Eran grandes rivales en las taquillas, pero a la vez grandes amigos en la vida. D'Arienzo comenzó a grabar en la RCA Víctor el 2 de julio de 1935. En Noviembre de ese año hizo algunos retoques para mejorar el sonido de su orquesta, y el día 18 de dicho mes Aníbal Troilo y Ciriaco Ortiz reforzaron la línea de bandoneones y grabaron con el Rey del compás, el tango de Juan Maglio Pacho: Sábado inglés. Acá los vemos, trenzados en un "desafío" a la paleta vasca en un frontón de la calle Reconquista entre Corrientes y Lavalle. D'Arienzo, Troilo, el árbitro, Vitale (representante de Pichuco) y Alberto Marino. Dos fenómenos en todo sentido. Pichuco cerraba los ojos, tecleaba suavecito, como si fuera el médium de un ángel que lo estaba haciendo en realidad y te estremecía el alma. Juan era un terremoto. Falopeaba a sus músicos a fuerza de meter manotazos empujándolos. Salamanca y Polito parecían tener cuatro manos.
Y los fueyes, cuando los azuzaba, se ponían de costalete y te hacían volar en la pista. Si habremos metido molinetes en esas variaciones, ¿te acordás nena? ¡Que orgía! ¡Y El Gordo cuando se trenzaba en una rosca con el pulpo Goñí! ¡Qué máquinas! Parecía que rivalizaban en aquellos contrapuntos que se mandaban. Cada tanto aparecía Fiore con sus gorjeos y se apaciguaban, pero en cuanto paraba el cantor, arrancaba uno y lo seguía el otro. Qué pianazos del Goñi, con sus gambas abiertas y su jeta ojerosa. Le sacaba virutas al piano con ese swing lujoso y te hacía tirar los pies sin pausa, con el cuore agitándose de felicidad. El gordo se apilaba y esa orquesta primera era un lujo milonguero, te lo juro. Una noche yo estaba en el Caño 14 y tocaban en ese momento Francini y Stamponi. El Gordo venía de tomar algo y se sentó a mi lado. Francini entró a tocar junto al micrófono, Pichuco me agarró la rodilla y murmuraba: "Qué animal, lo está haciendo sangrar al instrumento...". A D'Arienzo lo encontré en el Casino del Parque Rodó, en Montevideo, adonde había ido con su orquesta para un programa de televisión. Estábamos escolasando en la misma mesa. Ponía fichas a toda velocidad en el paño. "¡Qué ritmo, Juancito!", le dije. "Compás pibe, compás...", respondió sin mirarme. Dos fieras. El Gordo se enamoró de sus cantores y los miraba embelesado, marcándoles los tiempos con la trompita, como si fuese a cantar él. A Juancito le quedó la jorobeta en el lomo de tanto agacharse a darle manivela a sus músicos. Y cuando les hacía las morisquetas a los cantores, Mario Bustos lo quería boxear. No quería saber nada. Echagüe lo conocía lungo y se reía. ¿Sabés cuántas orquestas tocaban a lo D'Arienzo en el país, con su repertorio? Y todas laburaban, ojo. Yo quería rienda larga en la pista y D'Arienzo me la daba. Y me la sigue dando. Las pibas que bailaban conmigo, cuando sonaba la orquesta, me clavaban la mirada porque sabían que las llevaba en el aire las llevaba. Troilo fue amenguando aquel ritmo inicial y tocaba p'adentro. Por eso me iba a escucharlo al Caño, a Relieve, Al Odeón, Al Teatro Discépolo, al Ópera. Las lágrimas que habré dejado en esos lugares... Al Tano Marino le sobraban gola y cuore.

05- Toda mi vida - Toilo-Fiore
05- El simpático - Juan D'Arienzo
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