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jueves, 21 de septiembre de 2023

Muchacho

    En la ristra poética lunfa y entrañable que nos dejó el gran Esteban Celedonio Flores, figuran estos versos  creados allá por 1924 que serían engrosados en su libro Cuando pasa el organito, impreso por editorial Freeland  el 17 de mayo de 1965. Pero esos versos que pintan a un muchacho adinerado que vive lejos de de las costumbres populares, ya habían sido musicalizados por Edgardo Donato el mismo año de la creación del negro Cele, o sea en 1924.

                                  


   En el poema, Celedonio retrata con su pluma mistonga la vida bacana de un joven que no conoce la algarabía de las barras, el metejón de un tango, el amor de la novia en un zaguán, los vicios del escolaso con la suerte esquiva que deriva en problemas, y la búsqueda de la revancha. Que soluciona todo con la billetera siempre cargada, sin necesidad de rebusques.

Muchacho, que porque la suerte quiso
vivís en un primer piso
de un palacete central,
que para vicios y placeres
para farras y mujeres
disponés de un capital.

Muchacho
que no sabés el encanto
de haber derramado llanto
sobre un pecho de mujer;
y no sabés que es secarse
en una timba y armarse
para volverse a meter.

   Celedonio Flores conocía los altibajos de las familias humildes, sus rutinas diarias, los laberintos nocheros en los barrios, los tangos en las anónimas esquinas y las canciones filtrándose entre los muros. Esos timbres sonoros del bandoneón, las pasiones compadritas en el mapa del paisaje igualado, sin resonancias de relieve sobre los adoquines infinitos. Y así se lo retrata al bacán de turno.

Que decís que un tango rante
no te hace perder la calma
y que no te llora el alma
cuando gime un bandoneón;
que si tenés sentimiento
lo tenés adormecido
pues todo lo has conseguido
pagando como un bacán.

Decime si en tu vida pelandruna
bajo la luz de la luna
o si no bajo un farol,
no te has sentido poeta
y les has dicho a una pebeta
que ella es más linda que el sol.

   Y  logra encontrarle encanto a la pobreza, a esas esquinas de fábulas que se recuerdan siempre, al sencillo espejismo del sol, las risas, la jovialidad, los fueyes que cantan como pájaros, el faso, los rieles del tranvía, el paisaje arrabalero, el percal de las muchachas que caminan apuradas hacia la fábrica donde  trabajan para alimentar sus sueños, envolviendo en una postal toda la policromía del arrabal....

Decime
si conocés la armonía,
la dulce policromía
de las tardes de arrabal,
cuando van las fabriqueras
tentadoras y diqueras
bajo el sonoro percal...

   Ángel D'Agostino debuta en el disco junto al cantor que sería su tarjeta de presentación en el ambiente tanguero, Ángel Vargas, el  13 de noviembre de 1940. En aquel disco de 78 rpm está, de una faz el tango No aflojés y en la otra cara Muchacho. Un acierto total en el arranque. Y acá escuchamos esa versión del tango que hoy nos acompaña, por D'Agostino-Vargas.

                                  


                     

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