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jueves, 23 de enero de 2025

Adiós te vas

    Cátulo Castillo no sólo fue un prolífico y espléndido autor de tangos, sino que además dirigió la Historia de la Música y de Pedagogía en el Conservatorio Municipal Manuel de Falla. Estaría incluso 15 años como Director del mismo. Anduvo de jovencito por Europa dirigiendo la orquesta típica en la cual formaban Miguel Caló, Alberto Cima, Roberto Maida  y los hermanos Alfredo y Ricardo Malerba.

   Volvería tres años más tarde, en 1931, a sus 25 años de edad con el elenco de revistas del teatro Sarmiento, acompañando a su padre -José González Castillo- con quien ya se había ido de niño a Santiago de Chile donde Don José trabajaría en la prensa de Valparaíso. Allí comenzaría su rol escolar que continuaría en el regreso a Buenos Aires, junto con sus estudios musicales.

                                         

Cátulo Ovidio González Castillo

   Tenía apenas 17 años cuando compone su primer tango: "Organito de la tarde", que lleva versos de su padre. Y el tema pega fuerte en el ambiente. Su vida está llena de salpicones, como la práctica del boxeo, donde destacaría hasta tal punto que gana un torneo importante, como peso pluma, y lo preseleccionan para las Olimpíadas de Ámsterdam.

   Ya conté que cuando yo trabajaba con Antonio Carrizo en radio El Mundo, al terminar nuestro programa "Mundo diez", nos íbamos a almorzar al restaurante que estaba frente a la radio. El programa que iba a continuación lo hacían Cátulo con Luis Medina Castro. Antonio era un gran conversador y nos quedábamos mucho tiempo hablando. En un par de oportunidades, la cosa se estiró, se asomó Cátulo por la puerta del restorán, con su paquete y Antonio lo invitó a la mesa.

                                      


   En uno de esos encuentros, recuerdo que un día antes yo había escuchado en la radio del coche, de paso para el periódico "La Razón" donde trabajaba, un tango suyo, que es el que hoy traigo a la cita, cantado por Carlos Acuña con la orquesta de Rodolfo Biagi. Se lo comenté, le pregunté por Pittaluga, autor de la música y me contó que era un pianista amigo de su padre, quien se lo presentó y lo animó a que le diera esta letra suya que acababa de escribir. Él, en principio dudó, pero aceptó el consejo y no se arrepentiría, como nos contó.

Hoy que regresas,
tu silbato y el invierno
llama con voces sigilosas al ayer,
tendré encendida la luz de tu recuerdo
y desde el último andén te llamaré.
¡Bajate aquí!... bebe esta copa de ternura
que entre tu ausencia y mi locura corre el tren.


Corre el tren peregrino,
por el viejo camino,
más allá del dolor,
más allá de tu amor,
más allá del destino.
Corre el tren peregrino
por el largo camino,
y en un sueño lejano
vendrás a mi mano
llenando el andén.

Será lo mismo, puede ser, pero en las cosas
hay una triste sensación de no sé qué.
Las mismas lluvias de ayer, no dan más rosas.
Los mismos cielos de ayer, no dan más fe.
¡Adiós... te vas!... Queda el saludo del pañuelo
con que agitabas tu desvelo, desde el tren.

   Egidio Pittaluga, tan poco conocido en el ambiente, aunque embocó otros temas que tuvieron recorrido como Cautivo, Lucecita, Poco a poco despacito, le puso música a estos versos de Cátulo que fueron cantados e interpretados con éxito por Biagi-Acuña, y Di Sarli- Rufino. La versión disarliana fue grabada el 17 de marzo de 1943 y la recordamos aquí. 

                                  




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