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domingo, 16 de junio de 2013

Candombeando que es gerundio

El candombe es una danza de procedencia africana, como el tango y la milonga. La diferencia estriba en que se ejecuta con tamboriles que le dan un ritmo vivaz, ideal para las comparsas carnavaleras.

Ha perdurado mucho más en Uruguay, por el hecho de que ha pervivido gran parte de la población negra que llegó con la esclavitud y que en Argentina por distintas razones, plagas, guerras de la independencia y demás, fue diezmada hasta casi su exterminio, aunque han dejado un intenso y generoso venero musical-danzante.

El ritmo del candombre se crea al combinar tres tambores: Piano, chico y repique. Cuando estos tres tamboriles alcanzan su grado de tensión máxima se oye algo único e inolvidable. Quien ha tenido la suerte de escucharlo, lo puede aseverar.
                                                 
La pintura que observamos se titula Candombe, y fue realizada por Pedro Figari en 1921. La técnica es óleo sobre tela y sus medidas son 79,5 cm de alto por 88,3 cm de ancho. En la imagen vemos una escena que se desarrolla en el patio de una casa colonial. En el medio de la composición, una pareja de negros baila al compás de los tambores. Otras personas acompañan desde sus asientos o de pie. Un tapiz cubre la pared del fondo, cuya altura permite ver el cielo recortado sobre la azotea. Las vestimentas nos hablan del mundo afroamericano presente en el Río de la Plata. Hacia atrás y entre los danzantes, se deja ver una estatuilla de un santo negro. Las formas, resueltas en vibrantes pinceladas y mucho colorido, acompañan el movimiento de la fiesta.

Era normal que en aquellos disputadísimos partidos de fútbol entre equipos uruguayos y argentinos, los tamborileros orientales que acompañaban a sus equipos, hicieran repicar los tambores durante todo el partido y al finalizar el mismo. Especialmente los mirasoles, o sea, los hinchas de Peñarol.

Muchas orquestas típicas argentinas han incluido al candombe en sus respectivos repertorios y Alberto Castillo, en su época de solista se especializó en la creación de estos temas con fisonomía propia que tuvieron enorme aceptación en ambas márgenes del Plata.

Candombe 1870 - Uruguay
 El músico y cantor uruguayo Romeo Gavioli, cuando se despidió en Buenos Aires de la orquesta de Edgardo Donato, compuso y ejecutó con su orquesta en Montevideo numerosas piezas de este género músical afro-uruguayo-argentino. Y logró un gran éxito con los mismos.

Me gusta bailar algunos que grabó Enrique Rodríguez y que guardan ciertos lazos rituales con la milonga, en estos arreglos. El músico argentino Juan Carlos Cáceres compuso y grabó con su orquesta en París en 2003, dos candombes que dieron la vuelta al mundo y fueron bailados en infinidad de milongas durante un tiempo prolongado: Tango Negro y Tocá tangó.


El género que en Uruguay sigue siendo muy importante, ha pasado de ser un baile de esclavos a consagrarse como  Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco. Fue prohibido, objeto de burla y discriminación, pero hoy regresa en el sonido de esos tamboriles y en los movimientos de sus bailarines.
El mundo ya conoce ese: ¡Borocotó, chás chás!

En este domingo caluroso de Madrid golpeo mis pies contra el piso, mientras escucho dos temas: Candombe blanco, de Emilio Balcarce y mi buen amigo Julio Camilloni, grabado el 20 de diciembre de 1961 por la orquesta de Osvaldo Pugliese, cantando Jorge Maciel y Alfredo Belussi. Y Candonga, de Alberto Castillo, Teodoro José Mouso y Jorge Dragone, por el gran Alberto Castillo acompañado por la orquesta de Jorge Dragone. Lo grabaron en 1958.

¡A candombear entonces!

Candombe blanco - Osvaldo Pugliese

Candonga - Alberto Castillo





 

sábado, 15 de junio de 2013

Depredadores


Hoy me toca ocuparme de la milonga, o sea, de las pistas de baile que compartimos con otras personas. Aunque parezca en principio un tema trivial, no lo es para quienes frecuentamos esos maravillosos sitios de esparcimiento y recogimiento a la vez, porque bailar el tango, conlleva una forma de expresar con movimientos lo que sentimos por dentro.

Todos los vareadores y milonguitas que nos movemos en ese escenario conjunto deberíamos experimentar ese respeto, no sólo por afición que nos lleva y arrastra hacia la milonga, sino por los demás congéneres que se apiñan a nuestro lado.
                                   

