Pero las orquestas típicas que lo ejecutaban, lo hacían normalmente en el ritmo original, con ligeras variantes. Y se bailaba como el waltz (Waltzen: dar vueltas mientras se baila)que nació hace 250 años en Austria.
Viajó por Europa y fue cambiando el ritmo a más rápido generalmente. En Estados Unidos se transformó en Vals Boston y en América: en vals ranchera (México), vals peruano, y en Buenos Aires en vals criollo, distinto del valseado del Litoral.
Roberto Firpo fue quien le dió la forma actual, cuando tomó el Vals Boston compuesta por la jovencita pianista Rosita Melo y lo convirtió en el definitivo y actual vals porteño.
Los milongueros le llamamos valsecito, y aunque muchas orquestas típicas tengan en su repertorio valses peruanos (Que nadie sepa mi sufrir, La flor de la canela, Nube gris, Estrellita del sur, etc.), tienen un ritmo distinto para bailar, y no debieran -en España- los Dj, sacarlos a relucir durante la miloga.
En los primeros años de la década del cincuenta, algunos milongueros del sur de la ciudad porteña comenzaron a bailarlo con pasos de tango y la fórmula cuajó y quedó implantada definitivamente.
Hay una cantidad impresionante de valsecitos porteños para lucirse en la pista. O para escuchar. En este último caso traigo al gran Charlo, en ese fabuloso vals que compuso con José González Castillo: El viejo vals
El viejo vals.
Y a continuación, el hermoso arreglo que hicieron los músicos de Osvaldo Pugliese durante una larga gira por Japón, de ese valsecito inmortal: Desde el alma. Lo traigo al lamentablemente desaparecido Osvaldo Zotto bailándolo con Lorena Ermocida en la Confitería La Ideal.
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