La discoteca de mi bulín exhala tangos, milongas y valsecitos de diversas añadas y mis ojos relumbran en el recuerdo, atiborrándose el cuore de cosas lindas, entrañables. Refractándose en un temperamento que reverbera en cada frase, en cada instrumento, en voces oscurecidas por el tiempo. Un mosaico de realidades e imágenes que enfocan momentos diversos.
Emboco al voleo un disco y arranco con este tango que lleva letra del rosarino Lito Bayardo (Manuel Juan García Ferrari) y música del exquisito bandoneonista Carlos Marcucci. Lo compusieron en 1937 y el título ya destalla y se instala en la noche, esa parte tan importante de nuestras vidas pasadas y bien vividas. Aunque también hay astillas y en este caso los versos de Bayardo radiografían la tristeza y el desconsuelo amoroso.
La descarga emocional está realizada en la reunión con los amigos que reciben el fervor de lo vivido por el enamorado, que se resiste a escuchar la opinión de ellos sobre el paso definitivo a la ruptura, el alejamiento de ella. El pasado se protege, hace trampas. Y él los anima a brindar por la tristeza, en esas copas de sombras, llenas de entusiasmo dionisíaco, como un original locus oremus.
Esto digo muchas veces
Pero entonces se aparece
Frente a mí como un castigo!
Y me mira desde el fondo de una sombra
Y me vence... porque el alma me la nombra.
Cómo quieren mis amigos
Que la arranque de mi vida
Si no la puedo olvidar.
Muchos años
A su lado yo viví para quererla,
Y bastaron
Unas horas nada más para perderla.
Ya no tengo
Ni una lágrima de amor... y son testigos
Que esta noche, de nostalgia, mis amigos
Vengo a ahogar en unas copas a mi vida sin amor.
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