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miércoles, 20 de agosto de 2025

Yo también soñé

 Este tango tuvo mucha repercusión por la interpretación que realiza Charlo en la película "Puerto nuevo", dirigida por la dupla Luis César Amadori-Mario Soficci, en 1936. El 31 de diciembre de 1935,  Pirincho Canaro lo lleva al disco con el propio Charlo, y tres meses más tarde lo vuelve a grabar, esta vez cantando Roberto Maida. En 1951 lo registra nuevamente, con su cantor Mario Alonso.

Evidentemente, aunque Canaro no tuviera los estudios necesarios para componer y para dirigir, está claro que supo adaptarse con mucha capacidad no sólo a esas especialidades, sino que brilló en el teatro y en el cine, logrando éxitos en todos estos rubros. Incluso musicalizando numerosos temas que pegaron fuerte como el que hoy traigo a la página.

                                      


Hay que tener en cuenta que además de tango, vals y milongas, grabó foxtrot, zamba, minuet, marcha, shimmy, ranchera, vidalita, canción, estilo, pericón, murga, mazurka, polca, marchinha, candombe, rumba, gato, corrido, baión, serenata o danza morena. Incluso intentó inventar nuevas formas con el tanguano, milongón o tangón. Pero, evidentemente el tango lo tuvo como puntal por muchos años.

También destacó como compositor de numerosos temas. Entre ellos, este tango que compuso con Luis César Amadori en el papel de poeta, que habla de los sueños y las realidades de la vida. Está bien desarrollado y muy bien musicalizado. Por eso pegó fuerte en su momento y todavía lo podemos escuchar en las versiones grabadas por Canaro con sus cantores.

Yo también soñé cuentos de ilusión                                                                                              Desde mi niñez                                                                                                                              Y fue un sueño azul el que me engañó                                                                                      En mi juventud.                                                                                                                              Yo soñé un amor y sentí el calor de un cariño fiel                                                                        los tesoros que forjé, locamente derroché                                                                                    Y entre sueños fui feliz al calor de esas caricias                                                                            Que después no conocí

Es más amargo el despertar
Cuanto más tierno fue el amor del sueño
Una mano de hierro
Nos llama a la realidad.
Y los sueños se cambian
En miserias y maldad
Yo quisiera soñar y dormir de una vez
Para no despertar

Hoy perdida ya toda mi ilusión
Vi una aparición
Linda como un sol me miró al pasar
Por mi soledad.
Se acercó hasta mí y escuché su voz hablando de amor
Mi esperanza renació y hoy que me siento feliz
Tengo miedo de soñar, porque si esto fuera un sueño
No podría ya vivir.


Escuchamos la versión grabada de la orquesta de Canaro con Charlo el 31 de diciembre de 1935.








martes, 19 de agosto de 2025

   He bailado tango en muchos países de América y Europa. 

                                                                                               Son sensaciones muy especiales.

        






domingo, 17 de agosto de 2025

Tita Merello

 por Francisco Canaro:

-He dejado a Tita Merello en último término para comentar en breves palabras su meritoria carrera artística. Salió de las filas del "bataclán" para cantar un tango mío, con letra de Juan Andrés Caruso, titulado: "Pedime lo que querés", allá por el año 1922, en el teatro "Maipo". 

A partir de entonces su trayectoria  escénica fue siempre ascendente. Transcurrido un tiempo, actuó conmigo en varias temporadas teatrales como actiz y cancionista, afianzando poco a poco su personalidad.

                                                                Canaro y Tita


Tita luchó con talento y dedicación, sin omitir sacrificios hasta alcanzar un cartel que la consagra en la actualidad como la actriz nacional más completa. No tiene cuerda definida, ni se especializa en ningún género, porque en realidad su temperamento se amolda a cualquier papel, ya sea dramático, cómico, festivo o arrabalero. 

Además de cantar y bailar, se viste con elegancia cuando lo requiere el personaje que desempeña, y todo lo hace muy bien y con singular entusiasmo. Tiene la virtud de una gran expresión y, cuando canta tango, le infunde sus eficaces recursos de actriz que sabe lo que dice, fraseando la letra con clara dicción, 

                                                     


                             

A mí, francamente, me agrada mucho su idiosincrasia escénica y soy sincero admirador de ella, pues es valioso fruto de su propia voluntad. En estos últimos tiempos ha comenzado a grabar discos conmigo, y aunque no posee una gran voz, en la interpretación vigoriza sus canciones con admirable fuerza de expresión, no común en otras cantantes criollas. 

Por tan relevantes cualidades, repito, la conceptúo en nuestros días, la más genuina figura de la escena vernácula, y para confirmar mi aserto, ahí están vivos sus éxitos en el teatro, cine, radio, sin excluir los de nuestro cancionero.


(Acá escuchamos a Tita Merello con la orquesta de Pirincho Canaro, cantando "Milongón porteño", de Manuel Romero y Alberto Soifer. Grabado el 3 de octubre de 1956)

                        




jueves, 14 de agosto de 2025

La cofradía tanguera

                                    En el café Petit Colón (Libertad 505) protagonistas de la                                                                                generación del cuarenta. 

                      De izq. a der.: Armando Pontier, Alberto Marino, Héctor Stamponi.                                              Raúl Berón, Horacio Ferrer, Julio Ahumada, Luis Adolfo Sierra,                                                    Alberto Podestá, Carlos Figari, Virgilio Expósito y Héctor Marcó.                                                                                                                       

                                                                                      (viernes 11 de mayo de 1979).

  

martes, 12 de agosto de 2025

Alfredo Le Pera

   (por Aníbal Troilo)


   Fijate que pocas veces se dice: "Gardel era un tipo muy inteligente...", aparte de todas las otras condiciones que ya le conocemos.  Y un síntoma de esa inteligencia es haber recurrido en el extranjero a una pluma como Alfredo Le Pera...

  Tené en cuenta que Gardel estaba solo, rodeado de franceses primero, luego de norteamericanos.

   Esa gente podía perderlo. Él tenía su voz (¡qué te parece!), esa polenta de su personalidad y sus ideas musicales. Pero no era letrista.

                                           

Carlos Gardel y Alfredo Le Pera

    

   Ahí aparece Le Pera, de quien me dijeron que no era buen tipo, pero ¡qué importa ya! Los dos hacen una trampa portentosa: conservan lo nuestro en un ambiente extraño.

   Yo no escribo y leo poco, pero eso del lenguaje para comunicarse con la gente lo entiendo bien.

   Le Pera apartó palabras nuestras, esas que solamente entendemos los porteños, y sin embargo no dejó de ser porteño. O argentino. Eso no es fácil. Toda una prueba de fuego. 

