Ángel Vargas nos llena siempre el cuore con sus interpretaciones tan entrañables. La historia recuerda que Ángel D'Agostino había compuesto un tango que se mantenía inédito, titulado "Pobre piba", al que Cadícamo le pondría letra en 1940, con el título: "Tres esquinas". Aludía al cruce de las calles Montes de Oca y Osvaldo Cruz en el barrio de Barracas y al café llamado "Tres esquinas", luego "Cabo Fels".
Alfredo Attadía colaboró escribiendo las partes de bandoneón, y lo estrenó ese año Angelito Vargas con la orquesta. Fue su consagración total. La media voz de Angelito diciendo esos versos: "Yo soy del barrio de tres esquinas / vieja baluarte del arrabal / donde florecen como glicinas / las lindas pibas de delantal...", y la marcación impecable del piano conductor, sacudió a la ciudad y consagró a un clásico.
Desde entonces Vargas pasó a ser patrimonio de todos los tangueros, sin distinción. Como me diría un día D'Agostino: "Cantaba como un muchacho de barrio, pero con una polenta bárbara y un gusto especial, único...". Tal vez fuera ese el secreto de la permanencia del cantor en la memoria colectiva. La sencillez en el decir, la hilacha íntima, el fraseo tan personal y la media voz que pintaba con un acento familiar para los porteño,s los óleos nostálgicos que reproducían todo aquello que pertenecía al acervo popular.
Hoy lo traigo en el recuerdo con este tango que el escritor teatral uruguayo Edmundo Bianchi y el bandoneonista napolitano -llegó a Buenos Aires con 4 años de edad- Antonio Scatasso, compusieron en 1928 y que se injertó en las partituras de orquestas y cantores, incluso folklóricos. Lo que evidencia el colorido especial de esta pieza que Ángel Vargas supo revalorizar.
El chingolo es uno de los tantos pájaros que alegraron Argentina con su canto y su figurita, parecida al gorrión pero diferenciándose por el copete negro y algunas manchas rojas y blancas. Los machos se hacían notar cuando lanzaban sus melodiosos trinos, pero con el tiempo fueron desapareciendo de la capital y buscaron zonas campesinas donde establecerse.
Los versos de Bianchi recuerdan al chingolo en el tiempo que sus vuelos y sus trinos estaban presentes en el color ciudadano. Y muestra su pesar por el hecho de que ya no estén en los árboles porteños con los nidos donde agrandaban la familia.
Hubo en la pampa una vez
un pajarito cantor
que sobre un yuyo parao
entonaba una canción
tan triste que parecía
el llorar de un corazón.
A ese pájaro bagual
lo espantó el ferrocarril
y su canción sin igual
no se podrá más oír.
¡Pobre pajarito gaucho,
dónde habrá ido a morir!
¡Ya no cantas chingolo!...
¿Dónde fuiste a parar?
En algún lao, muy solo,
tu canción llorarás...
Guitarrita del campo,
pájaro payador,
te llevaste contigo
toda la tradición.
Como el ave, el payador,
sentado junto al ombú
también antes su canción
elevaba hacia el azul
donde brillaha de noche
la divina Cruz del Sur.
Ahora se calló el cantar
y el ave y el payador
fueron lejos a ocultar
su voz llena de emoción,
pues ya invadieron la pampa
el jazz, el gringo y el Ford.
¡Ya no cantas Chingolo!...
¿Dónde fuiste a parar?
En algún lao, muy solo,
despacito llorás...
Guitarrita del campo,
voz de la soledad,
desde que tú te fuiste
no sabemos cantar.
Ignacio Corsini grabó este tango en 1926. Gardel lo llevó a París donde fue muy aplaudido, pero curiosamente no lo grabó. Varias orquestas y cantantes también lo dejaron en el disco. Podemos escuchar acá la versión de Angelito Vargas acompañado por la orquesta de Armando Lacava. Lo grabó el 13 de octubre de 1953, y lo curioso del caso es que, en algunos pasajes lo acompaña su hermano: Amadeo Lomio. Vargas sólo canta la mitad de los versos de Bianchi.
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