cagamos de risa. No tengo dolor porque no esté conmigo, tengo una alegría inmensa de haber tenido un gran amor de mi vida. Tiene doce años menos que yo y es buen mozo, buen mozo, que no se puede pensar. Es re bacán, de esos apellidos re bienudos.

-Atractiva, conquistadora de varios corazones, bacana, hay mucho en común con tu padre.

-Sí, fui muy putaniera, donde ponía el ojo ponía la bala. Por ahí por un día, por ahí 10 días, por ahí me duraba un mes. Pero si yo ponía el ojo era como que…

-Tu belleza los encandilaba.

-No era sólo estar linda, tenía una actitud que era la de un minón. Bueno, una hora de entrevista, me dijo. Apagá eso, nene.

Se cumple la orden, Amelita ofrece abrir otro vino, el cronista declina, no le molestaría seguir charlando con una parte viva de la música nacional, pero quiere volver rápido a su casa, en su grabador hay un crudo inédito: El tango de la femme fatale.