   Le Pera escribía y Gardel cantaba. La voz de Carlos no sabía de fronteras. En cuanto a Le Pera, su mérito era meterle lo nuestro a quienes no nos conocían.

   ¿Qué te parece "Melodía de arrabal" o "Volver"? ¿Y "Mi Buenos Aires querido"?

   Hay que recordar que no fueron estrenadas en la calle Corrientes, sino en París o Norteamérica. 

   En fin, por todo eso, hablando de letristas de tango, yo siempre pienso que Alfredo Le Pera no está lejos de Discepolín o de mi querido barbeta Manzi,

(Recogido por Jorge Couselo en Mar del Plata, febrero de 1970)

-Y podemos escuchar esta grabación inédita de la orquesta de Troilo con Fiorentino: Melodía de arrabal, de Le Pera/Battistella/ y música de Carlos Gardel

                                     

                                     


                       

  


lunes, 11 de agosto de 2025

Dos que se aman

Manuel María Flores (1840-1885), nació en San Andrés Chalchicomula, México. Estudió Filosofía en el Colegio de San Juan de Letrán hasta el año 1859, fecha en que abandonó sus estudios. Perteneció al Partido Liberal, luchó contra los franceses, estuvo preso en el Castillo de Perote. 

Cuando la república fue reinstaurada obtuvo el cargo de diputado, posteriormente formó parte del Liceo Hidalgo, además de pertenecer al grupo de escritores que encabezó Manuel Altamirano, quien escribió el prólogo de suprimer libro; "Pasionarias" que fue publicado en el año de 1874.

Este poeta  es considerado como uno de los más grandes  representantes del Romanticismo Mexicano, Manuel, sostuvo una relación sentimental con Rosario dela Peña, mujer por quien se suicidó Manuel Acuña. Falleció este insigne poeta en el año de 1885. Después de su muerte, aparecieron sus "Poesías inéditas" en el año de 1910 y en el año de 1953 "Rosas caídas" (su diario).
                                       
                                          

"Amémonos", una bella poesía romántica de este gran creador mexicano  fue musicalizada por Antonio Tormo en 1948, convirtiéndose en el vals "Dos que se Aman", una de las bellas piezas del género, con la particularidad que autor y compositor, jamás se conocieron, ya que ni siquiera fueron contemporáneos.

 Antonio Tormo, usando el seudónimo Mburucuyá, registró la música en SADAIC como recopilación y arreglo, porque era una antigua composición mendocina que no estaba registrada. Los versos originales de "Amémonos" comprenden doce cuartetas, pero Tormo las redujo primero a seis y luego agregó una séptima. 

En SADAIC también está registrada una recopilación de Carlos Montbrun Ocampo y otra de Alfredo Gobbi, ambas con letra de Manuel María Flores, probablemente con arreglos diferentes.

Osvaldo Pugliese con Alberto Morán, lo grabó el 15 de septiembre de 1948, y acá lo reproducimos:

                                     


 
Podemos escuchar la versión de José Basso con sus cantores Fiorentino y Ricardo Ruiz. Lo grabaron también en 1948.

Y la de Ricardo Tanturi con sus cantores Osvaldo Ribó y Roberto Videla. Llevado al disco el 25 de junio de 1948.                                                                                                                                                                                          


                             

                                 


martes, 5 de agosto de 2025

Nada más

 Luis Rubistein vivió a los ponchazos y a los 11 años ya entonaba tangos, milongas y canciones criollas en el Parque Goal, de Avenida de Mayo y Sáenz Peña, donde lo conocían como el Petit Gardel, por su voz y su manera de entonar. Cantando disimulaba su tartamudez congénita, que le daba un aire más simpático aún. Decía que sus diálogos con Agustín Magaldi parecían propios de un sainete por la misma causa.

Tuvo muchos problemas de jovencito en casa, porque los padres le reprochaban que llegaba de madrugada a su casa, pero al día siguiente volvía repetir la escapada noctámbula para escaparse a cantar. De todos modos su conducta, en cuanto al trabajo, fue manifiesta, nunca faltó a sus obligaciones porque sabía las necesidades de la prolífica familia. 

                                                        


Sus padres Motl y María Kaplán -zapatero remendón y maestra de hebreo-, huyeron de Ekaterinoslav (Ucrania), ante la ola de antisemitismo, arribando a Buenos Aires en 1906 con tres hijas. En su nuevo refugio llegarían a tener hasta siete hijos más. Luis sería el segundo de esta prole argentina, en la que se inocularía el berretín tanguero, a tal punto que tres de los Rubistein porteños plasmarían recordadas páginas.

Entre Oscar, Elías (Randal) y Luis crearían esos temas que nutrirían con éxito a orquestas y cantantes. Al fallecer el viejo Motl, Luis pasaría a ejercer una especie de paternidad sosbre sus hermanos. Conocería a Anselmo Aieta en un café de la Corrientres angosta y el gran bandoneonista-compositor, se lo llevó a vivir a su casa. Luis ni siquiera había terminado la escuela primaria. 

Quiso ser cantor, probó con D'Arienzo a sus 17 años (de esa manera tapaba su tartamudez coingénita), pero le tiraba mucho más la aventura constante. Empezó a componer tempranamente mientras controlaba los pasos de sus hermanos. En 1926, crea con D'Arienzo el tango Rodolfo Valentino, dedicado al gran actor que acababa de fallecer. Lo firma como Nietsibur (Su apellido al revés).

Dos años más tarde ganó dinero en el hipódromo apostando por un caballo que conducía el jockey conocido como "El Tigre" Callejas.  Le cambiará la letra a su tango  y lo titula "Callejas solo", dedicado al jockey.  Lo graba Juan D'Arienzo con su cantor de entonces, Carlos Dante, a un ritmo mucho más lento que el que tendría más tarde. 

                                       

 Y en 1938, a pedido del "Rey del compás", vuelve a cambiar los versos del tango, titulándolo: "Nada más" que sería todo un suceso con la orquesta de D'Arienzo. La letra es un ruego apasionado, como él los vivía, del personaje, a una muchacha que lo abandona. Seguramente es un caso que vivió de cerca y lo transmite al papel, pensando en el pedido suplicante del hombre, que le dice a ella:

No quiero nada, nada más
Que no me dejes frente a frente con la vida.
Me moriré si me dejás
Porque sin vos no he de saber vivir.
Y no te pido más que eso
Que no me dejes sucumbir...
Te lo suplico por Dios
No me quités el calor
De tu cariño y tus besos,
Que si me falta la luz
De tu mirar que es mi sol
Será mi vida una cruz.

