Francisco Canaro, parado en medio de su orquesta |
Se trata de secuencias acumulativas que despiertan a la memoria y atrincherados en nuestros gustos, como esas comidas sazonadas en el caldo de las añoranzas, nos conducen por el camino fértil de la imaginación y el placer auditivo.
Sucede con la música o con la literatura o el arte en sí. Pero el tango contiene tantas reverberaciones en nuestra formación, que al escuchar determinados temas no podemos sustraernos al gozo y parecen flotar con su recurrencia obsesiva. Instintivamente los acompañamos con movimientos de baile o con la imaginación.
Entonces mi mente cabalga vertiginosamente hacia tiempos idos y me embarca en aquellas conversaciones o polémicas que teníamos en la barra sobre una u otra orquesta. Cada uno defendiendo a la de su preferencia como en el fútbol o la política. La diferencia estribaba en que a veces coincidíamos en los gustos musicales, y el respeto por las demás formaciones.
Pero también me seduce una mujer que comparte un tema bailando conmigo y me quiere transmitir cómo le llega éso que estamos danzando y lo que provoca en su espíritu, allí donde se espían cuerpo y alma. El fervor secreto.
Es otra de las maravillas del tango y los componentes de su familia, en este caso una milonga y un valsecito.
Les propongo escuchar entonces la milonga Soy un porteño, de Celedonio Esteban Flores y José Razzano, cantando Carlitos Roldán y grabada el 18 de moviembre de 1942.
Y el Valsecito amigo, de Aníbal Troilo y José María Contursi, con la voz de Eduardo Adrián, grabado por Canaro el 17 de agosto de 1943. El Catunga Contursi escribe como siempre pensando en su perdida Grisel. Y Pichuco le acopla una musiquita enternecedora.
Al escucharlos constatamos enseguida nuestra querencia por estos temas. Si tiene a mano alguien para acompañarlo bailando estas cositas lindas, no se achique Don Enrique y déle cuerda a las piernas, aunque se raye el parqué. Y olé.
Soy un porteño
Valsecito amigo - Eduardo Adrián con Canaro
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