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domingo, 13 de junio de 2021

¿Tanguero o milonguero?

    Aunque parezcan la misma cosa, no siempre coinciden. Un milonguero de postín es muy posible que no pueda discutir con un tanguero de alma sobre los años de cada orquesta, los autores de determinados temas, las cancionistas, los entretelones de un tango, una milonga, o la historia del género en su evolución. El tanguero vive, escucha, siente, recuerda lo que dijo un músico determinado o un comentarista, relator radial o periodista sobre protagonistas, músicos, poetas, temas. El milonguero, en su gran mayoría obvia todos estos relatos, los ignora o no le interesan.

   Hablo en términos genéricos. Por supuesto que hay excepciones pero mis vivencias en ese sentido me lo han demostrado en infinidad de ocasiones. Y el más claro ejemplo lo tengo en mi caso personal. Mi hermano era un apasionado del tango. Escuchaba todos los programas radiales que se dedicaban a su pasión musical. Y compraba todos los discos que podía. Tenía una gran colección.

   Yo asimilé mucho gracias a esos programas. No coincidía con él en algunos de sus gustos, como por ejemplo el cuarteto de Roberto Firpo, que lo entusiasmaba o Alberto Margal, "El cantor de las madres y las novias". Era fanático de D'Arienzo y con otros muchachos de su barra se sentaban en el césped de la plaza que estaba en la esquina de casa, llevaban una vitrola de pilas a la que había que darle cuerda con una manivela y se pasaban la tarde escuchando tangos. Sin embargo ninguno de ellos fue milonguero.

   En cambio a mí me apasionaron ambos aspectos de esta música. Aprendí a bailar en mi adolescencia con los muchachos que me invitaron a las prácticas en el Club del barrio, haciendo al principio la parte de mujer hasta dominar las marcas y luego la del hombre. Y me largué temprano en los hermosos salones del Club Atlético Huracán, que eran modernos y muy amplios.

   Curiosamente, gracias a todo aquello que escuché y leía en revistas que también compraba mi hermano (El alma que canta, Cantando,  Cantaclaro...), me nutrí de importantes historias, de cómo se crearon muchas páginas, de los cantores y su rotar por distintas orquestas, de la procedencia -barrios y ciudades- de la mayoría de ellos. Y lo mismo de los directores de cada formación.

                                



   Fui bailando con las orquestas más populares porque actuaron en el palco de Huracán, no sólo en veladas con enorme afluencia de bailarines de ambos sextos, sino incluso en aquellos carnavales multitudinarios de Típica y Jazz. La de osvaldo Pugliese fue la que más veces vino con su bulliciosa hinchada a cuestas al grito de "¡Ese... ese.... ese...La barra de Pugliese...!". Pero también pasaron las de Troilo, D'Arienzo, Gobbi, Di Sarli... en aquella época que cito.

   Y seguí escuchando y leyendo. Un día -ya lo conté- escribí una carta para concursar en el exitoso programa de tv "Odol pregunta" y elegí el tango como tema. La sorpresa fue grande cuando recibí una carta-respuesta y tuve que ir al estudio de la persona que seleccionaba a los concursantes. Una tienda de arte pictórico en la calle Posadas. El señor, muy amable, me dijo que le había gustado mi mensaje y me mandó a radio Mitre para que me tomara la prueba Julio Jorge Nelson, encargado del rubro tango.

   Efectivamente fui a la tarde siguiente y Nelson -a quien tanto había escuchado por radio-, en los intervalos de noticias y/o publicidad, salía del estudio y me soltaba muchas preguntas que exigían respuestas rápidas. Afortunadamente, después de la cuarta andanada, me dijo que estaba sorprendido, por mi juventud y que iba a pasar el informe aprobatorio correspondiente. Lo saludé y me fui.

   Hablé por teléfono con el señor de que me había convocado y me dijo que entraría en la próxima selección. A los quince/veinte días me convocaron para presentarme en el Palais de Glace, desde donde se transmitía el programa. Augusto Bonardo era el presentador y Cacho Fontana el encargado de la publicidad. La audiencia era enorme.

                                    

Augusto Bonardo en Odol pregunta, con una concursante


   La cuestión es que tuve la suerte de acertar en los primeros cuatro programas y seguir adelante. En mi barrio tenía una hinchada enorme. Y como yo era muy jovencito, venían los coleccionistas, me invitaron a un par de casas donde me aportaban toda clase de informaciones y me regalaron entre otras cosas, el Libro de los Bates sobre la historia del tango que años más tarde se lo prestaría a Troilo por pedido suyo y ahí se quedó.  Por suerte años más tarde pude conseguir otro en Plaza Dorrego.