Y el tango fue un golazo para D'Arienzo  que lo llevaría al disco en tres oportunidades con sus cantantes: Alberto Echagüe en 1938, en 1958 con Jorge Valdez y en 1971 con Mercedes Serrano.  El drama amoroso del personaje llega a extremos poéticos que le dan profundidad a la historia.
 
¡Cuánta nieve habrá en mi vida!
Sin el fuego de tus ojos
Y mi alma ya perdida
Sangrando por la herida
Se dejará morir...
Y en la cruz de mis anhelos
Llenaré de brumas mi alma,
Morirá el azul del cielo
Sobre mi desvelo
Viéndote partir...
 
No quiero nada, nada más
Que la mentira de tu amor como limosna.
¿Qué voy a hacer si vos te vas
con el vacío de mi decepción?
No, no te vayas... te lo ruego...
No destrocés mi corazón...
Si no lo hacés por amor
Hacelo por compasión
Pero, por Dios, no me dejes,
Jamás te molestaré
Seré una sombra a tus pies
Tirada en algún rincón...


La versión grabada de D'Arienzo con Echagüe, el 8 de julio de 1938, suena en la milonga y te lleva en volandas por la pista, porque engancha que da calambre. 

                               





jueves, 31 de julio de 2025

Dicen que dicen

Este tango tiene un título llamativo. Es como un chimento que se expande por el barrrio y va saltando a la oficina, a la tienda, al café de la esquina... Y le viene muy bien al autor, Alberto Ballestero para sentar plaza en la cofradía tanguera, ya que nació en un pueblo de la localidad uruguaya de Artigas y se instaló tempranamente en Buenos Aires como periodista y comediógrafo teatral.

Precisamente debutaría en el tango, gracias a la inclusión de temas suyos en las obras que compartía con Manuel Romero, Schaefer Gallo, Tito Insausti y otros. Y el del título lleva música del gran Enrique Delfino, que le dio un impulso notable al tango compuesto entre ambos. Sería interpretado por Carlos Gardel que lo llevó al disco, con sus guitarristas, el 20 de mayo de 1930. 

                                        


Ese mismo año, Roberto Firpo con su conjunto lo interpretó y grabó en forma instrumental, quizás por la extensión de los versos que superaban lo normal, ya que está compuesto por cuatro estrofas. Ello pasó seguramente, debido a la escasa experiencia en el género por parte del poeta. Pero Gardel le dió el pase a la fila de los elegidos y así sigue figurando, ya que el tema está vivito y coleando. Y lo chamuya así:

                                            Vení, acercáte, no tengas miedo,
                                            que tengo el puño, ya ves, anclao.
                                            Yo sólo quiero contarte un cuento
                                            de unos amores que he balconeao.
                                            Dicen que dicen, que era una mina
                                            todo ternura, como eras vos,
                                            que jué el orgullo de un mozo taura
                                            de fondo bueno... como era yo.

Es la clásica historia de la pareja, con sus amores, sus peripecias y el porvenir brillante. Hasta que llega la traición, tantas veces contada en el tango. Ella desaparece con un nuevo amor y el "taura manso"  (animoso, valiente) - en definición contradictoria del traicionado-  sólo piensa en matarla. Y... dicen que dicen...
                                            
                                            Y bate el cuento
                                            que en un cotorro
                                            que era una gloria vivían los dos.
                                            Y dice el barrio que él la quería
                                            con la fe misma
                                            que puse en vos.
                                            Pero una noche
                                            que pa' un laburo
                                            el taura manso
                                            se había ausentao,
                                            prendida de otros
                                            amores perros
                                            la mina aquella
                                            se le había alzao.

                                           Dicen que dicen, que desde entonces
                                           ardiendo de odio su corazón,
                                           el taura manso buscó a la paica
                                           por cielo y tierra como hice yo.
                                           Y cuando quiso, justo el destino,
                                           que la encontrara, como ahura a vos,
                                           trenzó sus manos en el cogote
                                           de aquella perra... como hago yo...

En la extensión poética, Ballestero sigue blandiendo la pluma y el tango termina con la confesión del hombre que se entrega a su mansedumbre. Cuenta que el encono lo traicionó, que no pensaba matarla, que fue su orgullo, que era todo ternura, y el relato que le narra a su vecino es la síntesis del trágico final, que también lo ha hundido a él. 

                                          Deje vecino... no llame a nadie.
                                          no tenga miedo, estoy desarmao.
                                          Yo sólo quise contarle un cuento,
                                          pero el encono me ha traicionao...
                                          Dicen que dicen, vecino, que era
                                          todo ternura la que murió...
                                          Que jué el orgullo de un mozo taura
                                          de fondo bueno... como era yo...

Se lo escuché cantar a Julio Sosa en vivo. Lo cierto es que hizo una brillante interpretación del tema. Lo grabó cuando militaba con la orquesta de Francini-Pontier y también acompañado por la de Leopoldo Federico. Está última la llevó al disco en 1961 y es la que escuchamos.  

                                      



domingo, 27 de julio de 2025

Loca

 ¡Qué título más estrambótico para un tango! Pero, sin embargo fue compuesto en 1922 y cien años más tarde sigue sonando con mucha fuerza en emisoras y milongas de muchos países. En el año de estreno  lo consagró Carlos Gardel, llevándolo al disco con sus guitarristas José Ricardo y Guillermo Barbieri. Desde entonces no ha parado de sonar en repertorios de orquestas y cantantes.

El quinteto Don Pancho (Canaro) lo grabó en 1938. La Típica Victor en 1941,y Juan D'Arienzo con su orquesta le dió un salto de categoría y de polenta, convirtiéndolo en un éxito interminable, ya que lo registró en la RCA Victor en 1942, 1946, 1955 y 1964. Más tarde sus músicos: "Los solistas de D'Arienzo" repetirían el tema, grabándolo en 1975.

                                           



Lo curioso del caso es que sus autores fueron españoles, radicados en Buenos Aires. Antonio Martínez Viérgol, que firmaba como Antonio Viérgol, era periodista, madrileño, doctorado en Filosofía y Letras. Tenía 43 años cuando, en su labor de comediógrafo, con su paisano, el catalán de Manresa: Manuel Jovés (violinista, director), estrenaron obras de teatro que tuvieron muy buena acogida.


                                     

El tango lo atraparía prontamente y entre los temas que compondría destacarían "Rosa de fuego" y especialmente "Loca", ambas en dupla con Manuel Jovés y estrenadas en los escenarios teatrales. Lo que nunca imaginaría Viérgol es que este último tango seguiría sonando con fuerza tantos años después de su fallecimiento en 1935. Jovés se fue más temprano, en 1927.