Ese esmerado tejido de melodía y armonía que vamos a interpretar, debe tener correlación con el mismo. O sea, tenemos que corresponderle con nuestros movimientos y movernos en absoluta armonía con el resto de participantes en la interminable rueda. Se trata de un anclaje sentimental profundo. El tango no es salsa,  no es bachata, es otra cosa y los bailarines asilvestrados que nunca llegan a entenderlo, le hacen un grave daño a la causa del tango y a esta danza que se inventó hace más de cien años.

Esa falta de consideración hacia el resto de parejas, el no saber moverse dentro de la energía que se genera en ciertos sitios, el no entender los gestos de sensibilidad contenida, y el moverse a toda marcha como si estuvieran solos y no dentro de un bosque de piernas, les lleva a esos depredadores de la pista a chocar constantemente, como esos autitos para niños de los parques de atracciones.

Llega un momento es que esa falta de civismo y de respeto por los demás, impide que disfrutemos  a conciencia de lo que estamos sintiendo cuando bailamos tango, milonga o valsecito. Si estos bailarines hiciesen lo mismo conduciendo un automóvil en una carretera entestada de vehículos o en una avenida de la ciudad, las catástrofes que podrían provocar, serían enormes.
                                       

Y precisamente los que intentan un exhibicionismo desenfrenado, están logrando precisamente todo lo contrario de lo que pretenden: demuestran que no saben bailar tango. Utilizan su cuerpo y el de su pareja para agredir al resto. Demuestran nula sensibilidad y por supuesto, un total desconocimiento de lo que es bailar el tango. Simplemente quieren llamar la atención y lo logran, pero por su grosería.

Los buenos bailarines se mueven con la elegancia y seguridad que proporciona el llevar en su equipaje dancístico milonguero, pertrechos tan sólidos como la técnica y la pasión. Y, por supuesto, como en la vieja teodicea, la razón de saber que estamos inmersos en un grupo; que compartimos un terreno en el cual debemos acotar nuestros movimientos, en función del movimiento del resto.
                                                         
Estos autitos chocadores que quieren impresionar, son precisamente la referencia de los otros, cuando se habla de los que bailan mal y agreden constantemente. Llega un momento en que nos cansamos de estos depredadores que impiden disfrutar al resto, de una noche milonguera a puro tango. Y lo peor, además, son los choques y los golpes destemplados que debemos aguantar con nuestros cuerpos.
                                                  

Comparado con otros países europeos, en España se baila mal, precisamente porque no se respeta la circulación, y de este modo no se logra la armonía que sí se aprecia en países cercanos. Incluso en Buenos Aires existen los depredadores que no respetan los códigos por ignorancia de ellos. Por supuesto, hablo de los que bailan fatal e impiden al resto disfrutar, porque también hay muchos milongueros/as bien enseñados y bien aprendidos que da gusto verlos en la pista, incluso en España.  Pero los asilvestrados que jamás lo aprendieron, nos perjudican a todos.

Y alguna vez hay que decirlo en voz alta: si quieren bailar solos, vayan al parque o a una calle sin vecinos. Pero déjennos en paz a los que pretendemos llevarnos a la cama las sensaciones de una noche en la que hemos bailado el tango con el alma a flor de piel.

Y para los que saben diferenciar una exhibición de una milonga a la que acudimos periódicamente, va esta demostración de Gustavo Naveira y Giselle Anne.

                                                                                  

                                 

                                                    

                                            

                                




viernes, 14 de junio de 2013

Andrajos


Este tango encierra una historia que tiene como protagonistas a Enrique Santos Discépolo, Nelly Omar y Tania. Lo había compuesto Discepolín a pedido de su amigo, el Director de cine mexicano, Roberto Gavaldón para la película Mi vida y la tuya, filmada en Argentina en 1951 con la actuación estelar de Mecha Ortiz, una actriz mítica, Carlos Cores, Emma Gramática y Guillermo Battaglia.

Discépolo y Tania habían estado en México en 1945, ella había cantado en El Patio, establecieron grandes amistades con Agustín Lara, María Félix, Cantinflas, y Enrique había dirigido la orquesta que acompañaba a Tania, con Chupita Stamponi al piano, que vivía allí, y era el músico de Amanda Ledesma.

