Vale la pena recordar, a tal efecto que las palabras tango, milonga, candombe, canyengue, por ejemplo, son clara y decididamente de la misma raza afro. Algunos escritores, musicólogos y tangueros han opinado sobre el tema del tango y sus orígenes. En una conferencia que dió Enrique González Tuñón (hermano de Raúl y pareja de la autora de tantos tangos y milongas: María Luisa Carnelli) habla sobre la tradición del tango. La citada exposición la realizó en el salón de actos de la Facultad de Ciencias Económicas a comienzos de la década de 1930. El diario "Crítica", de entonces reprodujo varios párrafos de la misma.
-Tradición racial
Los escritores de la nueva generación hemos adjudicado al tango su exacta jerarquía en nuestra sensibilidad. hemos proclamado orgullosamente cuando se nos negaba toda importancia y trascendencia que el tango es nuestra única tradición racial, y vengo a repetirlo ahora, cuando los jóvenes gravitan sensiblemente en la vida artística, cultural y universitaria del país.
-Nada negro ni blanco
Ya no es habanera ni nada negro ni blanco, ya es el tango argentino. Rechaza todo lo que no sea él; como el cante hondo, no admite muchas cosas que parecen estar en su camino y no lo están, desde la malagueña a la coplilla modosa sin el personal desgarro de lo hondo. Ese tanto cantado que nace en alpargatas, es recusado en los salones que después han de recogerlo como el más sabroso engendro autóctono. El tango comienza a cantarse en los boliches, esos almacenes de bebidas y de todo, que son verdaderos paradores o ventas de los caminos intrazados. No se le encuentra lo que tiene de italiano, porque no lo tiene, porque es la superación del italiano, que al llegar a la Argentina abandona la melodía y entra en lo barroco de tipo español -de pelo negro- y por ende en lo criollo, y pega en él porque el italiano quizá desde hace siglos tenía el deseo de lo desparejo, de lo prosaico versificado, de romper la lindura (Ramón Gómez de la Serna)
-Negritud del tango
La ingerencia del negro en el nacimiento del tango es más que evidente (...) En el carácter de la música creada por los negros luego del trasplante se advierte también un impulso de sobrecompensación. Parecería que el individuo, para asegurar su supervivencia andímica, llegara a expresar alegría, que es precisamente el estado anímico complementario del que realmente experiementa. la música del ragtime es invariablemeante alegre, y sólo por momentos, sin perder la precisión rítmica, adquiere una sensualidad, una insinuante coquetería que no es más que la instancia previa al salto del felino, al rodeo que antecede a la explosión eufórica, bulliciosa.
No existe un solo rag, ni ninguna de las clásicas tres partes que integran los ragtimes, escritos en tono menor, que es de típica sugerencia melancólica. Todo el género fue compuesto en modo mayor. Lo mismo sucedió con los primitivos tangos de autor anónimo, como Andate a la Recoleta, recopilado por tradición oral por el musicólogo Carlos Vega, quien lo ubicó alrededor de 1880 como el tango más antiguo, y Señora casera.
Mientras el tango fue "cosa de negros" no perdió la alegría ni la picardía. Cuando lo adoptó el blanco, el criollo y el hijo del inmigrante que vio frustradas sus esperanzas de "hacer la América", el tango empezó a introducir, primero el modo menor con un eventual trío en modo mayor, como sucede con El choclo, de Villoldo, para luego sumergirse en letras que hablan de decepciones, traiciones, ultrajes, miserias, alcohol, cárcel, soledad y del dolor existencial de la ciudad.
En el sainete rioplatense y en los espectáculos revisteriles de la década del '20, algunos tangos pretendieron acercarse, por conducto de la comicidad de sus letras, a esa primitiva línea jocosa. Únicamente lograron una mueca, una sonrisa amarga. El futuro del tango estaba en el dramatismo, en la tragedia de la urbe.
La población negra del Río de la Plata tuvo, obviamente, el mismo principio que la de los Estados Unidos y la de las tres Américas: la esclavitud. Pero la aplicación, evolución y destino de los africanos en el territorio del Plata fueron distintos que en otros lugares. En las orillas del Plata los negros fueron utilizados especialmente como servidores, domésticos, artesanos, también para la guerra de la independencia (batallones de "pardos" y "morenos": la etnografía era bastante desprolija cuando se trataba de gente no blanca) y la guerra con el Paraguay, y no para tareas rurales.
En lo que es hoy la República Argentina no existía, ni siquiera a comienzos del siglo XIX, una intensa actividad agraria ni la tarea rutinaria, tremendamente esforzada pero sencilla de las plantaciones del Sur de los Estados Unidos. En cambio, la ganadería, que se imponía a la agricultura en la región rioplatense, no exigía el trabajo bestial y mecánico de las plantaciones que podía realizar el negro por la fuerza del látigo, y sí el arrojo feroz del criollo que sabía domar potros. arrear hacienda, castrar toros, faenar ganado y sobrevivir en un salvajismo distinto del africano por razones climáticas, geográficas, orográficas y ecológicas.
Por esto los negros del Plata no crearon "cantos de trabajo" como los del Sur de los Estados Unidos.
El negro ingresó en los Estados Unidos como elemento necesario para un sistema que apuntaba a la era industrial. En cambio, en la América española del Sur, el negro fue vendido como un elemento suntuario, un servicio de lujo. De allí que cuando entre 1811 y 1826 los negros fueron liberados en las provincias del Río de la Plata, no resultaban totalmente antipáticos. Incluso, antes del medio siglo, Juan Manuel de Rosas los halagó con gestos demagógicos.
El segregacionismo no se hizo sentir realmente en la Argentina, y los negros se mezclaron con los blancos hasta desaparecer casi totalmente por virtud del natural mestizaje. Hasta aproximadamente antes del último cuarto del siglo pasado, los negros mantuvieron sus "naciones" en Buenos Aires (asociaciones que correspondían a los lugares de origen) en cuyas fiestas y reuniones remedaban viejas tradiciones africanas, que se fueron diluyendo y finalmente reduciendo a expresiones carnavalescas que terminaron por pasar a los blancos, pintados de negro.
Si bien, lógicamente, la esclavitud les resultó dolorosa, y luego, durante décadas padecieron el oprobio de la diferenciación racial y clasista, terminaron por olvidar rencores y llegaron a una etapa en la que no se habrán sentido absolutamente postergados.
Incluso el criollo suburbano de Buenos Aires, quien ya cobijaba su famoso complejo de inferioridad y las inhibiciones que sobrecompensaba con las actitudes sanguinarias del malevo, envidiaba secretamente las habilidades que exhibía el negro bailarín de tangos, mientras se imponía una pedante -"sobradora"-circunspección.
Pompeyo Camps |
Paralelamente, cuando el ragtime ya había pasado a las pequeñas bandas de negros, había invadido los salones de baile, se esparcía por Europa y desde luego significaba ganancias para las editoriales y para la industria del espectáculo, el tango fue aceptado "oficialmente" por la "buena sociedad" de Buenos Aires. Esto sucedió cuando el barón Antonio Demarchi, yerno del general Julio A. Roca, quien había sido presidente de la República durante dos períodos, organizó en 1912 una histórica fiesta en la que hizo bailar el tango ante el manifiesto beneplácito de una concurrencia "aristocrática" que hasta entonces sólo lo gustaba a hurtadillas: de celosías adentro las mujeres, y en establecimientos de diversión los varones.
(Tango y Ragtime, por Pompeyo Camps. Ed. Servicio Cultural de los EE.UU. Buenos Aires 1978)
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