 Los versos de Viérgol son muy largos para el tango y en general ,quienes lo entonaron, cantaron sólo algunos párrafos del mismo. Libertad Lamarque le dio gran impulso a los mismos, cantándolos en la película mexicana "Gran Casino", donde compartió el papel principal con Jorge Negrete. La dirigió el español Luis Buñuel y se estrenó en 1947.

                                          


La parte del poema que se hizo más popular fue la que la protagonista del verso habla sobre su traumático adjetivo:

Loca, me llaman mis amigos
que solo son testigos
de mi liviano amor...
Loca,
¿Qué saben lo que siento
 ni que remordimiento se oculta en mi interior?

D'Arienzo le dio caña a la música de Jovés y lo transformó en uno de sus grandes éxitos. Acá podemos verlo al frente  de su orquesta y empujando a fondo  a los músicos, como era habitual en él. ¡Caña y caña!..


                                                


lunes, 30 de junio de 2025

Adiós arrabal

Este tango cuyos versos se sumergen en el suburbio, sigue goteando en nuestros cuores, bailándolo en las milongas o escuchándolo en el ordenador y el reproductor. Porque tiene todos esos  matices que hemos conocido en nuestros barrios porteños, en el suburbio y en aquel sustrato bohemio, aniquilado por la globalización materialista y el adoquinado bacheado por el tiempo.

He contado que Ángel D'Agostino venía muchas veces a buscar a su sobrino Coco D'Agostino, compañero mío en el Diario "La Razón". Y Coco me avisaba: "Viene mi tío, dale bajá conmigo así nos acompañás y chamuyás con él...". Tomábamos un café en la esquina del diario y luego caminábamos por Florida. Él, de traje, corbata y sombrero, con las manos  unidas en su espalda.

                                          

 

Una de aquellas tarde-noches le tiré mi halago por "Adiós arrabal", exitazo suyo con Angelito Vargas. Y D'Agostino me fue contando que el tango se lo trajo un amigo uruguayo, dado que era de los orientales Carlos César Lenzi (el de "A media luz") y el pianista Juan Baüer -nacido en España-. Lenzi decía que Gardel estaba enamorado de este tango compuesto en 1930, lo cantó varias veces y no lo grabó porque lo reservaba para una película suya.

D'Agostino me explicaba: "Hay una grabación de Julio De Caro, realizada en 1930 con el cantor Pedro Lauga, que fue la que más me me inspiró.... Conseguí la partitura y lo estuve tocando en el piano para ver si le encontraba la vuelta y me salió lindo. Le dí unas vueltas, le hice el arreglo y luego lo fuimos ensayando con Vargas para incorporarla al repertorio. Con él todo salía fácil, la ubicación de esa voz módica en la piel de cada tango... la caída en la justa cuadratura".

                                   


 

Y se convirtió en uno de los tangos que más éxito tuvo en la orquesta. "Yo soy milonguero - decía D'Agostino-, siempre lo fui en el mejor sentido del término...". Y ello explica la marcación que nos conduce en la pista, especialmente en tangos como éste que fue uno de sus mayores éxitos.  Los versos de Lenzi, también nos van llevando de la mano... 

Mañanita arrabalera,
Sin taitas por las veredas
Ni pibas en el balcón.
Tus faroles apagados
Y los guapos retobados
En tu viejo callejón.
Yo te canto envenenao,
Engrupido y amargao
Hoy me separo de vos.
Adiós, arrabal porteño,
Yo fui tu esclavo y tu dueño
Y te doy mi último adiós.

El baile "Rodríguez Peña"
El Mocho y el Cachafaz,
De la milonga porteña
Que nunca más volverá.
Carnavales de mi vida
Noches bravas y al final,
Los espiantes de las pibas
En aquel viejo arrabal.

 Madrecita, yo fui un reo,
Y en tus brazos hoy me veo
Lleno de felicidad.
Dime, mi buena viejita,
Dónde está mi noviecita
Que no la puedo olvidar.
Hoy yo vuelvo arrepentido,
Hecho más hombre y más bueno
A la vida del hogar.
Perdoname, que tu hijo,
Tiene un pensamiento fijo
Y nadie lo hará cambiar. 

Esa grabación del 9 de septiembre de 1941, o sea 84 años más tarde, nos produce una especie de emoción como si el cuerpo buscara acompañar a la música y los versos... Y nos llevar a pensar como aquellos que batían . "Todo tiempo pasado fue mejor...", aunque  no sea real.

                                   


 

 

 


sábado, 28 de junio de 2025

Francisco Canaro

 "Los cantores de mi orquesta".


En mi larga trayectoria artística han actuado en mi orquesta, los siguientes cantores: 

Roberto Díaz, que fue con quien inicié en discos la primera grabación cantando el estribillo de mi hermano Mario, titulado: "Así es el mundo". Después don Mauricio Godard, director artístico de los discos "Odeón", me propuso que escuchara a un muchacho que estaba haciendo el servicio Militar.                                                                                                            Creo que le va a gustar - me dijo.                                                                                              Lo escuché y me gustó mucho. Era Charlo.                                                                                                     

Charlo y Canaro

Después tuve a Agustín Irusta, que debutó conmigo en el Tabaris", y que a falta de micrófono -todavía no se usaba-, cantaba con un megáfono. 

A Roberto Ray lo tuve un corto tiempo.

Ernesto Famá, que fue en mi orquesta una gran atracción, actuó conmigo en dos ocasiones y llegó a ser la expresión máxima de los cantores de orquesta.   

Después le siguió Roberto Maida, que se fue porque contraté, estando él, a Francisco Amor. Yo había escuchado a Francisco Amor en la película "Viento Norte". y me había gustado tanto cantando las canciones camperas, que resolví incluirlo en mi orquesta. Al irse Maida, volví a contratar a Ernesto Famá, que repitió su actuación anterior y con Amor formaban un buen dúo de cantores.

Luego tuve a Carlos Galán poco tiempo; le sucedió Carlos Roldán, que tuvo una brillante  actuación en mi orquesta. Más tarde haciéndome falta un cantor, organicé un concurso en radio Belgrano y surgió Eduardo Adrián.

Domingo Conte también actuó conmigo; Ricardo Ruiz le siguió y luego Alberto Arenas, a quien me lo mandó mi gran amigo Juan D'Arienzo, sabiendo que me hacía falta un cantor. 

Roberto Arrieta, Guillermo Rico (Coral), gran imitador de cantores, que gustaba más con la voz de otros cantores, que con la propia.