Cuando Gavaldón pidió que una cancionista doblara el tema que había compuesto Discépolo para Mi vida y la tuya y que "cantaba" Mecha Ortiz, Tania pidió ser ella la elegida, y Discépolo la propuso, pero el director mexicano eligió a Nelly Omar, luego de hacer una selección. El tema se llamaba Hechizos, tenía relación con el guión de la película y la letra y música eran de Discepolín.

                                         
A la muerte del gran filósofo del tango, ocurrida el 23 de diciembre de ese año 1951, Tania, revolvió viejos papeles de su compañero sentimental y encontró algunos tangos sin terminar. Discepolín era muy lento para fraguar sus temas y los iniciaba quizás con un silbido por la calle, cuando había encontrado una melodía, y luego los trasladaba trabajosamente a los papeles y al piano que apenas manejaba, antes de pasárselos generalmente al músico Lalo Scalise para que los concretase en una partitura y luego él escribir el poema.

Y Tania halló esos tres temas que resolvió dárselos a amigos de Discepolín para que los terminasen. Mensaje se lo dio a Cátulo Castillo que realizó un trabajo magistral. Por su parte, Enrique Pichón Riviere, por pedido de ella, lo llamó a Homero Expósito y le entregó Fratelanza, el boceto discepoleano que Homero transformará en Un tal Caín, junto a Armando Carrera y su hermano Virgilio, que completaría la música. Y el otro sería Fangal, que había quedado inconcluso y lo completaron también los hermanos Expósito, como consta en la partitura de la Editorial Edami que incluye a Discépolo y los Expósito.

Aparte de estos temas. Tania, que había guardado en el baúl de los rencores aquel tango Hechizos, se lo llevó a Alberto Martínez, directivo de EDAMI para que le pusiera una letra distinta y darse el gusto de cantarlo ella. "Me pidió que tuviera un aire discepoleano, distinto al de la versión anterior", me comentaba Martínez.

Porque, casualmente cuando llegué a Madrid a fines de 1974, tuve frecuente relación con Alberto. Estaba radicado en la capital de España como representante de SADAIC, aparte de su presencia en EDAMI. Tenía una oficina en la calle Jacometrezo, a espaldas de la Gran Vía, en Plaza Callao. Me pedía que le llevase las revistas argentinas que me enviaban desde Buenos Aires, porque yo era corresponsal de El Gráfico y otros medios en Madrid.
                                                             
Homero Expósito y Alberto Laureano Martínez
Y entonces me invitaba con café o mate. Siempre vestido de primera, simpatiquisimo, pasé muy buenos ratos con él, recordando anécdotas tangueras y de las otras.Había escrito temas conocidos, como Linda, Yo tengo un  pecado nuevo, Adiós, los tres con Mariano Mores, Por un te quiero, con Miguel Bonano; Coplas con Aníbal Troilo, e incluso traducía temas de otros autores franceses.

La letra de Andrajos que le encargó Tania, la escribió en 1959 y ese año lo grabó ella con la orquesta de Lucio Demare. Dos años más tarde lo hizo Rodolfo Biagi con la voz de Hugo Duval. Tita Merello lo grabó acompañada por la orquesta de Carlos Figari y Argentino Ledesma lo registró con guitarras.

Podemos escuchar el tema en esa versión de Tania y en la de Biagi-Duval

03- Andrajos - Tania con Lucio Demare

Andrajos - Biagi-Duval

Y también podemos ver a Mecha Ortiz cantando en Mi vida por la tuya, ese tango fantasma: Hechizos, que sería reemplazado por Andrajos, a la muerte de Discépolo, el mismo año en que se estrenó el filme.



jueves, 13 de junio de 2013

Tiny

Hay temas que a algunos nos quedan grabados para siempre y el que da título hoy a esta página del Blog, es uno de ellos. Mi hermano tenía la costumbre de escuchar por  las noches un programa radial y la cortina musical era precisamente este tango que me encantaba y se me pegó.

Años más tarde lo quise conseguir por la orquesta de Pugliese, el mismo de la cortina,  y era la época en que el tango estaba desaparecido en combate y las grabadoras no sacaban al mercado versiones antiguas. Incluso habían desaparecido casi por completo los programas radiales en los que se rendía culto al tango y se contaban numerosas anécdotas de intérpretes y temas determinados.

