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domingo, 14 de octubre de 2018

Charlo, un artista genial

Lo tuvo todo: la pinta, el talento musical, la voz, los modos y un pasaporte plagado de sellos de aduanas. Porque recorrió casi toda Sudamérica, Estados Unidos, España, Portugal, Francia. En todas partes fue aplaudido como el gran artista que fue. Su estilo gardeliano, lo fue dejando a un lado, para forjar su propio estilo. Maestro de la dicción, la entonación, su manera de frasear, angulosa y propensa al virtuosismo vocal, caracterizaron su pesonalidad de intérprete.

Los grandes cantores del cuarenta surgían de las orquestas típicas, pero Charlo se manejó siempre en forma independiente y si bien es cierto que grabó con las orquestas de Firpo (nunca salieron a la venta esos registros), Carabelli, Canaro o Lomuto, por ejemplo, nunca estuvo vinculado a esos conjuntos y sólo ponía su voz a la hora de grabar, pero no actuaba en dichas orquestas.

1937. Charlo  En Rio de Janeiro, con el empresario brasileño, Cadícamo y Razzano

Estudiaba Derecho en La Plata, aunque sus condiciones artísticas lo llevaron a dejar su futuro de abogado, y ancló en el tango, donde encontró un futuro de éxitos artísticos, económicos, de numerosos sucesos como compositor, actor de cine, y de romances sonados. Debutaría cinematográficamente en 1935 en el filme El alma del bandoneón, bajo la dirección de Mario Soffici. Con Amadori se luciría en Puerto Nuevo,  Manuel Romero lo incluyó en Carnaval de antaño y continuó filmando varias películas más.

De chico mostró afición por la música y por eso su padre lo anotó en el conservatorio Santa Cecilia, de La Plata, donde estudió piano y solfeo. Posteriormente, radicado con su familia en el barrio porteño de Belgrano daría un salto musical en el conservatorio de Rafael Ortega, perfeccionándose en teclado, armonía, contrapunto y composición. De allí saltó al de Oreste Castronuovo y ya tocaba guitarra, piano y acordeón a piano.

Ello explicaría sus grandes éxitos como compositor, años más tarde, cuando ya era una figura consagrada y, por ejemplo, iba a la casa de Anselmo Aieta a pasarle al pentagrama los temas geniales que éste inventaba en el bandoneón, pero al no concer la escritura musical, necesitaba de la ayuda de músicos como Charlo. Y el gran fueyero lo reconoció públicamente muchas veces.

Luis Sandrini, Charlo, su esposa Sabina Olmos, Hugo del Carill y Aída Alberti

La lista de obras de este gran intérprete que fue Carlos José Pérez,  es muy extensa, pero bastaría seguramente con citar temas como: Ave de paso (escrita en Brasil), La barranca, Colombina, Buenos Aires querido,  Lindo tipo de varón, De a traición, No hay tierra como la mía, Rondando tu esquina, Zorro plateao, Mal de ausencia, Viejas alegrías, Mal de ausencia, con Enrique Cadícamo. Con Manzi enhebraron; Oro y plata, Tu pálida voz, Llámame, Fueye, Horizontes. Con González Castillo: El viejo vals, Sin ella. Con José María Contursi: Sin lágrimas. Con Amadori:  Cobardía, Rencor y otros. La lista es muy larga, incluso muchos de los temas son sólo de su autoría.

Ya he escito otras páginas sobre Charlo en estas páginas, pero creo que siempre es poco todo lo que se puede contar sobre este gran artista que tuvo el tango. Su impecable figura, con trajes a la moda, moños, sombreros llamativos, guantes y una larga boquilla, se hicieron habituales en el centro porteño. Desde su debut en revistas teatrales, en 1927, su actividad como galán cantor, fue frenética.

Charlo canta.  Alberto Gómez, Rafael Canaro, De Caro, Razzano, Cadícamo, Jorge Lanza

Graba con Canaro, Adolfo Carabelli o Lomuto y como solista; actuaba en tres sesiones de radio por semana (lo vi en radio Belgrano con su impecable smoking); practicaba varias horas con su maestro de canto: Enrico Castronuovo y los fines de semana se presentaba en cines de Capital y Gran Buenos aires. También estrenaba con la orquesta de Canaro los temas del concurso de Max Glücxmann, que se aprendía en el día. Además cuidaba su físico haciendo gimnasia, natación,  esgrima, equitación, boxeo y atajando en los equipos de las orquestas cuando hacían partidos de fútbol. Se aficionó a la esgrima  y todo ello, más los trajes que estrenaba, realzaban su figura  exótica en el ambiente.

Pero, al margen de estos detalles, qué pedazo de cantor y compositor que fué Charlo. Vale la pena escucharlo una vez más, cantando, por ejemplo, su tango: Sin lágrimas. Lo acompaña su propia orquesta.

Sin lágrimas- Charlo






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