    Pero la historia comienza a oscurecerse cuando un mediodía suena el timbre en casa. Estábamos almorzando con mis padres, y mi madre que vuelve de la puerta y me dice: "Está un señor ahí que dice que es el que te llevó al programa y quiere verte". Me sonó rarísimo, voy lo saludo y me suelta:

-Quiero advertirle que me voy del programa. Ya no estaré el martes próximo. Seguramente lo llamarán para comunicárselo. Le deseo toda la suerte del mundo y espero que siga adelante. Lo veré.

   Efectivamente me llaman de la Agencia de Publicidad que llevaba el programa y me recibe en su escritorio el nuevo encargado del mismo. Y ante mi asombro y decepción, luego de contarme que había estado cantando en Estados Unidos y otras historias, me dice:

-Lo convoqué para advertirle que le conviene retirarse y no contestar en el próximo programa. Llévese así el dinero que ha ganado. Es que en el  programa que viene organizo un "Concurso sobre Gardel" en el que participan las tres personas que más saben sobre el cantor. Y no puede haber dos temas de tango en el mismo programa. Espero que se retire. Adiós.

   Quedé hundido. Me dolía muchísimo por tanta gente conocida que estaba pendiente de mí. En el programa siguiente,  desde mi cabina ví a Julio Jorge Nelson, que era el jurado mío,  discutír acaloradamente con dos personas. Y ahí decidí seguir. Para qué, me tocó una pregunta de ésas que no es posible responder: 

-En 1935 el teatro Colón y un club de fútbol quisieron contratar una orquesta. ¿Cual era el Club?".

   Imposible contestar, claro, era como preguntar a qué futbolista quiso contratar un club en 1935... Sabía que había palmado y después de mi respuesta al bardo, Bonardo me aclaró que era una anécdota muy conocida,  ya que "era la primera vez que en el Teatro Colón iba a actuar una orquesta típica,...". Alcancé a responder que no era cierto, dado que ya antes, en 1933,  habían estado De Caro, Fresedo, Canaro, Firpo, en el Colón.... y Bonardo me despidió rápidamente dando paso a la publicidad.

   No quiero alargar la historia, pero vale la pena la anécdota. Viviendo ya en Madrid, muchos años más tarde, mi querido amigo Osvaldo Parrondo que había trabajado en aquella agencia y tuvo varios programas de televisión, también tenía una Agencia en la capital de España y hacíamos algunas  cosas juntos. Una tarde me llama y me pide que por favor atienda a un amigo que venía a España para vender la Fibra óptica, una novedad. Él estaba ocupadísimo y me pidió el favor.

   Efectivamente quedo con esa persona y no lo podía creer cuando me lo encuentro en la cita programada. Era el que me había echado del programa. No me reconoció. Lo acompañé una semana, ví que andaba con problemas económicos por la ropa gastada que vestía, estaba con su esposa y fuimos a encargar un trabajo a un taller.  Pagué yo el trabajo que encargó. Después de una semana con él, sentados, tomando un café le pregunto:
-¿Vos no te acordás de mí?
-No... ¿Nos conocíamos de antes? ¿De dónde puede ser...?

   Cuando le recordé aquel tema, su rostro cambió de color. Le afectó muchísimo porque estaba dependiendo de mí para todo... No sabía qué decirme. Dudaba. Quedó pagando. Quiso darme alguna explicación, buscar otros culpables, pero el impacto lo desubicó totalmente. Y fue la última vez que lo ví. No me llamó más.
                                 


   
   Y hay otro capítulo. Siendo yo Jefe de Deportes de canal 9 TV, el dueño de Odol, Podolsky, arregló como patrocinador de un programa que se llamaba "Boca Juniors contra un equipo del interior". Se transmitía un partido por semana  (amistosos) Y yo sería el relator-comentarista. Lo conocí personalmente cuando se arregló el  programa y me saludó con mucha cordialidad.  Por supuesto, nunca le comenté aquel episodio...

   La vida tiene estas cosas y el tango, que siempre da revancha, volvería una y otra vez a mi vida. Como lector, conversador, conferencista, autor de libros, periodista, pero también como milonguero, disc jockey, organizador. Y anduve mucho con Alfredo Gobbi, con Lesica, con Carlos Almada, Mingo Sciaraffia, Manolo Sucher, Camilloni y otros. O disfrutando en Caño 14, en El Viejo Almacén y en tantos reductos junto a los grosos del género. Porque yo soy Tanguero y Milonguero. Igual que varios amigos y conocidos.

    O Porteño y bailarín como lo explica este tango de Héctor Marcó y Carlos Di Sarli, que grabara con Jorge Durán y luego en  1953 con Mario Pomar. Escojo la versión primera, grabada el 20 de febrero de 1945.

                            

          
              

 

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