Pedro Maffia, el renovador
 Como Pugliese había sido proscripto por los gobiernos de turno, debido a sus ideas políticas, más difícil se hizo la tarea, y además yo estaba demasiado ocupado con mis tareas periodísticas. Aunque en un programa radial que tenía los domingos a la mañana por Radio Argentina, lo invité a Julio De Caro y hablamos largo y tendido de muchas cosas, pese a que le costaba bastante  pronunciar las palabras, pues  el apoyo constante de su violín corneta en su cuello, le habían dañado seriamente las cuerdas vocales.

El tango Tiny, que compuso De Caro con Maffia, lleva el nombre de un caballo de carrera. Y Julio me decía: "Pedro era un burrero bárbaro. Alguna vez tuvo suerte con ese caballo y ganó dinero, pero en otras la cosa fue a la inversa. Pero ganara o perdiese, nunca fue de demostrar demasiado sus éxitos o fracasos con los matungos. Lo mismo era tocando magistralmente el bandoneón".
                                                          
Maffia entre Manlio Francia y Vardaro. A su derecha Piana y Pugliese.

Tiny, efectivamente ganó el Gran Premio Nacional sobre 2500 metros en el Hipódromo Argentino de Palermo, conducido por J. Fernández, en el que corrían los potrillos y potrancas de 3 años.Y luego mantuvo una destacada carrera antes de ser enviado definitivamente al Haras para dedicarse a la tareas de reproducción. Maffia también le pondría nombres de pingos que le dieron buenas ganancias a sus tangos Mineral y Ventarrón. Incluso le dedicó su tango "Correntino" con letra de H. Lonne, al jockey Elías Antúnez, el Yacaré.

Según De Caro me contó, "Maffia tenía una melodía sin terminar, que le había inspirado ese caballo Tiny y entre los dos completamos el tango. Se lo dedicó a su amigo "el distinguido señor Joaquín Gorina", que era el propietario del caballo".

Osvaldo Pugliese lo grabó con su orquesta el 18 de diciembre de 1945, y éste es el registro que me trajo tantas reminiscencias.

02- Osvaldo Pugliese - Tiny


miércoles, 12 de junio de 2013

Disarliando

A los milongueros nos asaltan las ganas de bailar en cualquier momento, sobre todo cuando escuchamos en el coche, en el ordenata o en la vitrola un tango determinado, una milonguita de rompe y raja, o un valsecito romántico que nos hace yirar dando vuelta por la habitación. Somos así.

Y, en ese momento, la orquesta puede ser Canaro, Pugliese, Troilo, Firpo,  o un D'Agostino-Vargas, un D'Arienzo-Echagüe o un Di Sarli. ¿Di Sarli dije? Claro, me hace volar con la imaginación. Y lo estoy viendo en el Club Atlético Huracán, aquellos carnavales, cuando con la orquesta ya instalada en el escenario, entra perfilando su figura de metro ochenta y seis, saluda con su mano derecha y se sienta al piano empezando a acariciarlo.
Porque éste es uno de los secretos del pianista bahiense, no lo toca como Salamanca o Pugliese, o Biagi, sino que lo acaricia. Y algo similiar hacen los violines que comanda durante 31 años Roberto Guisado. Los bandoneones en segundo plano y la melodía flota en el aire y te invita a deslizarte por la pista en forma señorial, sin aspavientos ni grandes despliegues.

Lo mismo sucederá con sus cantores que los tuvo enormes como el pibe Rufino o Alberto Podestá, por ejemplo. "Cante con el interés, no gaste el capital", le decía al sanjuanino que comienza a mostrar su gran calidad vocal, ahormado en los consejos de Di Darli.

¡Qué orquesta! Con olor a querosén, diría Aníbal Troilo por lo mucho que le gustaba y por todo lo que representaba ese grafismo. Y  Di Sarli repasa los viejos tangos de Posadas, Bardi, Ventura, Aróztegui, Firpo, De Bassi, Teisseire, Maffia, Rodio, Filiberto, Arolas, Canaro, Delfino, Salerno, y les pasa una pátina de modernidad, respetando la melodía y mejorándola.

El maestro de Bahía Blanca junto a Mercedes Simone., Héctor Marcó y otros
Todo lo que toca El tuerto, como se le llamaba comúnmente, pero en tono cariñoso, es una joya para los milongueros. En los barrios las muchachadas discutían sobre la mejor orquesta. Todos tenían predilección por una determinada, se armaban tremendas polémicas como si se tratase de equipos de fútbol, pero Di Sarli no se discutía,  les gustaba a todos. Máxime si se trataba de milongueros.

