Translate

jueves, 17 de junio de 2021

Los bailarines de tango

Un homenaje al vértigo 

Los bailarines de tango
merecerían bailar en los patios del cielo.
 
Los bailarines de tango
bailan para que la noche y la ciudad
descansen de las furias del día,
bailan para que sea olvido la muerte
y tantas obras sombras que nublan el aire,
bailan que que las penas, por un momento,
dejen de llover en la cara de los solos,
bailan para que en la espuma y el oleaje de sus pasos
haya algo del mar que siempre soñamos.
Bailan porque bailar 
es la entrada a los patios del cielo.
 
(A los bailarines de tango
los mata la quietud,
los revive el vértigo.
Toda quietud es negra.
Todo vértigo es azul.) 
 
                               

¿Pero qué son los bailarines de tango?
 
¿Fantasmas que flotan a ras del piso?
¿Cantores que gesticulan con los pies?
¿Hojas de un otoño azul jugueteando con el viento?
¿Inventores de laberintos con sus zapatos
lustrados por la pomada del invierno? 
¿Seres que dejaron el esqueleto en casa
para mezclarse con el aire?
¿O son los que pulen baldosas hasta que sean
espejos donde la luna se peine
y los perros enloquezcan? 
 
(A los bailarines de tango
los mata la quietud,
los revive el vértigo.
Toda quietud es negra.
Todo vértigo es azul.) 

Los bailarines de tango
merecerían bailar en los patios del cielo.

Yo he visto a vagabundos
detenerse y entibiar la distancia,
al verlos bailar.
 
He visto en los amantes el deseo
de quemarse en ese otro fuego,
al verlos bailar.
 
He visto a poetas llenarse de resplandores
los ojos y, acaso, la sangre,
al verlos bailar.
He visto a los locos volver del más allá
y en la mitad del grito, sonreír,
al verlos bailar.
Y no sería extraño que astronautas 
y pájaros, al verlos bailar, creyeran
que es la tierra la que baila.
 
                                

Los bailarines de tango
ya están bailando en los patios del cielo.
 
Los estoy viendo,
hondos, serios, sabios, bajo un parral de nubes
embrujando a los ángeles -criaturas
invisibles de sangre celeste- 
que darían sus alas
por aprender a bailar esos relámpagos.

Los bailarines de tango
seguirán bailando en los patios del cielo
hasta que Dios, el ausente,
aparezca de pronto y aplauda.

(Toda quietud es negra.
Todo vértigo es azul).

Eugenio Mandrini

(El autor de estos versos es poeta, ensayista, hombre de  tango, autor de libros y tiene un historial de gran calado. Además de ser Académico titular de la "Academia Nacional del Tango")

Yo aprovecho este poema suyo, que me encanta, para dedicárselo a dos grandes milongueros que acaban de fallecer y que han brillado durante años en las milongas porteñas, dejándonos un entrañable recuerdo: Horacio Prestamo y Juan Topalian. Los versos encajan justo con lo que ellos representaron en la milonga
 


No hay comentarios:

Publicar un comentario