Y precisamente me vienen a la zabiola recuerdos lontanos, de cuando vivíamos con prisas juveniles y el tiempo nunca nos alcanzaba, entre el trabajo, los estudios y la jarana con la barra de la esquina. Mi hermano le daba duro a la radio y a la vitrola cada vez que tenía unos minutos libres y los tangos, milongas y valsecitos, con sus autores e intérpretes, se me iban quedando en el disco duro del cerebro.
No imaginaba entonces, que todo ello me serviría en el futuro para participar en un programa mítico de televisión: "Odol pregunta", cuando apenas había pasado los veinte años. Y allí me seleccionaron para responder sobre La historia del tango. Una aventura increíble, porque con el paso de los programas me entraron a seguir coleccionistas de discos y recuerdos y me fueron invitando a sus casas para ayudarme en mis conocimientos, que -la verdad- no eran, ni por asomo, tantos como yo creía.
Me llevaron a varios programas radiales de tango, que los había en cantidad, y lo cierto es que lo pasé muy bien y me hice famoso en todo el barrio porque Canal 7 era el único que existía por entonces en el espacio que con los años se iría agrandando, y en varios de las cuales (2, 7, 9 y 11) terminaría trabajando como periodista deportivo, mi gran logro que me llevaría además, a viajar por medio mundo.
Pero hoy pongo la marcha atrás porque al escuchar este tango los recuerdos se agolparon en mi cabeza y se me aparece otra de las tantas anécdotas vividas a lo largo de mi hermosa existencia. Resulta que yo trabajaba por las tardes en una oficina, cerca de casa, y frente a la sede del Club Atlético Huracán, donde acumulé tantas horas milongueras maravillosas y bailé con las grandes orquestas: D'Arienzo, Pugliese, Troilo, Gobbi, Di Sarli, en sábados inolvidables y en las siete-grandes noches-siete de unos carnavales multitudinarios. Como también en las veladas domingueras con grabaciones.
Resulta que en la planta baja de la oficina trabajaba un muchacho bastante mayor que yo, que era un gran aficionado al tango. Y él escuchaba todos las tardes a las 14 horas en punto, un programa radial donde una vez a la semana hacían el concurso para acertar el tema que iban a pasar. Entonces el día anterior me lo anunció y me pidió si podía estar a esa hora allí, para escucharlo con él y ayudarlo a embocar el título. No explicaban que orquesta era, ni la fecha de grabación.
-¡Chafalonía!... - le grité, nervioso.
Él marcó a toda prisa y yo le apunté el nombre en el papel. Me olvidé de decirle que era Fresedo, aunque tampoco estaba seguro que era él porque en aquella época de la grabación no se distinguían demasiado las orquestas.
Lo atendieron en seguida, gritó: ¡Chafalonía!... y la respuesta sonó en la radio de su oficinita:
-¡CORRECTOOOO.... ...Ha ganado usted!... El oyente...
Mi compañero pasó sus datos, eufórico, y quedaron en mandarle el regalo a su casa, que no recuerdo de qué se trataba. Cuando colgó, me abrazó, me felicitó y gritaba:
¡Ganamos...!- Luego le contaría al resto de compañeros y por un rato pasé a ser el héroe sabio del despacho.
Hoy lo escucho después de tantos años de aquella anécdota y vuelvo a revivirla en la grabación de este tango del pianista rosarino Guido Vanzina Pacheco, registrada el 10 de agosto de 1923. Recuerdos cachuzos que vuelven en dicha versión de Osvaldo Fresedo y su orquesta.
160- Chafalonía - Osvaldo Fresedo
buena anécota y flor de tango, mil gracias
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