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martes, 14 de enero de 2025

Las mirlas

    Hoy tengo ganas de traer a la página este bambuco colombiano que dio muchas  vueltas por el mundo y se fue transformando y adaptándose a otros géneros. El abogado Jesús María Trespalacios Madrid fue el autor de los versos y el cantor Climaco Vergara la puso la música que permitió a la canción tomar vuelo y ser interpretado por numerosos intérpretes. 

   Esta especie es el mirlo más grande del mundo, puede medir entre 20 y 28 centímetros de largo. Se reconoce fácilmente porque su pico, patas y bordes de los ojos son de color naranja, este borde puede faltar en las hembras o durante su juventud. Su cabeza, cuello, pecho, vientre, dorso y partes bajas son de un tono gris oscuro. Mientras que, las alas y la cola son casi negras en su totalidad.
                     
                                   


   Esta ave tiene una amplia gama de cantos y vocalizaciones. Su canto se podría definir como melodioso y débil, tiende a realizar su canto en la temporada de apareamiento, minutos antes del amanecer. Se caracteriza por frases musicales rápidas y variadas que terminan en una nota muy alta. Cuando emprende el vuelo o se asusta vocaliza dos sonidos bastante altos, un “kirt” o una serie de “kurt-kurt-kurt-kurt”, también vocaliza un largo “kuiip”.

   En el poema que se convertiría en canción, Trespalacios Madrid trae a la mirla con su canto para despertar emocionalmente a su amada. Porque el día comienza con la música que aportan estas aves del género turdus, y también los ruiseñores. Ese concierto emocional le hace pensar que el ritmo es la esencia de las cosas  y las pasiones humanas se imprimen en toda su intemporalidad.

   Los versos de "Las mirlas" son breves, sencillos pero llegadores. Ella despertará acompañada por los trinos de las aves que aportan la algarabía del paisaje con su vistoso brillo, cuando la zona del alma todavía está en penumbras. Imágenes alborotadas que se van formando en orden, con la inserción de pausas.

Cantan las mirlas por la mañana,
su alegre canto al rayar el día.
Cantan alegres los ruiseñores.
Cantan alegres los ruiseñores
y se despierta la amada mía. 

Ay, quién pudiera rondar tu alcoba
donde parece que estás dormida.
Ay, quién pudiera robarte un beso.
Ay, quién pudiera robarte un beso,
sin despertarte mujer querida.

Yo te recuerdo a cada momento
y sufro a solas con mis dolores.
Yo no te aparto del pensamiento.
Yo no te aparto del pensamiento,
tú eres las reina de mis amores.

Ay, quién pudiera rondar tu alcoba
donde parece que estás dormida.
Ay, quién pudiera robarte un beso.
Ay, quién pudiera robarte un beso,
sin despertarte mujer querida.

   Horacio Salgán, aparte de ser un músico excepcional, que, afortunadamente ancló su sapiencia en el tango, tenía la costumbre de ensayar en el piano músicas de otros géneros y países diversos. Un día se entretuvo con este bambuco, le dio algunas vueltas y lo transformó en tiempo de vals. Afortunadamente lo interpretó con su orquesta y la voz de ese cantorazo que fue El Paya Díaz, y después de los grandes aplausos recibidos, lo grabaría el 7 de mayo de 1951. Hoy volvemos a disfrutarlo.

                                 




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