En la sección Rinconcito arrabalero escucharemos la voz de Ernesto Famá –  Hasta que el Cuerpo Aguante
Canaro con sus cantores Francisco Amor y Ernesto Famá

                                    

Luego Carlos Dante, que actuó conmigo en Europa, Enrique Lucero, hermano de Marianito Mores, a quien le puse yo el seudónimo de Lucero; Mario Alonso y, al irse éste, contraté a mi último cantor Juan Carlos Rolón.

Y luego de esta breve reseña, no sé si todavía tendré tiempo para seguir descubriendo cantores. El tiempo lo dirá.

(También cantarían luego con Canaro;  Marcelo Paz, Ernesto Herrera, Isabel de Grana, Ernesto Rondó y Ángel Ramos.)

 -Escuchamos grabado por Canaro, cantando Charlo,  de José González Castillo y Charlo: "El viejo vals".

                                   


 

 

jueves, 19 de junio de 2025

Milonguero viejo

              

                             


                               Copa milongas polenta sin dar pifia de giladas,
                               le da revancha el fisture de una davi p’al carajo,
                              senza tela, cadeneando de potriyo en el relajo
                               redimiéndose de pecas y jotrabos de pesada.
                               
                               Armó en el yotivenco a rolete el repertorio
                               de figuras, con baquianos que lucían su carpeta
                               y de chogua aprontándose, verdún, con las pebetas
                               largó brolis y el convoy familiar por el jolgorio.
                              
                               Se dejó aquellas matiadas, orejeando a sus troesmas
                               al darle filo la cheno con sus luces y su merca,
                               amurado de la same del convento y de la nerca
                               y garronear para el morfi o gratear en algún celma.
                              
                               Embroyado, se espiró de un balurdo a la milonga
                               entreverando su tapín, shomería, y rejugado
                               con galonmis, con jopendes, con sus pasos renovados.
                             
                              Y el breón, senza esparo, refilado, meta y ponga
                              tiró a la pista el espiche de su leife tranco invicto
                              y se enyuntó a la Polaca, una naifa muy junada
                              que se prendió como abrojo a la primer arrimada.
                             
                              Hoy reinan en los bailongos donde el gotán es un rito.


                              (De mi libro ArTango- sobre pinturas de Isabel Carafi)



miércoles, 11 de junio de 2025

Anoche

La obra de Cátulo Castillo en el tango es una de las más extensas y transmisora de emociones a destajo. La clave para concebir buenas canciones que perduran en el tiempo es quizás, tener una vida cargada de experiencias, quizás la trastienda de imperfecciones vitales, el vasto complejo de las redes sociales y también la consideración melancólica, o sea la añoranza de lo que pudo ser y no fue.

En este último capítulo, el tango se ha nutrido de muchas obras que ahondan en esa melancolía resignada, el daño colateral y los aspectos más interesantes del pensamiento: el deseo, la ira o la ambición. O sea: la vida en su circunstancia. Y cuando el poeta tiene la capacidad de atrapar un pasado amoroso en su relato, la sentimentalidad del tango sublima la telaraña emocional.

                                   

Cátulo Castillo

En este tango que compuso en 1952, con Armando Pontier en la parte musical, Cátulo se sume en las aguas procelosas de la angustia imaginaria, por el reencuentro inesperado, y el dolor que le produce el verla en la noche con otra persona, en un coche, y su imagen totalmente cambiada. La palidez noctámbula, el visón que la envuelve, las joyas y el rubio resplandeciente que lo hunden emocionalmente. 

Anoche, mi amor,                                                                                                                            anoche... te vi..                                                                                                                          pasar sin dolor... con otro querer                                                                                                    y ser feliz.                                                                                                                                      tu coche que pasó me salpicó                                                                                                        su noche de fangal y lluvia.                                                                                                            Anoche... mi amor,                                                                                                                          anoche... te vi.                                                                                                                          Tras ese escaparate de cristal                                                                                                        dorada de metal y rubia

La imagen se queda clavada en sus ojos y su corazón destrozado. La realidad muchas veces nos despierta de la ensoñación, y el infeliz reencuentro lo ha sumergido  en las turbulentas aguas del halo nostálgico y crepuscular. El fantasma amoroso se ha hecho presente, repentina, inesperadamente, y lo impúdico de la mirada humana asoma en su testimonio desgarrado, aunque sea imaginario.


¡Qué pálida tenés la tez marfil
por más que esté a tus pies la vida vil!
Envuelto en su visón, me presintió,
temblando de ansiedad, tu corazón.
Yo estaba en el cordón...
¡Desesperado! ...
Nublada la razón...
¡Deshilachado! ...
¡Qué pálida tenés tu tez marfil!
¡Qué extraña y qué febril tu palidez!

Anoche, tal vez,
anoche... mi bien...
recién comprendí
tu mal y lo que es
vivir, morir,
mintiendo la ilusión, que claudicó
vendiéndote a un visón y a un coche,
llorando por la noche en un rincón
cuando habla al corazón la noche...
Anoche... mi amor...
anoche... te vi...
 
Este tango tuvo numerosos intérpretes y lo han grabado entre otros Mariano Mores con Aldo Campoamor, Roberto Rufino con Raúl Garello, Francini-Pontier con Pablo Moreno, Oscar Alonso-Carlos García, Raúl Lavié-Sexteto Mayor, Osvaldo Piro-Alberto Hidalgo, Alberto Morán-Armando Cupo. 

(Escuchamos la versión de Mores-Campoamor, grabada el 18 de agosto de1958)

                         





domingo, 8 de junio de 2025

YUYOS DE POTRERO

 Te juro, fierita, el primero de Mayo siempre fue sagrado para la barra. Te lo cuento porque es una alegría enorme volver al barrio en una fecha así y encontrarte acá, en la casa de tus abuelos y nada menos que compartiendo un asado. El rito para este día incluía el partido “Solteros contra casados” previo al asadito de rigor  y un par de damajuanas de tinto para regar los gargueros. Los casados estaban siempre fuera de forma, querían picar desde el arranque como cuando estaban flacos y corrían la coneja, y a los cinco, diez minutos de juego, aparecían los calambres y los tirones.  Y claro, los más guachos, que estaban en forma, se hacían un picnic especialmente en el segundo tiempo cuando las deserciones se hacían notar y había que prestarle a los casoriados algunos refuerzos para terminar el partido, que nunca llegaba a los noventa. 

