Sólo el que penó de ausencia
sabe lo que es ir de vuelta.
Porque cada regreso a Buenos Aires, al barrio, a los amigos lontanos, a las milongas porteñas, tiene un sabor único, especial. Recibir esa mirada de dulzura de la gente conocida que no te olvida, que te brinda su afecto como esas cornisas que albergan a los pájaros y les ofrecen morada, y patear los adoquines de la infancia y juventud, no tiene precio.
Eso le pasa a cualquier ser humano que visita los lugares que fueron su cueva hospitalaria y bulinesca, en cualquier rincón de la tierra. Es cierto que yo vuelvo siempre, como Pichuco, pero no dejo de percibir esa sensación especial en cada regreso.Porque, finalmente, mucho de lo que somos como personas, lo fuimos macerando en nuestros hogares y nuestros refugios, aunque el fixture de la vida nos marcara otros rumbos tan distintos y distantes.
La ciudad tiene dos caras: la de los barrios del centro y el norte, y las del sur olvidado que ha sido carcomido por las humedades del tiempo y la desprotección de las autoridades. Calles y veredas, rotas, más bien destruidas, oxidadas y atiborradas de mugre. Igual que algunos lugares céntricos, como la recordada calle Lavalle de los cines, ahora poblada por vendedores transeúntes y compradores de dólares, cuyos "arbolitos" vocean su negocio en forma de interminable letanía. Y los homeless, definitivamente desahuciados por la sociedad, tirados en veredas céntricas, durmiendo a plena luz del día. Incluso frente a la misma Plaza del Congreso Nacional. Los perros abandonados muestran otra pintura de la sociedad actual.
Son las manchas negras del mundo que nos hemos construido entre todos. Como los piquetes que aparecen un día sí y otro también, en cualquier punto de la ciudad. Pero, además de estas manchas negras, ví también mucho bullicio en las calles y negocios. Por ejemplo en Güerrin, donde se comen unas pizzas inmortales. Volver cada año y bajarse unas pizzas de muzarella y fugazza con Moscato frío, es como un placer de los dioses. La clientela se renueva a un ritmo frenético, la atención es inmejorable e inmediata y le calculo unos 300 noctámbulos comensales a la hora.
Las de muzzarella o fugazza son imperdibles |
Algo realmente lindo de Buenos Aires son sus parques y las arboledas en todos los barrios que caminé. Con copas altísimas, troncos robustos y de aspecto sano, se empinan en las veredas y llegan a medir diez o veinte metros con facilidad. Una verdadera belleza.
Los árboles forman verdaderos túneles naturales en muchas calles. |
Esquinita de barrio porteño
con muros pintados de luna y de sol,
que al llorar en las lluvias de invierno
manchás el paisaje de mi evocación.
Y lo escuchamos al Polaco con el Sexteto Tango, cantando precisamente este valsecito de Homero y Sebastián Piana, grabado el 6 de diciembre de 1983.
01- Esquinas porteñas - R.Goyeneche-Sext. Tango
feliz regreso a gallegolandia amigo y un placer haberlo conocido personalmente en buenos aires juan latcovich y hasta otra vuelta si el destino asi lo quiere mientras por internet mantenemos nuestro fraternal y tanguero contacto abrazo
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