A Di Sarli nunca le hicieron falta grandes arreglos. Pero la emotividad que le arrancaba a ese piano con su maravillosa mano zurda y el contracanto de los violines, le dieron un aura especial que nos envolvía y envuelve a todos. Siempre cuidó mucho el mundo de los bailarines y los primó, regalándonos esas joyas musicales.
Podestá recuerda que no le gustaba que sus cantores frasearan. Él venía de cantar con Caló y le costó mucho la adaptación a la orquesta, porque Di sarli era tiempista a muerte. Y sobre todo le interesaba que pusieran el corazón en cada tema. Por eso hacia unos siete registros de cada tema que grababan y luego se quedaba con el que más le llegaba, no con el más perfecto.

Estoy poniendo un CD del Tuerto en el ordenata y ya se me mueven hasta los dedos de los pies. ¡Qué maravilla! Los invito a sentir lo mismo que yo y de paso cañazo, se dan un meneíto milonguero en el recinto.

Y lo hacemos con dos tangazos de Eduardo Arolas. La cachila y La trilla, grabados en 1941 y 1940, respectivamente.

 04- La cachila - Carlos Di Sarli

La trilla - Carlos Di Sarli


martes, 11 de junio de 2013

José Padilla

En aquellas visitas de zarzuelas e intérpretes españolas que viajaban a Buenos Aires para llevarles a los sufridos inmigrantes la música de su tierra, hubo muchos que se aquerenciaron en el tango.  Incluso algunos de ellos echaron raíces en la Argentina y contribuyeron al auge de esta música.

José Padilla, por ejemplo, uno de los más famosos, autor de obras de gran repercusión internacional, como El relicario o La violetera, terminó siendo amigo de Carlos Gardel, en su incursión artística por el Río de la Plata. Gardel le grabó dos de sus temas: El taita del arrabal y el pasodoble Valencia. El primero lleva letra de Manuel Romero y el bilbaíno Luis Bayón Herrera, que llegó de chico a la Argentina, hizo poesía, escribió y terminó dirigiendo teatro y cine.
José Padilla Sánchez
El pasodoble Valencia fue tal vez el mayor éxito de Padilla ya que en el primer año reportó unas ventas de 25 millones de francos. Lo incluyeron en varias películas y entre Estados Unidos y Europa llegaría a vender en poco tiempo 22 millones de discos, cifra impresionante para la época. Además resultó casi obligatorio para los valencianos adoptarlo como su himno. También escribió el Himno de la victoria durante la guerra civil española, para el bando republicano. Por ello debió exilarse cuando las tropas franquistas ganaron la brutal guerra civil española.

Gardel le hizo poner una letra nueva para cantar y grabar Valencia en 1926, con las guitarras de José Ricardo y Guillermo Barbieri y la obra la realizó el poeta y autor teatral: Roberto Lino Cayol. Pero en su versión original la registraron grandes voces de la lírica como Tito Schipa, Titta Ruffo, Mario Lanza, Alfredo Kraus, Plácido Domingo, o Maurice Chevalier y la Mistinguette entre otros artistas.

                                                   

La primera película sonora que hizo Charles Chaplin: Luces de la ciudad, lleva como fondo musical permanente, el tema: La violetera. Como no figuraba en los créditos del filme, Padilla le hizo juicio que ganó en París. Luego Sarita Montiel se consagraría con la película y el tema del mismo nombre. El tema se canta dentro de una zarzuela de Padilla: La bien amada, con letra de José Andrés de Prada que se estrenó en 1924 en el Teatro Tívoli de Barcelona. Al principio, lo cantaba el coro en la zarzuela, pero tuvo tanto éxito que se extendió como una gran mancha de aceite y lo estrenaría en París como solista, la cupletista Mercedes Serós con un éxito extraordinario, que llevaría a La Mistinguette a grabarlo con otro suceso mundial.

                             

Padilla estrechó una buena amistad con Gardel, e incluso se vieron en Francia, donde el músico almeriense vivió durante bastante tiempo. Y el pianista le comentaba graciosamente a Carlos el cambio de letra que le hizo Cayol para adaptarlo al estilo del Morocho. "En lugar de Valencia, la cosa parece suceder en las cuevas gitanas de Granada...".  Y Gardel respondía: "Quedó bien gallego, no te podés quejar...!."

