Los valsecitos tienen un recorrido sentimental, incluso alegre, evocativo, en la historia del tango. Junto con la milonga constituyen ese trío del género que sigue iluminando noches de bailongo en tantos países del mundo. La saga betinottiana esculpida por juglares que le dieron realce y despliegue, contiene páginas de calado que el pueblo aprobó, disfrutó y le dio el pase definitivo a la popularidad.
Quién no silbó un valsecito, o lo entonó cuando iba caminando por la calle. Cuántos milongueros de postín sintieron el toque en el cuore cuando comenzaba a sonar la tanda de valses en los altavoces de la pista. Los guitarreros que recorrían los boliches en los años cincuenta siempre reforzaban su demostración con alguno de los que cantaba Gardel, como Rosas de abril, por ejemplo.
Un músico de nivel como Horacio Salgán, coloreó estos versos de Oscar Rubens (Rubistein) en 1943 prendiendo la mecha de una composición que continúa resistiéndose a la pátina oxidante del tiempo y nos da el toquecito justo para volver a entreverarla en nuestros sentimientos. Y aunque la letra verse sobre los azares amorosos desteñidos, la composición musical nos llega candorosamente.
Te encontré, no sé cómo ni cuándo
Sufriendo y penando
Sin fe y ya vencido.
Y mi alma, que estaba sangrando
Te estaba esperando
Sedienta de amor.
Sólo sé que te amé locamente
Y en un beso ardiente
Juramos querernos.
Pero hoy, que no estás a mi lado
No sé si he soñado
O fue realidad.
La sabia paleta de Oscar Rubens (que firma como P. Valdez) mezcla la felicidad y la desdicha con su capacidad de emoción y el espesor de la apariencias.
Oscr Rubens |
Llegó...
Lo dice el alma mía.
Partió...
Repito en mi agonía.
Si te amé y vos juraste amarme,
¿Cómo fue que has podido dejarme?
Se fue...
Lo dice el alma mía.
Se fue...
Llevando mi alegría.
Y al notar que no ha sido esto, un sueño
Es vano mi empeño
De amar sin morir.
Ya tus labios no habrán de besarme
Ni habrán de mirarme
Tus ojos tan tristes.
Ni tu voz impregnada de llanto
Pondrá el dulce encanto
De hablarme de amor.
Fue tan grande la dicha vivida
Cuan grande es la herida
Que hoy llevo en el alma.
Que me paso las horas pensando
Si estuve soñando
O fue cruel verdad.
Horacio Salgán fue en encargado de musicalizar estos versos y le dio la patente definitiva en forma de vals, que también tuvo de segundo nombre: Un vals. Lo grabaron Francisco Lomuto-Carlos Galarce, Lucio Demare-Raúl Berón, Juan D'Arienzo-Héctor Mauré.
Escuchamos la versión de Demare-Berón, llevada al disco el 13 de julio de 1943.