Hace tres años se armó el consabido duelo y nos juntamos unos veteranos al coté de la parrilla, con ese olorcito que despiden los zochoris y morcillas nuestras, sobre todo para los que volvíamos de otros pagos adonde el destino nos había despachado.  Con los primeros tragos de vino y una vez que nos bajamos los choripanes y los chinchulines, salieron a relucir los recuerdos de viejos partidos y asados y recordamos una grosa batalla en Soldati, en las canchas del Tambo, de Cóndor y Varela, que estaban una al lado de la otra y eran como 20, un inmenso potrero de donde salieron tantos cracks. Por supuesto eran todos campos pelados, cuando llovía quedaba el agua estancada y escarchada en invierno, y en verano no había un mísero arbolito para protegerse del sol inclemente. Las pilchas las dejábamos en el suelo, no había vestuarios, claro, y alguna vez tuvimos que salir rajando en pantaloncito y camiseta, para zafar de una biaba segurola y la vieja en casa nos quería matar… 

Estaban tan pegadas las canchas, que una tarde, mientras esperaba que se resolviera  una escaramuza en el área nuestra para el contraataque, Juancito Ballesta, wing derecho del equipo, se comió un pelotazo del partido de al lado, en pleno balero y se quedó marmota. Cuando volvíamos, después del partido, en el colectivo 6, hablaba boludeces, decía incoherencias y tuvimos que acompañarlo a la casa para que la familia viera si era necesario llevarlo al Hospital. 

Pero regreso al partido que sacamos a relucir con los de la vieja guardia. Jugábamos la tarde de autos con Irupé que eran de Fiorito, muy quilomberos, armaban siempre camorra  y algunos llevaban fierros encima. En nuestra barra  había uno que se las sabía todas, el Flaco Bigorita; conocía a los equipos de todos los barrios, sus características, los tipos que la pisaban, los que metían pata, los morfones y hasta a las barras. Era exagerado en sus exposiciones dentro del feca, gesticulaba mucho, abría los ojos enormes,  y venía a representar un adelantado de los futuros espías de los entrenadores. En la semana te cantaba la que nos esperaba y en esa ocasión la pintó muy fulera, porque decía que a los de Fiorito los había visto en varias batallas y sacudían de lo lindo. Nosotros lo escuchábamos atentamente en la rueda de vermú de los sábados.  

Aquel campeonato de los barrios lo organizaba el hermano de Edmundo Campagnale, - uno que transmitía los partidos por radio-, y los dos equipos veníamos entreverados. Aunque estaban los Sin iguales de Mataderos, el Floresta Juniors, Juvenil de Boedo y el Juventud Unida de Barracas que  también tenían unos  equipazos bárbaros. Entramos a tallar con aquellos recuerdos y algunos teníamos las imágenes fijas en nuestros retrovisores memorialísticos.  

                                            Ya no quedan más potreros como antes: ¿es una realidad o sólo un "mito"  urbano? - La Nueva 

El flaco Muñoz, que era radiólogo en el Hospital Rawson, cantaba tangos y era un atorra bárbaro, -aunque empilchaba y lucía a lo bacán-, nos traía la “poción Todd” para pichicatearnos, y pese a que, con el tiempo supimos que era una tanga, entonces nos sentíamos como Tarzán después de un trago de aquel menjunje que incluso lo vendían en la farmacia. Yo lo compraba y me daba doble ración porque pesaba 64 kilos escasanys.  Ese sábado a la tarde salimos en dos mioncas, uno era de un sebero y los que íbamos con él la pasamos fulero porque cuando entraba en las calles desparejas, con los adoquines húmedos por la garúa matinal, de Pompeya y Soldati, corcoveaba, nos resbalábamos y cuando bajamos teníamos una esputza a grasa imponente y nos perseguían las nerviosas moscas bosteras. En nuestro equipo oficiaba de centrojás el Rulo Vargas, que jugaba en alpargatas, pero metía y la tocaba de puta madre. Era un poco banderola para jugar porque su ídolo era Raúl Leguizamón, el de Independiente, y lo imitaba en la pose después de tocar la pelota. Pero cuando había que poner, la puta si metía…

Al lado, Tomás, un capo veterano medio dolape que la pedía siempre y te la ponía con papel celofán. Arriba el Indio Irala con su zurda-pincel, el loco De la Mata que de zabeca parecía Rubén Bravo y Cachito Spinelli que no llegó a primera porque era medio gonca y jugó hasta reserva en Huracán.  Ellos tenían dos o tres que escolasaban y el resto a pura estrolada. El referí era un tipo espamentoso que se mandó una filípica con los dos capitanes antes de empezar el partido, mientras junaba de reojo a las dos barras que amenazaban expectantes con entrar en acción, apenas ocurriera algo que no les gustara. 

A los diez/quince minutos la amasaron Tomás y el Indio, se la cortaron a Cachito y éste con un biandún de zurda la mandó a guardar. Uno-cero. Ellos apretaban, la cosa estaba caliente, metieron un tiro en el palo nuestro, hubo varios entreveros duros con amague de piñas y suelazos, y llegó el intervalo.  El negro Sotelo, que era el delegado –y boxeador-, dio instrucciones: “Hay que aguantar, rascar atrás, pierna fuerte y bochazo para arriba”. Tomás hizo un gesto de fastidio, y mientras se arreglaba el dedo que se le salía por un agujero de la zapatilla, nos dijo todo lo contrario: “Hay que bajar la pelota , ir al frente y tocarla”. Tu viejo y yo éramos los más pendejos. Yo corría como loco y cuando la cazaba se la daba a Tomás. Alguna vez él me alentaba con un: “¡Bien pibe!”, y me sentía como si me hubieran dado un diploma en Oxford. El arquero nuestro era el flaco Regadera, más frío que un témpano, faseaba durante el partido y no hablaba nunca. Le decían Rebagliatti, por un arquero de Huracán, pero en realidad se parecía a Blazina. Nunca estaba en tensión cuando le llegaba la pelota y recién sacaba su mano a último momento, cuando parecía que entraba y te ponía los quinotos de corbata. Lo mismo cuando enfrentaba, con sus largos brazos caídos y las rodilleras bailándole en las cañitas. 

