Porque el hombre terminó ganando por clase y por gaucho, como le llamaba Troilo. Tenía 36 años bien trajinados con la guitarra que había estudiado con notables maestros, y en trabajos diversos para parar la olla. Con su hermana habían hecho duos de guitarra y voces, con el repertorio amplio de canciones criollas, acompañó a otros cantores, y ese llamado de Troilo en 1947, le permitió por fin acceder a la idolatría de los porteños y de todos los amantes del tango. El apodo que le endilgaron -"El feo"-, y el rechazo de grabadoras y radios cuando cantó años antes con Salgán no menguaron su capacidad de lucha ni si gran envergadura artística.
Y se autodefinía así en el libro "Todo Rivero" que hizo Luis Alposta:
- Bueno, no voy a decir que soy un tipo lindo. La napia siempre me anduvo delante de los pies, el mentón tirando a prominente y, al ver las fotos, uno comprende el paso de los años. Aunque ni los años ni la fealdad me preocuparon nunca. Cuando me inicié en esto de darle voz al tango no era necesario ser un galancete; por el contrario, entonces se apreciaba el porte de varón. Tampoco digo que por ser fiero uno es más macho o mejor cantor. Eso lo desmiente el único que tuvo todas, Carlos Gardel. Después de él cada uno se defendió como pudo.
-Hoy me veo y pienso que detrás de cada arruga hay una historia, entonces la vida no es una herida absurda para quien se abrió camino en el mundo de la noche. Y el tango es parte de la noche, tiene la armonía del solitario, del que busca desesperado una compañía o compartir un sueño. La noche es una forma de vivir, la gente de la noche es más amplia, no está tan apurada, es más sincera. Contra quienes dicen que en la noche se pierden las ganas de luchar por la vida, yo pienso que es al revés.
-Ahora miro de nuevo las fotografías y creo que he vivido con coherencia, que siempre he ido de frente. Suena extraño este concepto. Antes nadie dudaba de que se debía ir de frente. No significaba una virtud especial, ni ser decente era una cosa notable, era lo que todo hombre debía ser. Hoy día, parece un tipo fuera de lo común aquel que encara las cosas con honestidad.
-Cuando los años van echando plomo en los hombros, uno no puede evitar recordar otras épocas. Era bueno aquello de andar por los pueblitos guitarra en mano, recorrer el país de una punta a la otra. Ha sido un largo camino y he sido fiel a un estilo y a una idea de ser.
Y realmente ha sido asi, una bella persona, del que sólo los ignorantes pudieron echar maledicencias sobre su costado artístico. Rivero fue un grande en todo sentido y aportó tanto al tango que mereció largamente los laureles conseguidos. Sus tardías grabaciones son la mejor manera de entender lo que representó como cantor.
Tuve la suerte de conversar con él en la radio y también en Montecarlo en ocasión de una pelea por el título mundial, de Carlos Monzón. Estaba con su inseparable esposa, Julieta, pero pudimos juntarnos alrededor de algunos cafés y recrear anécdotas y recuerdos de personajes del ambiente tanguero. Era un gran conversador y muy respetuoso de sus colegas. Salgán y Troilo, ocupaban una parte grande de su gaucho corazón.
Rivero con Troilo, Juan Manuel Serrat y Hugo Díaz |
Y por último la milonga con deje turfístico y bien lunfa de Celedonio Flores y el cantor Carlos Mayel (José Luis Anastasio): Apronte, que grabó acompañado por la orquesta del bandoneonista Mario Demarco. Tres bellezas.
Yo te bendigo - Troilo-Rivero
Absurdo- Edmundo Rivero
Apronte- Edmundo Rivero - Mario Demarco
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