En la barra había discusiones permanentes sobre orquestas y teníamos para elegir en aquellas controversias permanentes. Unos era muy de Pugliese, otros de Troilo, los había dariencistas (para bailar, yo) y nos batíamos a fondo con toda clase de recursos para ganar las discusiones. Donde no había discusiones, era cuando se hablaba del Tuerto, como le llamábamos cariñosamente al pianista de Bahía Blanca. Ahí no había discusiones, todos de acuerdo.
Y cuando estamos en el debe de la vida y lo escuchamos, seguimos maravillándonos y lamentando que haya dejado tan pocas grabaciones suyas, lo que habla de un espíritu crítico sobre las obras a interpretar, y es que además muchos temas lo volvía a grabar con el paso de los años, como si quisiera encontrarle alguna viruta emocional nueva.
Ese ritmo bailable que le imprimió el maestro a sus conjuntos es algo maravilloso. Como para soñar bailando. Como Troilo y otros músicos, al principio, superado ya el Sexteto y constituída la orquesta, su tempo musical era más rápido, luego lo fue amenguando paulatinamente y quizás para bailar, en determinados momentos me quedo con los registros de los primeros años de la década del cuarenta , cuando contaba con la genial participación del jovencito Roberto Rufino en los cantables. Ese ritmo es francamente picaneador para el milonguero. Pero me gustan todas sus etapas.
La orquesta de Di Sarli en el Marabú |
De todos modos, el primer plano que le concedió a las cuerdas, con el exquisito violinista Roberto Tierrita Guisado al frente, y las campanitas que dibujaba su mano zurda en el piano siguen conformado esa belleza y personalidad que ya nos cautivara cuando empezábamos a milonguear.
En una oportundiad lo tuvimos, siete -grandes noche siete- en los carnavales del Club Huracán, donde acudíamos fielmente con la barra, y esos compases me quedaron adheridos al cuore para siempre. Además charlamos un par de muchachos del gurpo con Guisado y el fueye, Félix Verdi, en el buffet, en un intervalo. Nos explicaron que la orquesta ganaba mucho dinero en los bailes carnestolendos porque la orquesta era de las más cotizada y siempre le dejaba réditos a los clubes organizadores, pero que al maestro no le gustaba mucho porque la gente iba a divertirse y él tenía una gran respeto por la música.
Con Pichuco y Zita en el Marabú |
El Marabú fue su templo mítico y me emociona ver todas las fotos de aquella época que guarda mi querido amigo Jorge Di Capua, quien maneja ese reducto, ahora llamado Maracaibo, y exhibe esas imágenes con todos los cracks de fútbol y de la música, que iban a bailar allí con su orquesta. Hasta Troilo, que era el primer admirador de Di Sarli, iba con Zita a marcarse algunos pasos.
Di Sarli: Una orquesta de leyenda para bailar toda la vida |
Escuchando un par de temas , nos ponemos "en situación". Escuchamos por ejemplo: Los treinta y tres orientales, el tango de Alfredo Mazzeo y José Felipetti. Di Sarli lo grabó en 1948, 1952 y 1955. Y elegimos la segunda versión, de febrero del 52.
Los 33 orientales- Di Sarli
Y como regalito para los ojos: va La trilla, de Eduardo Arolas que Di Sarli grabara el 15 de febrero de 1940. Y acá lo bailan Javier Rodríguez y la trágicamente desparecida Andrea Missé, en Estambul, año 2008.Un lujo.
SE PUEDE SER TAN ¡¡¡DIVINO¡¡¡ CARLOS DI SARLI
ResponderEliminar¡¡¡DIVINO, CARLOS DI SARLI ¡¡¡