El centrofóbal de ellos en mitad del segundo tiempo se quedó solo ante Regadera, el flaco mirándolo mansamente, y el tiro del delantero le dio en el pecho y salió rebotado. El loco Vieytes era el fulbá central nuestro. Un animal. Usaba unos botines con tapones muy largos, y tobilleras, como Boyé. Parecía que jugaba en zancos. Se metía una boina blanca hasta los ojos y el pantaloncito se lo ataba bien arriba, marcándole el pechazo, porque cargaba camiones en un depósito de Luna y Los Patos y además era boxindanga. Como no usaba suspensores a veces le salían las bolas afuera. Era medio rubión, pelo corto enrulado, tipo oveja, estatura mediana pero cuadrado, como doble ancho. Pelota que le caía cerca, la bartoleaba a la loma del orto, mientras Tomás y el Rulo lo reputeaban. Además no tenía dirección, como los muñequitos del futbolín, para donde apuntaba su cuerpo, hacia allí le daba. Y a veces rechazaba pelota y contrario juntos. Le gustaba sacar de arco como los fulbás de antes. Tomaba carrera, hacía un sobrepaso y le metía un puntinazo a la pelota que salía viboreando a lo loco. Como boxeador no respetaba las indicaciones del rincón. Metía la pera contra el pecho, la zabiola adelante y tiraba y tiraba…Era como Martiniano Pereyra por lo tozudo pero a lo berreta. La vieja lo dejó de chiquito con una vecina, se fue con un camionero y no volvió nunca más. Al drepa no lo conoció. Te cuento: Faltaba muy poquito y llega otro centro al área nuestra, el loco va a cabecear… y de repente le zampa un piñón a la talope y la manda al carajo… ¡Penal!  Nos queríamos morir. Entraron como 200 tipos a la cancha. Empujones, gritos, cazotes. El referí ponía la pelota, le tiraban los nuestros un piedrazo, una patada, la sacaban y así estuvimos media hora, un quilombo infernal. 

Por fin, el loco cazó la pelota, dijo “¡Basta!”, y él mismo la puso en el punto justo. Volvieron a empujarse, el referí decía :”¡Que no me entre nadie al área!”, y había más de 100 tipos dentro haciéndole un embudo al presunto shoteador… En ese interín, el flaco Regadera le pidió a Sotelo: ”Dame un pucho…”, y se puso a fasear, ajeno a todo como siempre. Por fin el defensa central de ellos, un grone de cachascán que la partía, y que encima era tuerto, se preparó a tirar. Regadera caminó hasta su palo diestro, dejó el pucho en el suelo y volvió al centro del arco.

El loco Vieytes semblanteó al “grone”, le hizo cuernitos a la pelota y dijo: 

-“¡Chíngale Mandioca!”

El Tuerto le respondió con un escueto: 

-“¡Andate a la reputa que te parió!”… 

La tensión era impresionante. Tengo la escena en las retinas. Te juro que el animal hizo un ruido bárbaro cuando pateó. El flaco se dejó caer intuitivamente hacia su costado derecho, la desvió apenas con el codito, la pelota salió escupida,  refiló el travesaño, se fue por encima de la gente y se perdió entre los yuyales . Y ahí se armó. 

 Lo que nunca pude olvidar fue que en medio del despelote y cuando todos corríamos a abrazarlo, Regadera, impertérrito, caminó despacito a buscar el pucho, chupó de él 2 o 3 veces sin éxito y ya habían entrado a volar los piñazos. Vieytes, el zurdo Pirulo y el negro Sotelo en primera línea y el resto remando. Yo, en la retaguardia ligué varios birulos, pegué algún puntinazo al voleo, y pensaba en mi cara, porque esa noche venía Pugliese con el flaco Morán a Huracán. También en el rubro piñas había que hacer méritos para sacar chapa entre los muchachos más grandes. 

Además veías cómo iban al frente en las paradas y no podías recular…Nunca pude entender cómo y porqué terminaban esas batallas campales de repente y que nos dejaban anécdotas para toda la semana. Como la del loco Muñoz echándole éter - lo llevaba en el botiquín-,  en la jeta, a un par de jugadores de ellos que lo querían asesinar.

Nos despedíamos amenazando revanchas cruentas. En el café, al regreso, recién al tercer Chinato Garda, el Loco se decidió a contarnos porque le metió esa piña a la pelota como si fuera un punchinbol: 

-“Es que… venía tan linda…”, - dijo parco y se acariciaba el puño. 

Al flaco Regadera lo visitamos dos años más tarde en el Hospital Muñiz. Estaba tuberculoso, más flaco que nunca, amarillento. “Que hacés, -me dijo quedamente- ¿tenés un pucho?”. Murió con 26 o 27 años. Luego supimos que había tenido un pibe con una mina del rioba. Cuando lo vimos crecer, era el Flaco Regadera en pinta, los brazos largos caídos, el faso y esa fiaca perenne.  La barra se fue disgregando pero para los primeros de Mayo, el Cholo Teuli y Cachito Spinelli trataban de ubicar a la mayoría, aunque fuera sólo por el asado que lo hacíamos detrás de la cancha de Barracas Central. Juan Barbera era el parrillero hasta que murió de un infarto. Y la seguían con algunos hijos de aquella muchachada. Tu viejo y yo fuimos los únicos de la barra que nos metimos en la Universidad. La mayoría tenía que laburar para ayudar en la casa y después para mantener a sus familias. 

¿No te contó tu vieja que yo le presenté a Raúl, tu papá? Era hermana de una compañera de la Facultad. Raúl tenía una pinta bárbara. En la milonga mataba porque encima bailaba muy bien.  

Muchas veces pienso que nos destrozó el idealismo, ¿viste? Él se entregó de chico a la causa, estuvo en la juventud del PC, organizó huelgas, peleó contra las injusticias, contra las dictaduras y por los derechos de tanta gente. Pensar que fichamos los dos en la quinta de  Témperley, jugamos allí un par de años salteados y largamos porque preferíamos los desafíos del barrio en Soldati, el Bajo Flores, Sarandí, al lado del Autódromo, en Lugano, en Barracas. También era bueno en el fútbol. Vos tenías año y medio cuando lo mataron. Con tu vieja y otro compañero logramos zafar en una lancha a Uruguay, seguimos por carretera a Brasil y al poco tiempo, tu vieja se fue a México con un matrimonio y yo conseguí un gancho en Estados Unidos. Mis dos pibes son muy yanquis, dicen que Parque Patricios es triste y pobre y que está todo roto, justo lo contrario de lo que yo les cuento…. Claro, no es Chicago donde vivimos muy bien, pero  mi alma está acá… Hoy lo veo a Ernest comiendo entusiasmado el choripán y el asado, y tomando vino y me siento orgulloso.

