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martes, 6 de enero de 2015

Los Reyes magos

Hoy es el Día de los niños. Con leyendas, con mitos, con cuentos, pero con una carga de felicidad para los chicos. Porque todos lo fuimos. Y sabemos del insomnio en la noche previa, de los zapatitos al pie de la ventana o de la puerta, del pedido que en muchos hogares, no se cumplían porque era imposible que arribaran los camellos con sus tres ocupantes. Los que venimos de cuna humilde sabemos el valor que tienen esos regalos para no sufrir de envidia ante otros niños, aunque también descubriremos el sacrificio que comporta para los padres el cumplimentar esos pedidos inocentes.

Es bueno cada tanto rememorar aquellos paisajes infantiles. Supimos luego del valor de aquellos juguetes, por lo que representaban. La pelota de fútbol, que en aquel entonces tenía un peso simbólico muy grande, los botines de fútbol, los autitos, el triciclo, la primera bicicleta, ¡qué emoción más maravillosa! Ese día quedó marcado para siempre en nuestros recuerdos.

                             


Por eso disfruto muchísimo viendo a los chicos esta mañana en el parque luciendo los regalos que le dejaron los Reyes Magos y dándole cuerda  a su emoción, con la necesidad de  mostrar su nuevo juguete, sentirse los dueños de la felicidad por un día, y compartir con los otros niños y niñas esos obejtos que dejarán una marca simbólica en sus vidas.

El tango tiene unas cuantas páginas dedicada al Día de los Reyes Magos, aunque algunas como Noche de Reyes, de Pedro Maffia y Jorge Curi, son demasiado melodramáticas. Porque hoy debe reinar la alegría que nos contagian los chicos con su inocencia y sonrisa tierna.

Entonces busco en mi discografía y extraigo esta maravilla de Sebastián Piana y Homero Manzi: Papá Baltasar, en forma de milonga-candombe que grabó Aníbal Troilo con Fiorentino el 16 de abril de 1942.

                                         

Y también escojo el tango Viejo baldío, de Roberto Grela y Víctor Lamanna, por Edmundo Rivero, en 1984, acompañado en la guitarra por Roberto Grela.

Y lo traigo por todo lo que significaron los baldíos porteños de mi infancia y adolescencia para los que pudieron jugar infinidad de picados y desafíos futboleros en esos potreros. Los que que servían para desfogar nuestras ansias y para quedarnos con infinidad de anécdotas compartidas, y victorias y derrotas que aprovecharíamos para nuestro aprendizaje en la vida.

                                          

En verano no faltaba la calesita que se instalaba en ese lugar, o algún circo de paso. Sí, el baldío o potrero representó una parte importante en nuestro itinerario, y además, de esos sugares salieron numerosos futrbolistas de primer nievel para los equipos profesionales. Era como la escuela primaria futbolística, con todas las picardías que se aprenden en los potreros y que dejan la marca en el orillo.

Vamos con esos dos temas en el día genial de los niños.

013- Papa Baltasar - Troilo-Fiorentino

Edmundo Rivero - Baldío de barrio (Con Roberto Grela)


3 comentarios:

  1. Como no acordarme de mi infancia y los Reyes Magos!!!!.La pelota de futbol de cuero muy pesada, con tiento e inflador, que la cuidaba como un tesoro, pasándole grasa que me regalaba el carnicero de la otra cuadra.También los zapatos de futbol duros y de cuero que los lustraba cada tanto y la picardía de jugar en el baldío cuando nos hacíamos "la rata"donde poníamos como arcos los delantales blancos.Ese baldío todo desparejo y poceado donde aprendimos a dominar la pelota y consechar amistades que hasta hoy perduran.

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  2. Hoy los chicos tienen cualquier cantidad de pelotas de fútbol pero ya no es lo mismo. Las maquinitas electrónicas y la falta de espacios, la enorme cantidad de vehículos cirnculando por las calles, les dejan en segundo plano el jugar al fútbol como nosotros antaño. ¡Cuandos partidos habré jugado en Soldati, el Bajo Flores, Sarandí, detrás de la cancha de Barracas Central...".
    -Tiempo viejo, caravana fugitiva, ¿donde estás?

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  3. Yo recuerdo haber jugado en las canchas de "La maquina" que estaban al costado de una villa de emergencia en Liniers y en una cancha de la Villa Carlos Gardel en Ramos Mejía., frente a SITAS y nunca tuvimos problemas con la gente del lugar.Por supuesto que también jugué en potreros, donde se instalaban muchas veces circos y en las parroquias del barrio, donde el cura párroco, organizaba torneos de futbol, para acercarnos a la iglesia.Demás estar decir que también jugabamos en las calles y veredas del Buenos Aires de ayer.

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