Fue autor de infinidad de óperas, operetas, zarzuelas, comedias musicales, el Himno de Almería -su tierra-, obras teatrales como La canción del desierto, Sinfonías y todo tipo de género populares como hizo en Buenos Aires, donde tocó en los principales teatros. Compuso dos tangos más, vidalitas, canciones camperas y su producción es interminable y de gran belleza.
                                         
 Incluso su pasodoble: El relicario se usó como banda sonora de la campaña electoral de Dwightt Eisenhower que lo llevó a la Casa Blanca como presidente de Estados Unidos en 1953. Hasta Ravel se mostró impresionado con estas dos obras populares: El relicario y La violetera.

Podemos escuchar la versión súper milonguera que hizo el pianista Juan Polito con su orquesta y el cantor Raúl Figueroa de El taita del arrabal, y que grabó el 26 de diciembre de 1952.

031- El taita del arrabal - Juan Polito

Y también vemos a Hugo del Carril cantándolo en la película "La cumparsita", del año 1949

                                                  


                                                








domingo, 9 de junio de 2013

Jorge Omar

Fue un buen cantor que militó en aquellos años que los dos Franciscos: Canaro y Lomuto eran junto a Roberto Firpo los que dominaban la popularidad, en cuanto a venta de discos y difusión en radio. Este porteño del barrio de Palermo, de ascendencia vasco-navarro, se llamaba Juan Manuel Ormaechea y entró en la orquesta de Francisco Lomuto en un concurso organizado por el director.

                                     
Su padre, aficionado a la música, le inculcó el gusto por el canto y en principio quiso aprender bandoneón, pero lo suyo era cantar y ya había destacado en coros infantiles del Colegio y en la Iglesia del barrio. Admiraba el sonido del fueye del oriental Minotto y justamente arrancaría grabando con éste, que lo escucharía cantando con guitarras en Radio  Stentor.

Era una época en que músicos y cantores pasaban de un conjunto a otro hasta que lograban encajar en el sitio apropiado. En 1933 graba con Antonio Bonavena, tío del boxeador, y Juan de Dios Filiberto lo incorpora a su conjunto para actuar y cantar en el sainete Villa Crespo, de Vaccareza, en el Teatro Cómico. Pasa a cantar con el conjunto del bandoneonista César J. Ginzo, quien lo convencerá luego que se anote entre los postulantes del concurso para integrarse en la formación mucho más comercial, de Francisco Lomuto, de la que había desertado su vocalista Fernando Díaz y buscaba un reemplazante que diera la talla.
                                         


Y ahí pasará sus mejores años como intérprete. Fueron ocho años con el hombre de Parque Patricios, en los que grabó nada menos que 136 temas que hicieron huella y orlaron su fama. Omar era  un cantor sobrio, que encajaba perfectamente en el estilo de la orquesta, de buena afinación, y grata estampa. Con Lomuto haría bailes, radio, y sobre todo brillaría en discos y en el Teatro Argentino de la calle Bartolomé Mitre, donde representaron: El rey del tango; y con él de galán cantor en La mujer es peligrosa.

También pudo lucir su voz y su figura en cine, junto a figuras de la talla de Florencio Parravicini y Mecha Ortiz en el filme Melgarejo, dirigido por Luis Moglia Barth, donde interpreta junto a la orquesta de Lomuto dicho tango. Ahí lo podemos ver con su estilo sencillo, como los anteriores estribillistas, sin gesticulaciones, exhibiendo su figura y ese estilo abaritonado a lo Charlo, que era modélico de su época, en la que el cantor sólo sumaba su voz a la orquesta.
                         
Con el regreso de Fernando Díaz al conjunto de Lomuto, armaron un dúo interesante y con él,  luego formarán rubro orquestal bajo el llamador rótulo de "Los diablos rojos", alusión claramente destinada al equipo de Avellaneda. Cantará fugazmente con el conjunto del pianista José Tinelli y luego forma su propio grupo, intentando reverdecer viejos laureles, hasta su retiro.

Hoy lo vamos a recordar en dos temas con Francisco Lomuto, en el mejor momento de su carrera, con dos tangos: Otra vez, de Jorge Argentino Fernández y José María Contursi, grabado el 9 de junio de 1938 y El embrujo de tu violín, de Mario Maurano y Armando Tagini. Lo registraron el 28 de noviembre de 1938.

201- Otra vez- F.Lomuto-J.Omar

208- El embrujo de tu violín - Lomuto-Omar


Y para terminar de delinear su figura, lo apreciamos precisamente en el filme Melgarejo, interpretando dicho tango con la orquesta de Lomuto.