Vuelven los recuerdos de la pasada juventud y con ellos este valsecito de Juan Canaro que le veíamos y escuchábamos cantar a Alberto Morán con la orquesta de Osvaldo Pugliese cuando íbamos a la milonga del Club Atlético Huracán, donde tantas veladas fueron animadas por el conjunto típico del maestro de Villa Crespo. Esos paisajes primigenios que nunca se borrarían de nuestras memorias. .
El Flaco, como siempre, cerraba los ojos, parecía que el micrófono era la novia, la amada, por la forma como lo agarraba y le arrimaba la voz en un supuesto trance de estar frente a la dama a quien le dirigía los versos. Y, por supuesto, ellas se desgarraban junto al Flaco Morán y lo ovacionaban cuando terminaba la primera o segunda parte del valsecito.
Lo cierto es que aquellos temas tenían una impronta especial para los muchachos de nuestra barra. En los carnavales nos tocaron un año las siete-grandes noches-siete, también con la orquesta de Don Osvaldo. Y por las tarde nos juntábamos en la casa de alguno de la barra y escuchábamos y repetíamos aquellos temas de Pugliese. Incluído este valsecito.
En las recordadas noches de lontananza, también tuvimos la suerte enorme de que los muchachos más grandes organizaran un día de la semana, una cena fraternal y tanguera, en una fonda de la calle Los Patos, llamada La cucaña, en nuestro barrio de Parque Patricios. Y gracias a los contactos, venían Alfredo Gobbi, Rodolfo Lesica, José Berón, Adolfo Pedernera, Julián Centeya, el cantor de La Plata Hector Coral, que en esa época estaba con Gobbi, y gente de fútbol y de tango.
Alfredito Gobbi nos hacía tararear el tango Amurado, al estilo Pugliese, y él nos dirigía con las manos. Y en aquel desfile de voces y de figuras, dos muchachitos de los nuestros cantaban este valsecito al estilo Morán, a dúo. Uno de ellos, Juan Carlos, se fue de viaje y con el otro, Roberto, recordamos aquellas noches y tantas que vivimos juntos .
Teníamos al fueye del barrio, Paquito, orejero, pero que le dabas cuerda y se vaciaba. También al torcan del rioba: el Turco Abud, que se quería lucir ante los grosos y había que pararlo. Lesica se mandaba con Noches de cabaret y Canzoneta. Coral tardaba en soltarse en aquel infinito vocerío que similaba un purgatorio existencial, pero al final se largaba con temas como Que me quiten lo bailao.
Lo mismo le pasaba a José Berón, que se pasaba la noche parado en la punta de la barra, callado, tomando unas copas. Recién a última hora, y a pedido de la barra se cantaba un par de temas, acodado en la barra. Y eran dignos de los aplausos de los presentes, porque cantaba lindo y tenía el tono muy parecido a su hermano Raúl. En esa época estaba viviendo en la casa-chorizo a la cual se adosaba la fonda.
Julián nos hacía el aguante, mandándose esos versos rantes que le dedicó a Parque Patricios y a Pompeya, acompañado al fueye por Paquito. Con los años nos uniría al gran poeta la amistad y el micrófono en las radios El Mundo y Argentina. Y en aquella apasionada relación con la bohemia nos quedaba tela para comentar toda la semana...
Pero La noche que me esperes, en las aguas de la memoria, como un telón de fondo, tiene un valor especial para nosotros. Porque destila perfume de tango, nos recuerda aquellas noches de Morán, de las tenidas en La Cucaña, del trío de amigos de toda la vida que seguiríamos juntos siempre, cada uno en lo suyo, y regresamos a los lugares de nuestra juventud. Allí estaba el sedimento emotivo que nos albergó simbólicamente, como recordatorio del pasado adolescente.
El valsecito de marras es obra de Juan Canaro, que escribió la letra y compuso la música en 1937. En la partitura original se lo dedica a su madre. Pero los versos tienen otra destinataria. Y es que como todos los Canaro, también Juan viajó mucho por el mundo con su orquesta o integrando otras y fue incluso el primero en llevar una orquesta a Japón. Ocurrió en 1954 aunque ya el Barón Megata lo había dado a conocer años antes. Y en estos versos transmite la pasión por el deseado reencuentro .
no encuentro la partitura- me podrian decir donde encontarla?
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