A mi mujer y la nena les gusta Buenos Aires, aunque no vivirían acá, y entienden algo el idioma pero no lo hablan. Es todo tan distinto… Yo me aferro a aquellos códigos de la barra, al respeto que le teníamos a los más grandes, a una vida tranquila y llena de ilusiones, hasta que llegó esa desgracia… . A los baldazos de cielo que me iluminan los ojos y realizan en mi interior una transferencia emocional. A aquella generación flower-power y al hacé  el amor y no la guerra parisinos cuando no se conocían ni el sida ni el desempleo. A los domingos sufriendo con el Globo. Al menos lo vi campeón en el 73 y en mi law office tengo una foto de aquel equipo, con Houseman, Brindisi, Avallay, Babington y Larrosa en esa delantera de lujo. 

Te confieso que cuando te apareciste en la mesa con la camiseta del Globo me emocioné y se me escaparon unas lágrimas… Se me vinieron la adolescencia y la juventud encima, rescatándome del óxido blanco del tiempo. Proust decía que todos somos reflejo del sitio en que vivimos.  Nos mimetizamos, somos parte de su fauna y su paisaje. Y de repente al verte con la camiseta del alma, me atacó como una nostalgia ardida. Me pareció que eras tu viejo clavado, en un domingo ilusionado de entonces cuando nos juntábamos después de los ravioles, en la esquina del café, al lado del buzón para salir en banda a la cancha. O subirnos al camión para ir a ver a Huracán de visitante.  A Ernest y Charly no les gusta el fútbol.

 Tu vieja no quiere hablar de aquellas cosas, ¿no? Claro, sufrió mucho. Cuando nos reencontramos en el viaje que hice a México y me presentó a su pareja actual, conversamos a un costado y me pidió que no tocáramos nunca más aquel tema. Vos, fierita, tenías 7 años en ese entonces. Me alegró mucho enterarme que te volviste a radicar acá y seguís los pasos de tu viejo, te parecés mucho a él, en la pinta y las ideas.  

¿Sabés quien nos llevó al Tigre y nos puso en la lancha a Carmelo en aquella escapada milagrosa?: El loco Vieytes. Años después me escribió Juancito Ballesta y me contó que lo mataron a tiros. Se había juntado con una viuda del barrio que tenía tres pibes. Una noche entraron a su casa los milicos para levantar a uno de los muchachos, al Loco le dio un ataque, cazó una llave inglesa y entró a repartir fierrazos, pero lo cosieron a balazos y salieron disparados. En los diarios lo presentaron dos días después como un terrorista y ladrón… ¡Pobre Loco!, justo él que no tenía ni idea de política y manejaba un puesto de diarios. 

Cuando vi los recortes que me mandó Juan, “descubrí” que se llamaba Emilio Freire. Ya sé que le llamábamos Vieytes por el manicomio y porque en la barra teníamos varios locos, pero hasta me sorprendió redescubrir su verdadero nombre, que lo tenía olvidado.  El pibe pudo escapar pero lo agarraron tres meses más tarde y también desapareció. Sus dos hermanos viven en España… 

Perdoname, Raulito, me siento mal…me parece que los chorizos y el vino me cayeron  fatal y voy a vomitar….  

Disculpame…

JOSË MARÍA OTERO


ANSIEDAD

 Este tango suena en los altavoces de la milonga y la polenta musical de juan D'Arienzo y sus músicos, en su interpretación empuja a las parejas de bailarines hacia los espacios de la pista que apenas se divisan. Porque el Rey del compás es cosa grosa en el cuore milonguero de unos y otras, y esta versión reúne los méritos necesarios y la barahúnda de compases, para insuflarles esa sensibilidad nerviosa contagiante. 

El gran pintor español Antonio Saura decía que "las obras destinadas a perdurar, vienen de lejos para iluminar el presente o desde el presente para fructificar en el futuro...". Y no constituye ningún agravio usar metafóricamente su razonamiento, trasladándolo al tango y, como en este caso de Ansiedad, que sigue golpeando fuerte en los circuitos tangueros donde se milonguea con pasión.

Francisco Gorrindo

La palabra ansiedad proviene del latín "anxietas", que significa "congoja" o "aflicción". También se relaciona con los términos latinos "angor" y "ango" (constreñir), así como con "angustus" (estrechar), que a su vez derivan de una raíz indoeuropea. Estos términos reflejan la sensación de inquietud, agitación o zozobra que caracteriza a la ansiedad. Entre los sinónimos o afines de Ansiedad están la congoja, el ansia.

José Enrique Sarabia, el cantor-compositor venezolano, lanzó en 1955 su tema "Ansiedad", que tuvo un éxito impresionante y lo consagraría Nat King Cole. "Ansiedad de tenerte en mis brazos / Musitando palabras de amor / Ansiedad de tener tus encantos / Y en la boca volverte a besar...". Fue grabado por infinidad de cancionistas y orquestas.

O sea, que Ansiedad muestra su afinidad temática cuando el poeta y el músico logran ahormar el tema que penetrará en el corazón de escuchas y bailarines. En este caso, el tango de Francisco Gorrindo y el bandoneonista Domingo Moro, compuesto en 1938, sigue impulsando a los milongueros en la versión grabada por Juan D'Arienzo el 9 de noviembre de dicho año, por la polenta que atesora en letra y música.

                                              


Los versos que seleccionó el Rey del compás, son apenas la parte central de los escritos por el poeta de Quilmes, Francisco Gorrindo. Pero ello no impida que luzcan en la interpretación de Alberto Echagüe y la polenta musical adosada por Moro, que era bandoneonista de la orquesta de D'Ärienzo en aquella  época. 

Yo soy la esperanza que viene a buscarte,
a darle un consuelo a tu corazón,
y ver si es posible hacer que en tus ruinas
florezca de nuevo alguna ilusión.

Cuando esas palabras que dijo tu boca,
llegaron al fondo de mi reflexión,
cayó de rodillas vencido mi orgullo
y todas mis culpas, gritaron perdón.

Era un ciego, y ese torpe lazarillo,
que me guiaba, se llamaba corazón.
Fue por eso mi caída,
el derrumbe de mi vida,
y para más herejía,
la inconstancia con tu amor.

Era un ciego en mi afán de los veinte años,
y mis culpas se llamaban ansiedad.
Ansiedad que mis amores,
fueran muchas, muchas flores,
y encontré sólo rigores,
en lugar de mi ansiedad.

Has hecho el milagro de
alzarme del fango,
has vuelto a mis ojos de nuevo la luz,
y, en calma mi vida, la fe se despierta
en ansias tranquilas de hogar y quietud.

Llegaron a tiempo tus manos de santa,
tus besos de novia, tu voz de mujer.
Me siento más bueno, más hombre que nunca
capaz de ser digno, capaz de un querer.


Y esa grabación de hace 87 años, sigue firme en las milongas de tantas partes del mundo, algo que ni imaginaron sus autores en aquellos lejanos tiempos...