Translate

jueves, 4 de septiembre de 2025

Príncipe

 A Anselmo Aieta le llamaban -y con razón- "El brujo del bandoneón", pero además, también fue "El brujo de la composición", porque su obra es no sólo muy extensa, sino también muy valiosa. La prueba está en la cantidad de músicos y cantantes que han interpretado sus temas, los han llevado al disco y han conseguido que perduren en el tiempo renovándose constantemente. 

Alfredo de Angelis afirmaba que no hubo ningún bandoneonista con sus recursos y su don de improvisación, sin perder el hilo de la melodía. Pichuco le llamaba cariñosamente Papi y le tenía una gran estima. Y además, Aieta formó esa maravillosa sociedad creativa con Francisco García Jiménez que derivó en la parva increíble de temas que crearon a lo largo de cuarenta años. Y todos ellos convertidos en éxitos.                                           

            

Como ya he tratado sobre ambos en mis páginas y en mis libros, hoy me sumerjo en una de sus creaciones, el tango "Príncipe" que compusieron en 1922, juntamente con el violinista Rafael Tuegols. Aieta integraba la fila de bandoneones en la orquesta de Canaro, junto a Minervini, Schumacher y Danesi y actuaban en el "Casino Pigalle". Allí estrenarían este tango que sería muy aplaudido.

                                                      

Francisco García Jiménez

Justo estaba esa noche Gardel en una mesa del cabaret y le gustó mucho el tema. Tanto que se presentó en el intervalo, saludó a Aieta y le dijo: "Este tango es posta, muy posta y te aseguro que te lo voy a grabar y te va a quedar una ponchada de dinero. Hasta te podrás comprar una casa, ya verás...". Aieta lo comentaría con García Jiménez y la alegría de ambos fue muy grande porque entrevieron la dimensión del tema.

                                           

Los versos de García Jiménez dibujan la estética de la individualidad y beben de las fuentes del alma. Los años crepusculares del personaje, aguijoneados por la afilada melancolía que nos recuerda el paso el tiempo y nos devuelve a los lugares inolvidables de la memoria en eterna descomposición. El príncipe se ha bajado del trono y recuerda aquel entusiasmo, y el embrujo final que cuadra el  círculo.

Príncipe fui, tuve un hogar y un amor,
llegué a gustar la dulce paz del querer
y pudo más que la maldad y el dolor,
la voluntad de un corazón de mujer,
y así llorar hondo pesar hoy me ves,
pues para luchar no tengo ya valor.
Lo que perdí no he de encontrar otra vez,
príncipe fui, tuve un hogar y un amor.

Los efluvios desgranan en el aire un cromatismo oscuro en la épica de lo cotidiano. Esskol Nevo dice que "cada uno reescribe su vida cuando se la cuenta a sí mismo". Y nosotros lo podemos apreciar en la confesión del personaje que siente un peso de lápida en su vida amorosa. Su apología del escepticismo se ve machacada incluso, por el escarnio que recibe como respuesta. 

Y hoy que, deshechos mis sueños bellos,
mi pie en las calles sin rumbo pisa,
cuando les digo que he sido un príncipe
los desalmados lo echan a risa:
cuando les digo que fue la muerte
quien de mi trono se apoderó,
¡cómo se ríen de mi desgracia
y es mi desgracia su diversión!

Loco, me dicen los desalmados
y siento por todos lados «loco, loco».
Esos, que me insultan al pasar,
nunca, nunca mi recuerdo han de empañar.

Una vez más la dupla García Jiménez-Aieta logra un respaldo popular a esta creación, incluso en la interpretación. Hay que reconocer la intervención de Tuegols en la parte musical. Existen numerosas grabaciones de este tango. Aníbal Troilo con la voz de Alberto Marino, lo grabó el 23 de enero de 1946.

                                   


Osvaldo Pugliese con su orquesta, cantando Alberto Morán, lo llevó al disco el 28 de marzo de 1946.