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miércoles, 20 de febrero de 2013

El piano milonguero

Confieso que cuando bailo tango, me guío generalmente por la marcación del piano que es el que me lleva. Es algo congénito, instintivo, que vivo en la milonga desde que me largué a las pistas, hace ya tantos añares.

Afortunadamente el tango ha tenido pianistas geniales: Carlos Di Sarli, Orlando Goñi, Osvaldo Pugliese, Rodolfo Biagi, Fulvio Salamanca, Juan Polito, Francisco De Caro, Osmar Maderna, Mariano Mores, Horacio Salgán,  Ángel D'Agostino, Lucio Demare, Luis Riccardi, José Basso, Chupita Stamponi, Alfredo De Ángelis, Armando Cupo, Osvaldo Manzi y tantos otros.
                                                                                           
Fiorentino con Orlando Goñi estudiando
Yo no sé cómo se guía la mayoría de los bailarines de tango. Cuál es su brújula musical para caminar y realizar los distintos gestos, pasos, figuras y pausas.  Es cierto que hay una enorme cantidad de sordos, pero cuando he conversado con algunos de ellos, muchos no me lo han sabido explicar con claridad. Muchos dudan y mencionan a los bandoneones, otros al contrabajo y así sucesivamente pero sin mucha convicción. Obviamente, no estoy hablando de profesionales.

 Es cierto que dentro del tango, está el de  corte milonga de la mitología arrabalera, y el melódico del tango-canción que conviven en absoluta armonía. Está la figuración rítmica de casi todos los tangos, una alternancia sincopada de notas largas y cortas y la otra de notas ligadas, con un fraseo que al vocalista le pide mucho aire y entonación precisa, con un melodismo de cuño romántico.

El piano, generalmente es el golpe, el que marca el camino a seguir. Algunos pianos son suaves, el de Di Sarli, otros muy fuerte como el de Biagi, otros rotundos bien milonga, el de Pugliese, algunos con un tremendo swing como el de Goñi, otros son metralleta: el de Polito. Pero todos son mágicos y cadeneros, nos transportan y nos guían a los músicos de la orquesta y a nosotros.
El maestro Carlos Di Sarli

El pianista no puede llamar la atención como un bandoneonista, por ejemplo, porque está escondido detrás de los músicos o a un costado. Por ello no se aprecia que el puente de mando está en aquel instrumento grandote, desde donde  parten la sugerencias para que sintonizando ese mensaje vibremos todos en la misma frecuencia.

De ahí que lo que transmite Di Sarli sea tan distinto de un Biagi, por ejemplo. El matizado sonoro del primero,  la manera de acentuar, de modular, rellenar y bordonear es tan especial que lo distingue de todos. A la vez hay una contención ascética en cuanto a variaciones y el acompañar de los bandoneones, prevaleciendo siempre las cuerdas. Biagi en cambio golpea con fuerza y mantiene una modalidad rítmica nerviosa y reiterativa a lo largo de los temas. A ambos se los adivina desde el primer compás y se los baila de distinta manera, pero el piano, tanto de uno como del otro, son muy orientativos a la hora de caminar la pista.

Puse dos ejemplos simbólicos, pero lo mismo podría decir con respecto a los casos de Pugliese-Polito o Goñi-Demare, Maderna-Basso, Salgán-De Ángelis, Mores-D'Agostino y todos aquellos que tienen una fuerte personalidad musical y la transmiten desde su instrumento.

Vuelvo al comienzo, para terminar de redondear el concepto. Respeto todos los criterios milongueros, pero me afirmo en la onda que he desarrollado como bailarín, sin que nadie me lo explicara. Lo sentí así desde que comencé a girar en las pistas y lo siento así al día de hoy. El piano es mi compañero conductor y doy gracias a todos los maravillosos ejecutantes de este instrumento que se apilaron en el dientudo y me hicieron sentir comodísimo en las pistas de baile.

Aníbal Troilo, perdió ese inconfundible swing milonguero de Goñi y fue transformándose, según quien ocupase su sitio en la orquesta. Sólo con Basso al piano, mantuvo algo de aquella polenta picantona que pedía rienda larga a las piernas de los bailarines. Es cierto que el tango entró en un pozo y fueron desapareciendo las milongas. Pichuco logró empero una temperatura notable en la ejecución de los temas, sobre todo para escuchar. Pero el caso paradigmático de lo que digo, es cuando llega José Colángelo, notable instrumentista y le pide alguna indicación a Troilo para desarrollar su tarea en la orquesta. Y el Gordo fué lacónico y sentencioso como siempre:
-Usted tiene. Usted ponga.

Podemos intentar detectar el empuje del piano, escuchando un par de temas entre miles, cantados, para más detalle. Por Aníbal Troilo con Fiorentino, el tango de Pedro Maffia y Jorge Curi, Te aconsejo que me olvides, del 16 de abril de 1941, con el Pulpo Orlando Goñi al piano. Y por Juan D'Arienzo cantando Alberto Echagüe, la milonga de Raúl Aguirrezabalaga: La cicatriz, grabada el 31 de Octubre de 1939. Juan Polito es el que le arranca al teclado un ritmo insuperable. Y a mí se me van las gambas. ¡Una milonguera porfa!

003 - Te aconsejo que me olvides - Troilo-Fiore

17 - La cicatriz - D'Arienzo-Echagüe






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