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miércoles, 27 de febrero de 2013

Antonio Rodio

Muy buen músico, exquisito compositor, notable violinista, el rastro de este hombre del tango se va esfumando del otro lado de la Cordillera, donde se radicó, alejándose del centro de gravedad de este género, cuando precisamente estaba en el apogeo del gusto popular.

Lo conocí precisamente en Santiago de Chile, en ocasión de la despedida de una vedette argentina del local donde actuaba ella, acompañada por la orquesta que dirigía Rodio. El dueño  del establecimiento nos invitó al final a una cena en donde estábamos unas 12 personas. Me tocó justo sentarme junto a Rodio. Lo ametrallé a preguntas. Para mí era un lujo. Para colmo se habían producido roces entre la vedette y una cantante que estaba en la mesa y se respiraba un mal ambiente que ni la gran mariscada sobre el mantel conseguía disipar. Y yo me refugié en ese diálogo.


No entendía como  se había alejado, después de haber tocado junto a Marcucci, Maffia, Fresedo, Delfino, Scalise, Ferrazzano, Enrique Rodríguez y músicos de gran nivel y repercusión. Claro, no podía evadirme de aquellos acompañamientos que le hicieron a Carlos Gardel, junto a  Rodolfo Biagi al piano y los guitarristas Aguilar, Riverol, Barbieri y Vivas -más Rodio con su violín-,  en los temas: Aquellas farras, Aromas del Cairo, Buenos Aires, Viejo smoking y el foxtrot Yo seré para tí, tú serás para mí. Ocurrió en abril de 1930, Rodio tenía 26 años entonces y no le dio demasiado trascendencia al asunto. Esto al menos fue lo que me dijo aquella noche. En cambio Biagi "estaba exultante", según me explicó, porque tenía la afición de los burros, como Gardel. Además andaba mal en ese momento y le vino muy bien.

Antonio Rodio con la batuta dirigiendo a su orquesta
En la charleta, salió a relucir el barrio y resultó que cuando vino de Italia con sus padres (nació en Crispiano, provincia de Tarento -Italia), junto a seis hermanos, se radicaron en Parque Patricios, el barrio de este bloguero y fue a la escuela primaria de la calle Deán Funes y Pavón. A mí me volvía loco el tango que hiciera con José María Contursi, Cosas olvidadas, y le conté una anécdota que había vivido con dicho tango en Rio de Janeiro. Repentinamente se puso serio, se apartó de la conversación un largo rato y comprendí luego que a él, también ese tema parecía traerle tristes recuerdos, como al Catunga y su Grisel, destinataria de los versos. Y pensé que su alejamiento del país debería tener algo que ver con ese hermoso tango. Cuando hablamos de orquestas me dijo que le gustaban Lucio Demare y Pedro Laurenz.

Antonio Rodio (derecha) junto a Daniel Álvarez, Libertad Lamarque y Alfredo Malerba.
En 1935, junto a Alfredo Malerba  y el fueye Daniel Sardina Álvarez, acompañaron a Libertad Lamarque en actuaciones y grabaciones. Realmente, Rodio fue un músico de enorme talento, reconocido por gente del ambiente de aquellos años. En 1936 formó el conjunto llamado Los poetas del tango, junto a Francisco Fiorentino, Héctor Artola y Miguel Bonano. Luego estuvo en una formación de fuste, dirigida por Argentino Galván, que acompañó al cantor Roberto Maida, y en 1941 forma orquesta propia.

 La integraban músicos de la nueva hornada que venían pisando fuerte y conformaron una orquesta de muy agradable estilo melódico, una impresión de plenitud y sobre todo de emotiva atmósfera , avivado además por el buen gusto de sus cantores Alberto Serna, Mario Corrales y también Antonio Rodríguez Lesende en algunas colaboraciones.

Y el elenco de músicos era de nota: Antonio Ríos, Mario Demarco,Tití Rossi, Máximo Mori, Carlos Parodi, Luis Bonnat, Eduardo Rovira, Juan José Fantín, Tomás Cervo y Héctor Chupita Stamponi al piano, además del director. No podía salir otra cosa que ese sonido y la capacidad de encantamiento del ritmo que logra una orquesta afiatada, con buenos arreglos, que lució su alquimia en Radio Splendid y locales céntricos de arraigo popular.

Pero Rodio quería volar, hizo las maletas, se fue de gira con Miguel Caló y en Chile encontró un futuro destino en 1946. Volvería a  Buenos Aires,  integrándose en la orquesta de Francisco Rotundo pero en 1949, enrolado en la del Chula Clausi, viejo compañero de aventuras, volvió a cruzar la cordillera y no regresó más. Dirigió orquestas sinfónicas y formó hogar en la hermosa ciudad balnearia de Viña del Mar. Allí  lo sorprendió la muerte en 1980. Y yo me quedé con ganas de seguir hablando con él....

Como compositor dejó una interesantísima producción en la que sobresale mi eternamente preferida: Cosas olvidadas. Pero no se pueden olvidar otros temas de mucho calado como: ¡Y la perdí!, Angustia, Mi camino (las tres junto a José María Contursi) Parece mentira, Angustia, Rosa Celeste, Si yo te contara, Amor brujo, Yo no puedo comprender.

Entre 1943 y 1944, Rodio grabó 16 temas en Odeón. Vale la pena revivir el estilo evolucionista de esa orquesta, y ese buen gusto melódico que caracteriza a una formación que debió recorrer mayor trayectoria, para recibir el merecido reconocimiento.

Podemos comprobarlo escuchando dos temas. Cien noches de Tití Rossi y Ricardo Thompson, y Parece mentira de Rodio y Rodolfo Scianmarella. Ambos cantados por Alberto Serna.

08- Cien noches - Rodio-Serna

16- Parece mentira - Rodio-Serna


5 comentarios:

  1. MIL GRACIAS MI ESTIMADO AMIGO JOSE MARIA OTERO,POR ACORDARSE DE MI VIEJO QUERIDO.DESDE CHILE UN ABARZO!!

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    1. Fue un lujo tu viejo. Y para mí un enorme placer conocerlo. Tengo sus grabaciones con Gardel. Gran músico, debió tener más proyección popular .
      Un abrazo.
      jm

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  2. Que buena suerte. Si se me permite preguntar, ¿es este el conocido autor de "Mi camino"? He estado tratando de aprender esta obra, con una partitura original, pero quisiera saber si pueden proveer me con un ejemplo audiovisual de su interpretación, para guiarme. Muchas gracias por tan bella publicación.

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  3. Mañana lo pongo en el blog en una nueva página. Puedes escucharlo ahí. Saludos.
    jm

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