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miércoles, 13 de agosto de 2014

Troilo y Ruggiero

¡Qué pareja de fueyes! Aunque nunca actuaron juntos, uno no puede menos que imaginarse lo que sería. El toque acariciante de Pichuco y la polenta milonguera del Tano. Los dos llevaban el tango en las entrañas y nosotros nos extasiábamos contemplándolos y oyéndolos.



Troilo cerraba esos ojitos japoneses, se metía p'adentro y cada tecla que acariciaba era un milagro de sonido. Eran caricias al cuore. Ese señorío espiritual que lo distinguió siempre y esa interminable aventura barrial, noctámbula, que le dió  alas a su talento, aunque no tuviese una gran formación, lo graduaron ante la masa tanguera y milonguera. Su fueye era el remanso del alma ante las ofertas, los excesos, en los abismos de la noche.

Podía ser romántico o compadre, cantando la música y dirigiendo sus formaciones. Y cuando llegaba el momento de esos solos irrepetibles, el silencio y la emoción se daban la mano en un toque de atención sublime. Su gesto de Buda, su quietismo en la ejecución, sólo podía tener paralelo en Pedro Maffia. Su juego inventivo en Ciriaco Ortiz.

                                      


Ruggiero era la contrafigura. Al fueye lo amasijaba en los momentos de mayor tensión imaginativa y musical y provocaba un conjuro de raptos milongueros. Esa brillantez de sonido, la fuerza transmisora y sobre todo esa amalgama con sus compañeros de fila y el yumbeado orquestal, ¡Mamma mía!

Como Pichuco, también fue bastante audodidacto. Pugliese lo incorporó a su orquesta con 17 años y le machacaba con que debía estudiar. Pero el Tano Ruggiero  fue otro producto de aquel fervor tremendo que tenían el pueblo y los barrios porteños  por el tango. Lo llevaban en la sangre y si hemos de reconocerlo en un antecesor suyo, tiene que ser indudablemente Pedro Laurenz.


                                         

Laurenz y Maffia eran absolutamente distintos en su forma de tocar, pero como pareja fueron la maravilla total, al complementarse. Fue una pena que Ruggiero no tocase con Troilo alguna vez porque hubiesen constituído la dupla perfecta. Tengo la imagen grabada en mis retinas de cuando formaban la dupla con Jorge Caldara en la orquesta de Pugliese y venían seguido a Huracán, nuestro templo milonguero. A los costados estaban Gilardi y Roberto Peppe. Cuando llegaban las variaciones del final, era un espectáculo aparte. Los cuatro se agazapaban revoleando sus melenas y se mandaban un recital de fueye que nos enloquecía a todos.

Linda foto, Lindos tipos. Linda época. Recuerdos maravillosos. A ambos les dediqué un soneto,  de cuore, que acá los vuelvo a reproducir.


                                               





RUGGIERO
                                                                                   “Me quema su melena por la boca /
                                                                                      y entro a la torva espuma de los solos”
                                                                                                          Juan Carlos Lamadrid
                                                                             
Garúa en mi cuore lejano vichadero
de evangélicas notas de arrabales,
que acaudilla tu fueye cadenero,
en nochemisa de  taco y de percales.

Yumbeando, tu melena teje el rito,
digitando, el rumor te da la cana:
La zurda del diego de Fiorito
y la diestra, una mano monzoniana.

Zapa de repe  tu fértil botoneo,
marca con tiza; la pista, -puro trombo-,
es arrebato florido y canyengueo.

El cuore se pialó y te mandó al bombo
pero dejaste sembrado un bordoneo
de tiopa, de salón y de quilombo.








Pichuco
                                                                         “Nada se parece tanto a vos como tu fueye”. 
                                                                                                                   Julián  Centeya                                                                                                                                           
Oficiabas la misa con facha de buda,
caídas las persianas de tus ojos nocheros;
convocabas la runfla, el salón, el potrero,
apilado al mandil de tu gata peluda.

Le sarpaste sonido al porteño poeta:
Cadícamo o Manzi, Cátulo, Catunga;
gomía del fioca, del botón, del punga,
y de tu torcan: brújula, faro, veleta.

Abrevó en tu liturgia todo milonguero;
en cada corchea labraste un estuco,
floreciendo pistas cual fiel jardinero.

Así me ganaste, a falta envido y truco,
de púa en mi cuore, mojón tempranero,
enjaulado en tu son, bandolón pituco.



 Y para colorear aún más la foto del comienzo, vamos con dos temas creados por ellos. De Osvaldo Ruggiero, y dedicado a sus mellizas: Yunta de oro, grabado por la Orquesta de Osvaldo Pugliese, el 31 de enero de 1956. Y por Aníbal Troilo, cantando Fiorentino, su Valsecito amigo, con letra de José María Contursi. Lo llevaron al disco el 25 de marzo de 1943. Bellezas.




 


                




















 




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